EL ENCUENTRO TRIMARCHI DE DISEñO GRáFICO CUMPLIó 15 AñOS
Problemas profesionales (freelancismo y gratuidad), temas estéticos y dilemas éticos en un fin de semana reventado de color en Mar del Plata.
› Por Juan Ignacio Provéndola
Poco antes de que América fuera “descubierta”, Gutenberg inventó la imprenta y revolucionó la historia: a partir de entonces, ésta podría ser contada y constada de manera mecánica, ya no artesanal. La palabra se volvía protagonista fundamental en la construcción de recuerdos y de relatos. Bien: esa Era no existe más. Seis siglos más tarde, otro testimonio asoma como forma de contar las cosas, explicarlas y reflejarlas. El diseño (que existió desde siempre) es el protagonista del nuevo tiempo tecnológico (Tiempológico). Un vector dice más que una palabra, tal vez en menos tiempo y espacio.
Pero... ¿cuál es el abono del diseño? ¿De dónde se desprende lo que equivaldría a la “oralidad” de la palabra? ¿De la inspiración? ¿La línea sobre el papel vacío? ¿Alguna forma geométrica? ¿La retícula? ¿La composición? Sobre la base de esas preguntas se expandió la edición número 15 de TRImarchi, uno de los eventos más grandes sobre diseño gráfico del planeta. Allí acuden diseñadores, fotógrafos, publicistas, arquitectos, antropólogos, ilustradores, músicos, artistas y curiosos desde tiempos en los que Internet andaba a pedal y el pulso analógico todavía resistía a las embestidas hegemónicas de la tecnología. En ese entonces, el evento se realizó en un modesto salón de fiestas de Mar del Plata. Hoy se conserva la ciudad, aunque cambió la locación: durante tres días, más de cinco mil personas desfilaron por el Polideportivo.
La peregrinación masiva a MDQ tiene dos impulsos: escuchar data novedosa o bien confirmar conceptos adquiridos previamente. Hay una parte creativa y una pasiva. La primera se compone por la parva de workshops dictados por un amplio abanico de profesionales locales y extranjeros que estimulan y arengan la participación del público: desde el prócer criollo Hugo Santarsiero (profesor de profesores y autor de la bibliografía fundamental de diseño gráfico universitario argentino) hasta el gran Carl Sprague, talento audiovisual y creador de los universos cinematográficos de Wes Anderson. La otra, en cambio, tiene que ver con las charlas y conferencias. Se trata del atractivo principal de TMDG, que además ofrece un espacio para más de 60 expositores en el anillo que circunda al auditorio.
Algunos irrumpen en el escenario con monólogos, otros lo hacen con música y hasta algunos destapan una cerveza sobre el atril, como Xavier Gallego, que es catalán y trabaja desarrollando aplicaciones para fidelizar la clientela de Nike. “¡Porque se paga de puta madre!”, decía la última de las placas con las que explicaba sus motivaciones. Cuando se le preguntó sobre la función social de su trabajo, un silencio atravesó el Poli. Nadie esperaba esa interrogación. Nike es la cultura.
Distinto fue el caso de Mundano, brasilero que le puso arte a los carros de los cartoneros de las grandes metrópolis de Brasil. El proyecto se llamó Pimp my Carroca y fue tal el impacto visual que generaron estas intervenciones que sirvieron para motorizar reclamos laborales de un “gremio” que en un 90 por ciento es ignorado por el Estado.
Otros, como Fred Deakin, profetizaron que nuestra generación “será la última que podrá vivir sin smartphones”, aunque sostuvo que “es imposible saber lo que sucederá dentro de seis meses en el mundo digital”. Según el diseñador británico, la avanzada ominosa de la tecnología sólo puede ser frenada con una “rehumanización” del trabajo, atentado por la atomización individualista del freelancismo como lógica laboral del rubro. Su paisana Kate Stone, creadora del innovador concepto de “papel digital” (mezcla de nostalgia y oxímoron con soporte tecnológico y tintas conductivas), sostiene lo contrario: que vamos invariablemente a la muerte de la computadora y de los aparatos convencionales. Todo se reducirá a objetos cada vez más pequeños y funcionales.
Sin tantos pergaminos académicos, Rocambole se animó a augurar que “los diseñadores dominarán el mundo”. Ilustradores y dibujantes tuvieron espacio preponderante en TRImarchi: Liniers no tuvo miedo en reconocer que el plagio puede ser inspirador, “siempre y cuando luego uno se esfuerce en agregarle su impronta personal”, mientras que Gustavo Sala (autor de Bife angosto, la tira semanal del NO), dejó en el aire una de las preguntas más intensas de todo el fin de semana: “¿El chiste debe ser gracioso? ¡NO!”.
¿Quién paga todo esto? Los argentinos del estudio Lumbre bajaron a la realidad y atacaron uno de los principales flagelos de una profesión en la que hay tanta creatividad como inocencia y mano de obra: “Nunca hagan cosas gratis, por más pequeñas que sean. Nosotros lo hicimos y nos cagaron”.
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