Jue 24.03.2016
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CHICHES QUE CHIFLAN #12: TETSURO YASUNAGA

Kimono Sampler

El músico experimental japonés dejó un taller, dos shows y una frase: “Mi conocimiento sobre música es casi nulo”.

› Por Julio Nusdeo

“Encuentro sexy ese momento en que un sonido deja de ser audible”, admitió Tetsuro Yasunaga en el taller que dio en uno de los imponentes ex talleres del Ferrocarril Mitre devenidos auditorios del Campus Miguelete de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). El músico experimental japonés repasó su carrera y trabajó con los presentes en ejercicios de escucha y reconocimiento de sonido, como uno formulado por el creador de la música concreta, el compositor francés Pierre Schaeffer, en el que cada uno debía mantener una nota cualquiera con su voz concentrándose en no afinar con las ajenas. El workshop concluyó con una composición improvisada colectiva, haciendo uso de cualquier elemento, desde llaves hasta un acordeón.

“Mi conocimiento sobre la música es casi nulo”, dice Yasunaga en su hora libre previa a su actuación con el argentino Federico Durand. Si bien el taller abordó la percepción y la ejecución de sonidos no amplificados, el seteo montando para su performance está abarrotado de procesadores espaciales, delays, trémolo, aparatos de loopeo, grabadores de casete, una suerte de metalofón llamado Zenergy Chimes y una cítara con micrófono piezoeléctrico adherido con cinta. “Empecé a usar efectos al querer dar con ciertos sonidos. Con el tiempo no me fueron suficientes y necesité otra cosa, como un sampler, para generar y jugar con capas. Y actualmente, el filtro pasa-graves Moogerfooger me resulta muy útil, me permite tener control sobre los sonidos agudos.”

En su época estudiantil de secundaria, Tetsuro escuchaba cosas nada populares entre los otros chicos, como los alemanes Cluster, que fueron una gran influencia. Al involucrarse cada vez más con trabajos de compositores minimalistas como John Cage o Brian Eno, su obra fue adentrándose en el ambient, género que años atrás volvió a cosechar seguidores con el devenir del drone y bandas como sus coterráneos Boris: “Soy fan, tengo sus discos, aunque no mantengo trato directo con ellos, sino con otros representantes de la escena drone japonesa como Chihei Hatakeyama, que es tambén amigo de Federico Durand”.

La relación con su compañero de performance durante sus dos presentaciones en Buenos Aires –coproducidas por el Centro de Arte Experimental UNSAM y la Embajada del Japón– nació a través del sello japonés Spekk, donde ambos confluyeron. “Nos escribimos y empezamos a mantener una relación cada vez más fluida, así que es genial poder encontrarnos aquí”, evalúa Yasunaga, que también organizó el primer show de Juana Molina en Tokio.

Las texturas cálidas de los paisajes que el nipón genera durante su presentación van transformándose de manera sutil, casi imperceptible, mimetizándose entre sí y con elementos nítidos y otros difusos que llevan al que escucha a un estado de embriaguez natural maravillosa.

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