Jueves, 14 de abril de 2016 | Hoy
PROYECTO PLATO LLENO
Paula y Alexis empezaron en 2013 una aventura para recuperar sobrantes de catering de eventos y redistribuirlos. Con ayuda de voluntarios que se presentaron espontáneamente a ayudar, ya entregaron más de 30 mil kilos.
Por Santiago Rial Ungaro
Imaginate la escena: la fiesta en el salón ya terminó pero la comida aún abunda, así que no dudás en llenarte los bolsillos con sanguchitos, masitas, brownies y demás bocaditos. Ahora imaginate que, saciada ya tu gula, decidís recuperar para otros más necesitados (y de manera más prolija) toda esa comida hecha para eventos que no llega a ser consumida y que en muchos casos ni siquiera llega a salir de la cocina del salón. Eso es lo que decidieron hacer Paula Martino y Alexis Vidal. “Siempre nos juntábamos a charlar sobre algo que nos pasaba al final de los eventos: quedaba un montón de comida hecha e incluso bastante elaborada que ni siquiera llegaba a servirse. Nos propusimos arrancar con un proyecto solidario. Y como Alexis sigue conociendo a algunos dueños de empresas de catering, les pidió que nos avisen cuando había excedentes en eventos.”
Por entonces, a mediados de 2013, no tenían ni nombre: eran Paula y Alexis y la idea de llenar platos (y estómagos) vacíos: “Al principio nos pareció que era algo sencillo de implementar y empezamos a llevar esa comida a un hogar de chicos en el que yo trabajaba como voluntaria. Recién en 2014 se nos ocurrió armar un Facebook y ponerle el nombre Proyecto Plato Lleno”, dice ella.
Desde entonces, el crecimiento fue exponencial: “El proyecto se empezó a expandir casi solo, porque la gente empezó a compartirlo. Y cada vez que sale una nota en algún medio, aparecen quinientos fans nuevos en la página. El proyecto creció mucho pero por suerte también creció mucho nuestro grupo de trabajo: el sitio web lo hizo alguien de onda, tenemos un abogado que nos asesora gratis, una contadora y una diseñadora gráfica que nos ayudan: toda gente que se acercó para aportar desde lo que sabe”.
Lo más valioso y expansivo en este proyecto es la buena voluntad de quienes lo llevan adelante. “Funciona solo cuando hay un voluntariado: la gente que va a buscar la comida, la envasa y la que la entrega. Lo importante es que los voluntarios puedan estar en el centro a horas de la madrugada porque en general el horario de cuando la gente terminó de comer y queda esa comida que se sabe que ya no se va a consumir es la una o las dos de la mañana”.
El desafío actual de esta cruzada altruista es que el proyecto logre ser autosustentable. “Nos transformamos en una ONG, así que tenemos otros gastos para comprar materiales o contratar empleados, por eso abrimos también una cuenta bancaria para que el que quiere sumarse pero no puede ir a los rescates lo haga con dinero. Con apenas cuarenta pesos ya podés donar un kilo de comida, y eso incluye el combustible y los recursos materiales para la gestión de los rescates. La idea es poder pagarles a los voluntarios la nafta y que se pueda sostener por sí mismo, porque nosotros no vendemos nada.”
Siendo un proyecto totalmente solidario y voluntario, todo el que lo desee puede ayudar desde el lugar que pueda. De 30.113 kilos de comida a rescate, sólo hubo 240 que no se pudieron rescatar por falta de voluntarios: “La idea de rescatar comida es algo que está más allá de la ideología política o de la religión. La idea siempre fue que se sume el que quiere. Nosotros estamos a disposición. Lo increíble es que desde que empezamos nunca llamamos a nadie para que se acercara”.
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