EL AMPLIO REGISTRO DE JUAN CARLOS LO SASSO
Anécdotas del actor que hace de merquero en una obra noventista, participa de otra experimental y protagoniza el western bíblico-futbolero El hijo de Dios.
› Por Facundo Enrique Soler
“Un western con fútbol en vez de armas”, resume Juan Carlos Lo Sasso cuando el NO le consulta cómo mezclaron un relato bíblico, una de vaqueros y una bocha con dos arcos en El hijo de Dios, la película que lo encuentra en el rol de Santiago, bajo dirección de Mariano Fernández y Gastón Girod. “En la vida real trato de cuidar la pelota, tener buena pegada y no ser morfón, como en la película.”
La historia surreal cuenta las andanzas de un trío de amigos porteños (Tomás, Juan y Santiago) que terminan en un pueblito llamado Betania, donde el fútbol está prohibido y controlado por la policía local, a las ordenes de Pilatos, sargento y arquero. Para acabar con la tiranía anti balón, los pibes juegan un picadito final con un cinco improvisado y muchas referencias bíblicas y futboleras. “Es muy loco que en un país en el que se juega tanto al fútbol casi ni haya ficciones al respecto”, reflexiona Juan Carlos, cuyo rol en el film es el de un volante que distribuye ante la llegada de un mesías que juega como los dioses. Los paralelismos entre lo divino y lo futbolístico se mezclan de manera sagrada en la patria más apasionada por el correr del balón.
El hijo de Dios, que estrenará el 27/10 en el Gaumont, tiene actuaciones de dos personajes ligados al paladar negro: el Ruso Verea como Bautista, un DT que pasa los días en el calabozo por sus ideas del buen juego, y Diego Della Sala como un relator apasionado. “Me acuerdo de golpearle la puerta al Ruso y que se escuche del otro lado: ‘Pasá pibe, me estoy lavando los pies’, y quejándose de las sandalias que lo hacían usar. Con él conecté rápido porque hablábamos de dos cosas: fútbol y música”, cuenta Lo Sasso, que además de ser bostero y bielsista despliega un folkie teatral con su banda Esa Gente Que.
“Me despertaba a la mañana, desayunaba y me iba a jugar a la pelota”, rememora sobre los días de rodaje entre San Andrés de Giles y Azcuénaga, a 100 kilómetros de Buenos Aires. “No había más para hacer. En la película se nota que jugábamos mucho. La única que nos retaba era la maquilladora porque terminábamos transpirados antes de filmar.”
Juan Carlos tiene además un presente teatral nutrido con dos trabajos, Zoom In 90s, en donde es un merquero típico de la década enfiestada, y Las Torres Gemelas, una apuesta interesante que llegará a Niceto Club (sí, teatro en Niceto). “Es una tragedia musical participativa de terrorismo existencial”, resume extrañamente sobre la obra de Nelson Ansiporovich que tendrá sala en el Lado B de ese boliche el 25/10 a las 20. “Hay gente que se escapa ni bien arranca, pero la mayoría queda en un estado de fascinación.” Allí el elenco se mezcla con la audiencia y transforma al espectador en parte de la obra, en una especie de fiesta de dos horas un martes a la noche. “Construimos algo y lo destrozamos, ya no sabés qué esperar.”
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