Llega un momento en la vida de todo rocker (lujurioso y/o experimentador) en el que la necesidad de “bajar un cambio” e iniciar una nueva vida prevalece sobre los excesos y el deterioro, de los comienzos. Al parecer eso es lo que, desde hace un tiempo, ocurre cada vez más seguido con varias de las principales figuras de nuestro rock. Luego de una década al tope de las preferencias barriales, un rejuvenecido y vegetariano Ricardo Mollo saca El Narigón del Siglo (Divididos, 2000) y le explica a la prensa: “Le pusimos así porque los que marcaron las últimas décadas fueron los narigones. O sea, los mentirosos y los que toman cocaína. Lo de narigón es nuestro símbolo para hablar del vicio ya la hipocresía de estos últimos años”. El ‘sentar cabeza’ también le rindió frutos a La Bersuit: cansados de ser solamente la banda “más bardera” del rock local (al punto de que un manager les habría pedido que al menos no se drogaran cuando debían afrontar shows), se asocian a Gustavo Santaolalla y se someten a su régimen de producción: 70 demos por disco y ni una sola línea de coca. Y el cambio se produjo. Hace tiempo Cordera dijo: “Si hay algo que hace la cocaína es iluminar tu costado más miserable” (2004). En 2005, al NO le había dicho: “Hay que coger muchísimo”, en otro alarde de lo que no han dejado de hacer.
Pero tal vez uno de los casos más emblemáticos haya sido el de Andrés Calamaro: después del impresionante El Salmón (experiencia única al filo de la vida) y una temporada en España, volvió al país, se enamoró y se dedicó a cultivar el gimnasio y el mate. “Al principio es complicado, te sentís aburrido, las mañanas son raras. Pero ya está. Soy de una generación que sufrió terribles pérdidas por el alcohol y la droga”, dijo también en 2005. En el medio, debió lidiar con un insólito juicio por apología de la droga (por aquello de “qué linda noche, me estoy sintiendo tan a gusto que me fumaría un porrito”, expresado durante un recital en La Plata en 1994) hasta que, tras 11 años, y de la mano del abogado rocker Albino Joe Stefanolo, fue sobreseído en un juicio oral y público transmitido por Crónica. Y es que si bien también hay casos donde el abandono de la vida tóxica no se produce o se camufla (Charly García), muchos desean que el próximo en bajarse del carro sea El Pity (Intoxicados): la crudísima confesión en Obras (2004) sobre su adicción al paco (pasta base de la cocaína) no deja mucho lugar para la adulación o el festejo.
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