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POR LUIS HIDALGO
Desde Barcelona
Puntual a su cita con la costumbre, la última noche del Sónar 2002 –la del sábado– fue despedida por una multitud que llenó el Polígono Pedrosa atraída por los pesos pesados del techno. Hawtin, Mills, Cox y Mulero arrasaron en el escenario principal, mientras que en el Sónar Park el hiphop se erigió en protagonista deparando la excelente actuación de Sólo Los Solo y la apabullante demostración de los norteamericanos Anti-Pop Consortium, quienes ofrecieron uno de los mejores conciertos de todo el festival. Sónar ha recibido en esta edición cerca de 90.000 visitas, lo que establece un nuevo record.
Según la organización, fueron 22.000 las personas que acudieron a despedirse del Sónar, a las que hay que sumar las 19.341 que siguieron los actos diurnos de la última jornada. Buena parte del nuevo record de 90.000 visitas se consiguió el sábado por la noche, que ya es tradicionalmente la noche popular del festival. Público que hasta ese momento no se había asomado por el Sónar decidió hacerlo suyo la última noche atraído por lo que el festival oferta: disc-jockeys de primera fila y un entorno adecuado para disfrutarlos.
Pese a la cantidad de veces que ya han acudido al Sónar Mills, Hawtin o Cox, no es menos cierto que siempre resulta estremecedor contemplar la facilidad con la que manejan a la multitud. Especialmente Mills y Hawtin, quienes escalonan sus sesiones en un diente de sierra rítmico capaz de enganchar en su desarrollo a una masa palpitante. Realmente sobrecogedor.
De paso, el sábado por la noche prueba que el Sónar es un festival de todos, incluso de esos chicos de pelo corto, gafas en la frente y novia con pantalón apretado. Incluso para ese público la organización tuvo el detalle de colar a SI Futures, un proyecto minoritario e irónico que no desentonó entre los reyes de la noche. Es una de las características del Sónar, no bajar el listón ni cuando el consumidor no es exigente. Pero es que hay más, pues mientras en la sala principal el techno levantaba pasiones, el escenario Sónar Park ofrecía alternativas más sibaritas.
Tras una sesión de hip-hop y soul a cargo de Mr Len que sirvió para mantener la pulsión negra de la noche, llegaron Anti Pop Consortium. El trío neoyorquino es diferente a casi todos los demás grupos de hip-hop. De entrada, porque incorporan ordenadores portátiles a sus instrumentos, que disponen en una tarima central en torno de la cual operan los tres músicos. Si utilizan portátil es porque sus bases se escapan a la norma, y por debajo de los fraseos cuelan ritmos imposibles, ruidos industriales, crepitaciones, telones de dub, amagos de ambient, y todo un sinfín de sonidos llegados directamente de la electrónica. Y lejos de operar con estas bases como unos cirujanos experimentales del ordenador, los tres músicos escenifican un concierto divertido y saltarín muy lejos de la trascendencia y del culto al ego habituales en el hip-hop. Como si todo aquello fuese una travesura, Anti Pop saltaban y bailaban implicando con esta actitud a todo el público en un concierto que verdaderamente era anguloso y difícil. De verdad sensacional lo suyo, y no sólo por el fondo, sino también por la forma en la que Anti Pop ofrece una música que ya ha dejado atrás el presente.
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