Notorio cantante popular y nacional de fines de los ’60 y principios de los ’70, basó su carrera en función de una “Revolución como puente a un Socialismo Nacional bailable y para toda la familia”.
Rodríguez, pese a las críticas del momento, no pudo dejar que apareciera en su música la influencia de las canciones de Violeta Rivas, las lecturas de John William Cooke, los discos del Club del Clan, en un cóctel hacia donde llegar su mensaje revolucionario a través de canciones pedorras, pero de melodías agradables, alegres y pegadizas. Por razones obvias terminó exiliado en Cuba, en donde se convirtió en productor y conductor televisivo, logrando éxitos como El show de Video Marx (programa donde hacía cámaras ocultas a burgueses antirrevolucionarios) y donde Fidel Castro era un invitado crónico que bromeaba con Bombita, quien constantemente lo hacía reír tocándole el upite. Otro éxito fue el programa de catch 100% Lucha de clases, donde obviamente ganaban siempre los proletarios con la ayuda del Comité Central del Partido. Influencia no confesada: John Lenin, cantante soviético, autor del tema Lucy en el cielo con diamantes expropiados a la burguesía.
Cantante pop. A pesar de tener un flequillo y un bigote similares a los que usaba Adolf Hitler, y de lucirse con temas que hablan de cruzarse de vereda ante la presencia de un pobre, y luego denunciarlo a la policía acusándolo de ser peruano, Micky insiste en que su arte no tiene connotaciones nazis, ni racistas. Escudado en campañas solidarias como “Llevemos a pasear a los niños inmigrantes a su país de origen y dejémoslos del otro lado de la frontera para siempre”, Micky sostiene que lo suyo es pop para divertirse. Su proyecto “Por una Buenos Aires limpia”, que consiste en limitar el desplazamiento de pobres de 8 a 10.30 de la mañana (se les daría media hora más para que limpien las migas de chipá) lo hace ver por momentos antipático, aunque él sostiene que sólo expresa el pensamiento medio argentino. Es probable que tenga razón.
Si bien todo hombre ha pasado por el lamentable momento en el que, sin armas a mano para la conquista, se le ocurre que es agradable para la mujer cantarle parte de las canciones que se está bailando, representar con mímica parte de la letra o un solo de guitarra, el caso de este muchacho es distinto. Jamás se dio cuenta de que queda como un pelotudo a los ojos de una mujer. Sus peores momentos son intentar hacer pasos a lo Jagger, bailar como un kolla en temas como Cuando pase el temblor o ese otro de Marcela Morelo. Por supuesto, nunca la pone.
Extraño caso, o emblemático, de estrella de rock al que nunca se lo vio cantar. Es coherente, dado que la música, para Pomelo, es un trámite molesto y engorroso en su objetivo de ser estrella de rock. Su acto más generoso fue, estando enamorado, contribuyendo con 15 centavos a un pobre que se le cruzó por la calle. Ha esquivado constantemente las detenciones policiales por tenencia de estupefacientes, delatando sistemáticamente a más de 478 conocidos. En más de ocho ocasiones entregó a su madre. Por contrato, Pomelo tiene derecho que le paguen el sushi y a ser ignorante, estúpido y miserable, cosas que disfruta tanto como el sushi. Hizo una huelga de hambre de quince minutos ante el cierre de la importación de anteojos Ray-Ban.
Adolescente del que no se conoce su nombre. Sus características son las clásicas de esta tribu ya analizada en diversas notas periodísticas.
Está cercano a la depresión y la angustia que hace unos años podía representar un dark; y un par de años antes, Ernesto Sabato. Es totalmente consciente de que todos los seres humanos necesitan representar un personaje para vivir y que, en su caso, llegó tarde al reparto de disfraces. Hace hermosas canciones, y escribe aforismos. El más logrado es uno que dice: “Quiero ser inmortal, pero sé que voy a morir en el intento”, lo que le valió felicitaciones de sus amigos y que su padre le tirara una taza de sopa de pollo en la cara.
Cantante y poeta. Influenciado por Artaud y Baudelaire, hizo de su carrera una lucha constante por llevar la poesía más críptica a las masas. Puede dividirse su carrera en dos etapas. En la primera, con discos como Olimpo de angustias (que vendió dos placas en Musimundo, una por error), dejó fluir su inspiración, aunque sin lograr demasiada repercusión. Luego, al descubrir que palabras como “ojete” o “pindonga” lograban llamar la atención del público, lanza trabajos como Vení a lustrarme la merluza o Soy Romualdo, no me eche, soy el delivery de leche, que lo acercan al gran público. Su tema Vení a tocar mi trompeta de carne vendió más de 8 millones de placas, y es el preferido del rey Juan Carlos de España.
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