KAPANGA TODOTERRENO
La aglomeración de chistes de barrio, la obvia inspiración en The Beatles, Sandro y Palito Ortega, pero con la acostumbrada vuelta de rosca de Farsa, y la mirada cómplice del Mono de Kapanga, han inaugurado un género nuevo para el cine y para el rock local.
› Por Mariano Blejman
No podía haber lugar más perfecto para el estreno mundial de la película Kapanga Todoterreno: una función especial en el Festival de Mar del Plata, después de una recorrida del trencito de la alegría por la ciudad costera, con la banda encima brazo en alto y el público haciéndole el aguante en la puerta del teatro. Nacional y popular, rockero, arengador y del conurbano, chorreando grasa (mecánica, comestible...) y alegría festivalera por los cuatro costados; con un orador que imploraba que nadie fumara en la sala, y por favor no hagan pogo en las primeras filas. Si Kapanga... es el Help! argentino, la transpolación funciona en casi todos los niveles. Porque la aglomeración de chistes de barrio, la obvia inspiración en la película de The Beatles, Sandro y Palito Ortega, con la ocasional tendencia a ponerse a cantar cuando uno menos lo espera (tal el caso del cine indio de Bollywood), pero con la acostumbrada vuelta de rosca que tienen las bizarras producciones de Farsa, y la mirada cómplice del Mono de Kapanga, han inaugurado un género nuevo para el cine y para el rock local: el cine de cantautor.
Primero, seis obreros de la construcción que, estimulados por el Mono, deciden anotarse en un “campeonato mundial de bandas beat” para “largar todo” y dedicarse “a la música y el asado”. Así, el Mono deberá encargarse de conseguir los instrumentos, Mariano y Maffia la ropa Beatle, Balde las pelucas, y Maikel y Memo se dedicarán a encontrar las groupies. Todo “para mañana”. Pero lo que aparentaba una mera interacción entre una historia pobre de guión y una serie de clips divertidos para justificar el proyecto, toma caminos riesgosos y sorprende a cada rato con los cameos (apariciones inesperadas) de Pablo Lescano, Flavio, Alejandro Naggi, Pablo Echarri y Ricardo Iorio, como “el Dios del asado”, entre otros. Kapanga... es una festejable catarata de idioteces, que puestas todas juntas, y estimuladas por el contexto, dan para la carcajada, agarrarse la “cabeza” y decir “qué hijos de puta”.
Porque en Kapanga... nada es exactamente lo que parece. El Mono no es sólo un obrero de la construcción sino un agente “superrecontrasupersecreto” que se comunica directamente con el presidente Gillespie (que tiene que salvar a la actriz Araceli), la pizzería Factory es un comando central capaz de proveerlo de la longanize shot y las anchoas adormecedoras, Pablo Lescano anda en bici y manda a los “buscagroupies” a conocer a Ricardo Estrella, Balde no sólo se cae a un pozo buscando una peluquería sino que allí encuentra al “chorizo cantor” que le enseñó a ca ntar a Gardel, y la sangre de un poseído no es sangre sino chimichurri. Cuando la cosa parece que se cae, viene otro clip, y el Mono usa un arma supersecreta que dispara aceitunas y se escapa, y mientras corre para no volar en pedazos aparecen los carteles de Sabbatella, como para marcar territorio.
Kapanga... es eso que se impuso en la retórica publicitaria después del suceso de Peter Capusotto y sus videos, pero de verdad: la acumulación de lugares del Gran Buenos Aires, hasta en el momento mismo en el que el guión se las arregla para hacer competir a los músicos contra los “norteamericanos” Daft Punk por el mejor asado. No hay retórica posible (aquí Daft Punk no son iconos franceses del hombre-robot que leen a Michel Foucalt sino centro del chiste de barrio “¡el carnaval es en febrero!”). Ricardo Iorio es lisa y llanamente Dios, usa una foto de Perón en el pecho y les concede “el don de la música”, y Kapanga usa el mejunje para mezclar un poco de compromiso social con algo de minitas: “Cómo me gustaría proteger la ecología, / cómo me gustaría que sea limpia la energía, / cómo me gustaría que la Iglesia no sea necia, / cómo me gustaría la justicia sin amnesia,/ cómo me gustaría que Araceli sea mía”, cantan en Araceli. Pero las groupies nunca aparecen.
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