Jueves, 21 de enero de 2010 | Hoy
“Cemento fue un espacio importante para gente que quería hacer cosas, porque era muy diverso e iba todo tipo de público. Te cagabas de calor, sonaba como el orto y los baños estaban rebalsados todo el tiempo, pero para nosotros resultó fundamental porque tocamos muchas veces. Ahí fue donde comenzamos a llevar más gente y empezamos a despegar del circuito de pubs, e incluso donde nos presentamos por primera vez con Sergio Dawi y Walter Sidotti. Cuando subió Luca Prodan estuvo buenísimo, porque no había sido premeditado. Simplemente fue a saludar a Skay y a Poli a los camarines, y después se copó cantando. Las noches de Cemento tenían esas cosas, pero también otras, como aquella vez que se cortó la luz en pleno show y la cosa se puso media densa. Imaginate: Cemento al palo... y a oscuras. Por suerte no pasó nada. Es feo saber que el lugar está siendo reformado porque ahí pasé un montón de tiempo. De esa época creo que ya no queda nada y me da mucha tristeza que lo hagan mierda.”
“Salvo las bandas emergentes de estos últimos años, no creo que nadie vaya a extrañar Cemento tanto como el Einstein. Me encantaban los camarines, que eran una mierda del demonio. Había dos escaleritas que iban hacia arriba, en donde tenías dos inodoros destrozados, sin puertas, ni luces. Más bonitos eran los pasillos secretos que, como su nombre lo indica, jamás revelaré. Era un lugar tan decadente que era fantástico.
Recuerdo el día que entraron dos topadoras amarillas como las de la Municipalidad, pero en un recital, y casi nos aplastan a todos. Fue la vez que hicimos un espectáculo junto con la Organización Negra. Sinceramente era una de esas noches en las que estás rodeado de gente, apenas podías llegar al escenario... y no querías que dos topadoras te sorprendiesen. Los pocos videos que tenemos hechos en blanco y negro los hicimos ahí, con Johnny Allon y su equipo técnico. Cemento estaba vacío y húmedo. Fue un día sin gente, donde los baños estaban para nosotros solos... ¡y las bebidas también!”
“En Cemento toqué con muchas bandas, e incluso llegamos a festejar nuestras cien presentaciones con Todos Tus Muertos. Pero no sólo estuve como músico sino también como público. ¡Gasté muchas suelas en Cemento! Cuando tocó The Exploited sentí peligro por mi vida, estaba abarrotado de skinheads nazis. Vi cómo le rompieron la cara a Pil de Violadores... ¡y me las piqué! Pero también tengo recuerdos divertidos, como los anarcoquilomberos de Enema destruyendo el escenario, las Capital Federal besándose en un show de escuelas frente a un público de padres y Ricky Espinoza vomitando y cogiendo en el camarín. Una de los mejores recuerdos que tengo fue haber chocado los cinco con East Bay Ray, guitarrista de Dead Kennedys; y presenciar la prueba de sonido de Stiff Little Fingers cuando hicieron Clash City Rockers, poco tiempo después de la muerte de Joe Strummer. Me da muchísima tristeza, porque fue un lugar que tuvo la magia de haberles dado espacio a bandas que sólo en un sitio así tuvieron cabida. También me queda una sensación de impotencia ante el desgraciado Cromañón. Chabán cometió el inmenso error de confiar en porquerías como Callejeros que se encargaron de que el rock quede totalmente destruido y en manos de un monopolio vomitivo.”
“Mi primera vez en el escenario no fue con Miranda! sino cantando en la obra Clásico amoral de Chabán. Vi un aviso donde se buscaban artistas, así que fui con un disco de pistas de jazz que en ese entonces usaba para cantar en un bar-restaurant de San Telmo. Omar me explicó que no había equipo de música y me dijo: ‘Cantá algo así, sin música, dale, dale’. Me puse a cantar God Bless the Child de Billie Holiday, y me tiró: ‘Ahora hacela en ruso, portugués, alemán, y listo’. No sólo cantaba sino que también hacía colaboraciones actorales en los números de otros artistas y, al finalizar, nos quedábamos bailando lo que pasaba Ale Sergi, que era el musicalizador. Ahí viví lo más bizarro que me pasó en la vida: cantar para un tipo que estaba sentado en una mesa junto a su mujer en bolas, porque habíamos hecho una función para nudistas a la cual no sólo que fue poca gente sino que tampoco estaban todos desnudos. En Cemento cualquier cosa era posible.”
“El día de la inauguración había choripán, polenta y pizzas, y llegar a la barra era imposible porque todo el mundo estaba bebiendo y comiendo a tope. Katja Alemann repartía cigarrillos y demás giladillas vestida de conejita de Playboy y su mamá hacía performances en el techo del medio, donde también estaba el DJ. En esa época, y durante casi dos años, Cemento era más que nada una discoteca. Fue un lugar único en América latina, sólo comparado con salas míticas de Europa y EE.UU. Si Buenos Aires se distinguió de otras ciudades por su gran under artístico, gran mérito le corresponde a Omar Chabán. Era un espacio abierto a todo tipo de expresión artística, en una época en que había muchos prejuicios. Indudablemente, la característica del lugar era el olor a meo en los baños del público. Todo en Cemento era bizarro. Cuando trajimos a King Diamond, él había pedido un camarín con ducha y nosotros le dijimos que si llovía, era posible. No entendió el chiste, hasta que mostré un hueco en el techo de un metro de diámetro y se mató de risa. Pero, bueno, así es la vida. Las cosas nacen, se reproducen y mueren. ¡Y Cemento sí que se reprodujo!”
“Debuté en 1987 con una banda de amigos de barrio en un recital a beneficio de trabajadores de ENTel (entre ellos, nuestro cantante). Con A.N.I.M.A.L. metíamos mucha gente. Era una época dorada para el under y Cemento era el palacio. El lugar era bizarro desde que entrabas. Cuando fuimos a pedirle a Chabán una fecha para nuestro primer show con Carajo, lo encontramos desnudo y con una nariz de payaso persiguiendo a una chica que corría llorando hacia la salida en una de esas clases de teatro que él daba. Al vernos, simplemente nos dijo: ‘Ahhh, chicos, ¡ya estoy con ustedes!’. Una vez apareció Pity Alvarez de la nada e hicimos un popurrí de covers medio hip-hoperos. De repente desapareció y resultó que estaba socorriendo en los camarines a un chico que había sufrido convulsiones, cortándolo para que sangrara y poniéndole su billetera en la boca. Nos enteramos porque la enfermera, que cayó después, nos dijo que, con eso, le había salvado la vida. No siento melancolía o tristeza por el espacio físico, porque Cemento no era lo más lindo y cómodo como recinto en sí mismo. Lo que lamento es que se haya perdido esa filosofía y esa bohemia, y que Chabán haya quedado manchado ante la sociedad como un asesino.”
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.