Para el que creyó que Pac-Man o Mario Bros eran arcaicos e incluso dudó de su integridad sonora, una nueva progenie de productores artísticos, aunque para muchos no sean más que una manga de terroristas, se hizo del bit de estos añejos videojuegos caseros para rediseñar desde la segunda mitad de la década pasada los matices de un sinnúmero de manifestaciones cadenciosas. Si bien se aglutina bajo el nombre de música 8-bits o chipmusic, este género (posta que lo es) reúne a un piélago de subestilos: amigacore, bitpop, blip blop, chipbreak, chiptune, bleep metal, chipnoise, chipstyle, bitpop, fakebit, low bit, nerdcore y chip hop. Aparte del riesgo indie dance tanto de Crystal Castles como de Eightcubed, entre sus figuras sobresale la impronta dub del francés Pupajim y de la escocesa Soom T (ambos de la escudería alemana Jahtari, especialista en exponentes de este formato), los metaleros suecos Machinae Supremacy y los raperos Jiggy Drama (Colombia) y BBear (Estados Unidos). Al mismo tiempo, se puede descargar de la web el álbum Moon8, un proyecto de Brad Smith que convierte al 8-bits nada menos que una de las obras de arte de la historia del rock: The Dark Side of the Moon, de Pink Floyd.
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