Luego de las presentaciones de rigor en el mercado estadounidense, la antesala de la gira por Sudamérica que lo traerá a Argentina fue el show que ofreció el domingo último en el Coliseo José Miguel Agrelot de San Juan de Puerto Rico, país en el que no tocaba desde el lejano 1984. Como pocas veces, este Scream World Tour incluye titánicos viajes por sitios que no eran costumbre ser considerados por Ozzy y Sharon Osbourne en sus planes de gira.
Anunciado a las 20.30, el recital comenzó cuarenta minutos más tarde, cuando las luces del Coliseo se apagaron y por las pantallas gigantes comenzó a verse un divertido video en plan comedia, en el que Ozzy aparece participando del reality show Jersey Shore, junto a la cantante Lady Gaga en el video musical Telephone, imitando a Beyoncé o “actuando” en pasajes de las películas Avatar, Twilight, The Hangover y Iron Man. Su carcajada inconfundible, con la cantata Carmina Burana de Carl Orff de fondo, precedieron a lo esperable y previsible: la salida del otrora Príncipe de las Tinieblas al escenario.
De punta en negro, dijo “¡quiero escucharlos enloquecer!”, por primera entre tantas veces, mientras el show comenzaba su rodeo. Al igual que cuando tocó en River en 2008, el elegido para el descorche fue Bark at the moon, clásico del disco homónimo que fue editado en 1983. “Let me hear your scream”, casi de compromiso, significó el único repaso de Scream, el flamante disco que puso en funcionamiento la bestial maquinaria de gira del clan Osbourne. Tal como lo promete en la entrevista, el repertorio se recuesta en clásicos de la vieja época, fundamentalmente los de Blizzard of ozz (1982) y, también, los de Black Sabbath (1969) y Paranoid (1970).
Como ya se ha dicho, el disco y la gira que convocan el presente de Ozzy son los primeros arrestos del cantante inglés sin la compañía de Zakk Wylde, quien (en lo que ya venía siendo un secreto a voces antes de su partido) terminó finalmente dedicándole todos los esfuerzos a Black Label Society, su propio proyecto. Sustituído por Gus G., la troupe se completa con el tecladista. Ya sin Zakk Wylde, la troupe ozzysta tiene entre sus claves al tecladista Adam Wakeman (que ya había tocado en Black Sabbath) y a Blasko Nicholson (bajo) y Tommy Clufetos (batería), en otro tiempo, base rítmica de Rob Zombie.
Aun pese a sus sabidas imposibilidades motrices, Ozzy Osbourne procuró no mezquinarle a la entrega física y, de esa forma, abandonó cada vez que pudo su clásica parada estática frente al micrófono. Como sucedió en aquella presentación del Quilmes Rock (que circula por Internet con una muy buena calidad de audio y de video), el cantante inglés jugó con el público vaciándoles el contenido de los baldes en los que embebía su larga y enrubiada cabellera, o arrojándoles agua con espuma directamente desde una manguera.
El concierto continuó con Mr. Crowley y I don’t know, hasta que el primer repaso de Black Sabbath llegó de la mano de Fairies wear boots, de Paranoid, algo que repetiría luego con War pigs, Rat salad o Iron Man. También sonaron Suicide solution, Road to nowhere, Shot in the dark y Crazy train, este último bocado previo a la prematura despedida final, con Paranoid. Para ese entonces, el show apenas acreditaba hora y media y sólo habían sido tocadas 13 de las 18 canciones que acusaba el set list entregado oportunamente a la prensa. Después de la presentación en GEBA del 26 de marzo (originalmente, iba a ser en el estadio de Racing Club), Ozzy continúa su periplo por Santiago, Chile (28) y Porto Alegre (30), para luego continuar por Perú, Ecuador y Colombia y, previo paso por Panamá, retomar el cause de la gira en el mercado de shows del verano europeo.
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