Cuando Lawrence Lessig, el creador del concepto de Creative Commons, habló en el G-8 el año pasado en Europa frente a los grandes poderosos de la política mundial, se refirió a la fuerza de Internet como elemento para que nuevos proyectos culturales surjan desde los bordes. Aquellas ideas que en algún rincón del planeta resuelven un problema y se convierten en referente. La plataforma mundial de Internet como libre flujo, bajo la bandera de neutralidad de los datos. Se refirió a los casos prototípicos como ICQ o Hotmail y a cientos de ideas que aparecieron en recónditos lugares del planeta y que fueron ganándose un lugar en la cultura digital con la fuerza de la repetición, la copia, la destrucción y la reinvención. En esa delgada línea entre la defensa de la propiedad intelectual y la de la libertad de expresión se generó una nueva rutina generada por las capacidades tecnológicas: la religión del copypaste.

En ese sentido, Taringa! funciona como una plataforma costumbrista. Un sitio de cabotaje, inicialmente al menos, que comprendió que hacía falta un lugar para que la gente pusiera todo aquello que podía ser compartido. Lo que pudimos hacer ahora con los bienes culturales, nunca pudimos hacerlo en miles de años de historia. Compartirlos sin escasez. Es inédito. Taringa! es el índice de las necesidades nuestras y de los otros, y la posibilidad de compartir todo aquello que no puede encontrarse en otro lado. Por supuesto que eso tiene un riesgo, y que esa acción implica un riesgo para aquellos que trabajan con bienes culturales (el copypaste no paga la luz, ni el gas, ni el crédito del auto). Pero el desafío está en encontrar nuevos modelos de negocios, antes que criminalizar el acto de compartir. En la propuesta del nuevo servicio de Taringa!, la plataforma da un paso hacia adelante en la búsqueda de esa respuesta en un nicho que hasta ahora había sido desestimado por los sellos discográficos locales. Con 70 millones de visitas mensuales, Taringa! Música tiene una inmejorable posibilidad de saltar al negocio de la canción legal desde el borde en un espacio que aquí ni siquiera Apple pudo explotar. La relación directa entre músicos y consumidores, con intermediarios mucho más pacatos al menos por ahora, generando una comunicación directa y comprendiendo las nuevas reglas de la economía digital.

@blejman