En la cultura gay, el oso pardo es aquel hombre robusto que puede tener panza o no, que puede ser gigante o pequeño; eso sí, tiene que tener mucho vello y pelo oscuro. Y aunque Droste sea abiertamente gay –las referencias van desde la elección del nombre de la banda, a las temáticas en letras como la de Plans (“Yellow House”), o a haber definido su disco debut, Horn of Plenty, como un álbum centrado en relaciones homosexuales–, intenta desprenderse de la etiqueta de “gay friendly”. Al menos un poco. “Surgió cuando aún era mi proyecto solista. No fue la razón principal asociarlo con lo gay. Pero tampoco es tan alejado. Me resultaba gracioso. Y luego tomó otra forma, ahora la banda se apoderó del nombre. Y ni siquiera lucimos como osos, somos flacos y estamos bien afeitados”, se ríe. Droste se pone serio al hablar del matrimonio gay: “Debería ser legal en todas partes, en los Estados Unidos es permitido sólo en nueve estados, acá es en todo el país, ¿no?”, pregunta. Cuando se le dice que sí, muestra su asombro: “Es interesante porque tengo entendido que la Argentina es un país bastante católico, como España, y son dos lugares que han avanzado en ese sentido; me gustan esas dualidades”.