Dom 11.12.2005
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FAN › FAN > UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA:

Al primer amor

Por Daniel Melingo

La primera vez que lloré escuchando una canción fue con “Volver”. Fue volviendo a Buenos Aires desde Uruguay. Yo era chico, tenía doce o trece años y volvía de unas vacaciones con una novia, la primera novia que tuve. Habíamos ido con su familia de veraneo a Uruguay. Escuché “Volver” cuando tomamos el ferry de vuelta. Fue una emoción muy grande. Me quedó grabada en el corazón. Ahora siempre que vuelvo de Montevideo me acuerdo de eso, sobre todo cuando empiezo a ver la costa de Buenos Aires, el puerto.

Fue raro. Crecí con el tango, mi familia está llena de milongueros, letristas, de la Academia del Lunfardo, bailarines; todos fanáticos, con el fanatismo de una horda ricotera pero de los años ‘40. La familia de mi madre era de Parque Patricios. Iban todos a bailar al Club Huracán, por donde pasaron las grandes orquestas de los ‘40. Yo nací a fines de los ‘50 pero me crié en ese ambiente, en la casa de mi abuela, una casa enorme, primer piso por escalera en Lavardén y Caseros. Mi abuela cocinaba silbando tangos y en cada cena mi tío mayor, “el poeta del Parque de los Patricios”, recitaba un acróstico para un tanguero (tomaba el nombre en sentido vertical y le hacía un verso). Era todo un ritual. Después se corrían las mesas y las sillas y se bailaba tango.

“Volver” es un tango que había escuchado miles de veces antes. Pero la sensación de emoción, de toda esa nostalgia recién la aprendí aquella vez, a los 12, volviendo de Uruguay. Elegí “Volver” por eso. Nunca hasta ese momento había escuchado un tango así, cumpliendo una función tan vital.

Redescubrí “Volver” mucho después en una versión instrumental de Astor Piazzolla y Aníbal Troilo. Es una versión que canto en momentos de mucha intimidad con el acompañamiento de esos dos monstruos pero no me animo a cantar clásicos en público. Es para la ducha. No lo canto en público. Tengo mucho respeto por los clásicos. Los estudio con mi profesora pero en público me remito a los tangos escritos por mí. Me parece que mi función es escribir un nuevo tango, sin ninguna pretensión, el tango-canción.

La letra de “Volver” es toda escalofriante, sobre todo la segunda estrofa. El estribillo es grandioso. Siempre da vueltas sobre lo mismo, sobre la nostalgia, el reencuentro, la separación de algo que no se sabe muy bien qué es. Pero va en un in crescendo total. “Volver” es un himno a la nostalgia.

Y la verdad es que es un tango que se escucha distinto a los 12 que a los 48. Pero cada vez me parece que está mejor hecho, como esas películas a las que siempre les vas descubriendo más cosas y no podés creer lo perfecta que es. Es una conjunción muy pura de nuestro estilo. Tiene una gran complejidad que, sin embargo, no se siente compleja. Los sentimientos son complejos y la melodía también, pero se hace simple. Simple y maravilloso a la vez.

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