FAN › UN ACTOR ELIGE SU PELíCULA FAVORITA: CLAUDIO QUINTEROS Y EL ANSIA (1983), DE TONY SCOTT
› Por Claudio Quinteros
Elijo El ansia, la ópera prima de Tony Scott, el hermano de Ridley Scott. Un fracaso total. Una película claramente publicitaria con una estética superochentosa. Está basada en la novela de un americano que se llama Whitley Strieber, un tipo que después se puso a escribir sobre ovnis. Tony Scott se retiró un par de años y volvió a filmar un montón de estupideces como El último boy scout y Top Gun.
El ansia quedó como una película de culto. En Blockbuster está dentro del género terror, pero El ansia es una película que se va de género todo el tiempo. Catherine Deneuve es una mujer vampiro y David Bowie es su marido y los dos buscan víctimas para seguir viviendo. Después de 500 años a Bowie, mezcla de humano-vampiro, se le acaba la vida y ahí entra en acción Susan Sarandon, una científica que investiga con monos sobre la vida eterna. Ella se transforma en amante de Catherine y lo desplaza a Bowie.
Vi El ansia por primera vez cuando tenía 14 años. Me conmovió profundamente. La vi unas cinco, seis veces en la adolescencia, es una película a la que recurrí constantemente. Un paradigma pospunk o gothic-punk.
La película abre con una escena hermosa: ellos dos buscando víctimas en una disco de los ’80. Bowie vestido de cuero con anteojos negros redondos, Catherine Deneuve con un birrete de cuero y con anteojos negros ovalados en punta. Mas allá dos chicos bailando “Bella Lugossi is dead”, una canción emblemática de los ’80, y detrás de ellos, Peter Murphy (líder de Bauhaus) como un vampiro saltando y cantando detrás de una reja. En esa escena, en esa época y para ciertos adolescentes, ahí estaba “todo”. Me acuerdo de que yo la veía y me quedaba sin aire.
Estaba en el secundario cuando terminó la dictadura. Buenos Aires reventaba de teatro, rock, a todo nivel. Era una época en la que había que hacer muchas elecciones. En música había una línea pospunk, más gótica y dark, y del otro lado había algo que para mí era falso. Tenía compañeros de colegio que escuchaban porquerías importantes, César “Banana” Pueyrredón, caminos imposibles. Eran decisiones. También había algo de oposición, de resistencia. Es verdad que era una postura, que uno se ponía una camiseta y se armaba un personaje, pero esas cosas te marcan. Hoy sigo viendo a Robert Smith tocando la guitarra, gordo, haciendo el unplugged de The Cure y me conmuevo. Y Bowie ni hablar: un señor indescriptible, proteico, que vio pasar a tantos.
Ver El ansia en aquel momento fue algo increíble. Todo lo que a mí me encantaba estaba ahí, todo junto. La Bauhaus, uno de los mejores grupos del rock gótico, David Bowie, Catherine Deneuve y... ¡hablando de vampiros! Casi un apostolado de la época.
Ahora ya no escucho tanto esa música. Escucho más jazz y música clásica. Pero volví a ver El ansia por trabajo y todavía me parece que tiene un riesgo enorme. La escena de amor entre Catherine Deneuve y Susan Sarandon es maravillosa. Todo entre tules, flores, estatuas egipcias y filtros rojos, y con la ópera Lakme de Leo Delibes de fondo. Es de un erotismo importante. Divertida pero también con algo muy insinuado y preciosista.
El ansia también tiene toda esa trasgresión de la muerte y el amor. Para un adolescente es un cruce importante. Catherine Deneuve en la ducha, los dos bañándose desnudos y saliendo en un Rolls Royce a matar... Esto de matar gente para sostener el amor eterno con alguien me sigue pareciendo extraordinario.
Yo soñé con la frase de Bowie: “Siempre juntos, por siempre, para siempre”. La inmortalidad, la vida eterna..., todavía pienso en esos temas.
Ensayando La Venus de las pieles, alguien me dijo “¿Viste El ansia?”. Cómo no. El ansia fue un refugio estético que hoy me falta.
El ansia (The Hunger, 1983) fue el primer largometraje del director inglés Tony Scott. Hermano menor de Ridley Scott, venía de filmar comerciales cuando fue recomendado por Alan Parker —a quien la productora había convocado antes— para llevar adelante esta adaptación de la novela de Whitley Strieber. (Strieber era también el autor de una novela sobre licantropía que un par de años antes había dado lugar a otra película poco lograda: Wolfen. Años más tarde escribiría el libro que fue llevado al cine como El día después de mañana). Scott había intentado convencer a la MGM de que le produjeran una adaptación de Entrevista con un vampiro, de Anne Rice. Al no conseguirlo, aceptó este proyecto como contraoferta y volcó en él algunas de las ideas visuales que había tenido para aquel film frustrado. El resultado fue una obra “moderna” (para principios de los ’80) de un estilo “clipero”, pura atmósfera, fotografía (de Stephen Goldblatt) y estilización, con un efecto que fue definido como una suerte de “vampirismo chic en Nueva York” y que los críticos denostaron en su momento. Aunque el fracaso del film supuestamente desmoralizó a Scott, él mismo declaró —como puede verse en los extras de la edición en DVD— no estar conforme con el cambio que se efectuó sobre el final respecto del libro, forzado por el estudio que la producía, que reclamaba que el personaje de Deneuve recibiera su castigo. A pesar de todo, su película adquirió un status de culto y muchos recuerdan particularmente la escena de seducción entre la actriz francesa y Susan Sarandon, y el tema musical de Bauhaus “Bela Lugosi’s Dead”.
A modo de trivia, en www.imdb.com figura que, con el objetivo de hacer más áspera su voz para el momento en que su personaje envejece dramáticamente, David Bowie se paró en el puente George Washington varias noches seguidas y cantó a gritos “todas las canciones punk que conocía”.
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