Dom 16.09.2007
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La piedra que ríe

Un músico elige su canción favorita: Chango Farías Gómez y “Piedra y camino”, de Atahualpa Yupanqui

› Por Chango Farias Gomez

"Piedra y camino" está editada en un disco homónimo que incluye canciones de Atahualpa Yupanqui correspondientes al período 1936-1947 (entre ellas: "El arriero", "Camino del indio", "Zambita de los pobres", "Malambo", "Adiós Tucumán", "La añera").

Héctor Roberto Chavero (Pergamino, Buenos Aires, 31 de enero de 1908; fallecido en Nimes, Francia, el 23 de mayo de 1992) empezó a hacerse llamar Atahualpa en su adolescencia, en homenaje al último soberano inca. Ata significa "viene"; Hu, "de lejos"; Allpa, "tierra"; Yupanqui es "contar" ("El que viene de tierras lejanas a contar"). Era, como cuenta Farías Gómez, un artista de un gran sentido del humor. Alguna vez se definió en estas palabras: "No sé si me siento un hombre solitario. Me gustan las bromas, conozco cien mil chistes paisanos y puedo contarlos tres noches seguidas sin repetir ninguno. Vengo de gente campera, que siempre buscaba un porteño para que nos costeara la diversión. Vengo de un espíritu burlón pero campesino, y ligeramente dramático, mucha pobreza, mucha soledad, pero con una tercera dimensión particular y sentido del humor que viene de mi abuelo. Yo te cuento un cuento y tengo sentido del humor, pero si me ponés una guitarra en la falda se me acabaron los chistes, las bromas; es como si me pusieras una vieja Biblia más clara en sus parábolas".

Uno de los autores que para mí es esencial es Atahualpa Yupanqui. Y uno de los temas más hermosos de él es “Piedra y camino”, que es una demostración cabal de cómo Atahualpa modificó el tipo de zamba que nosotros escuchábamos, que era muy española en cuanto a su armonización y su melodía, y cómo usó eso con la vidala. Es más: los textos y las letras que se cantaban eran del coplero español, pero Atahualpa empieza a hablar de la problemática, de la vida y la muerte del hombre que produce este tipo de música. Atahualpa es uno de esos letristas que son poetas y eso es algo que en la canción popular antes de él no era tan así. Hay muchas de sus letras que me marcaron: cuando uno escucha “Camino del indio”, por ejemplo, entiende muchas de las cosas que están sucediendo hoy, la gente se está muriendo de hambre en el Noroeste, y tenemos mandatos culturales que vienen de muy profundo –pensamos que no existen los nativos de esta tierra, cuando está lleno de ellos–, y Atahualpa lo denuncia cuando dice “las penas son de nosotros / las vaquitas son ajenas”. A través del arte, de la emoción de la canción, uno ve qué le ha pasado a un pueblo. Las de Atahualpa son melodías y armonías bellísimas, que denuncian en profundidad lo que nos ocurre.

Conocí “Piedra y camino” cuando era muy pequeño, tendría ocho o nueve años. En casa se tocaba esta música; Atahualpa era una de las personas que venía a lo de mis padres. Esto tiene una historia: mi padre, Enrique Napoleón –el “Tata”– Farías Gómez, es la persona que introduce el piano en esta música. Esto es algo que no se sabe mucho. El iba a pasar las vacaciones al obraje de su padre. Hay que imaginarse un obraje, un lugar en medio del monte, lleno de árboles, donde hay una casa que tiene un piano. Este chico empezó a tocar la música que hacía la gente que trabajaba en el obraje. Era un caso raro dentro de la sociedad santiagueña, a quien en determinado momento de las reuniones le decían: “¿Por qué no tocás el gato de tu mamá?”, y él tocaba esta música. Cuando los hermanos Abalos llegan a Buenos Aires a estudiar y se dan cuenta de que esta música tenía mucho predicamento, deciden armar un conjunto de tipo folklórico. Y es ahí cuando mi padre le pasa a Adolfo Abalos todos estos tumbados que había desarrollado en su juventud, y así el piano se incorpora a la música folklórica; y de ahí se conoce con Atahualpa. Se hacían reuniones artísticas musicales –vamos a llamarlas así– y yo tenía la costumbre desde muy chico de ver en mi casa a Atahualpa, a Ariel Ramírez, a los hermanos Abalos, Mario Arnedo Gallo, gente que tenía mucho peso en el concierto de la música nativa. Fue en una de esas reuniones que yo escuché “Piedra y camino” por primera vez, y quedé subyugado. A partir de aquellas experiencias, empecé a analizar e investigar un poco más profundamente todo el acontecer de esta música. A partir de esta canción empecé a tomarme ciertos atrevimientos, a intentar profundizar en cómo es, como se hace, qué es lo que se puede hacer y qué es lo que no se debe hacer.

Desarrollé una afinidad con el gran filósofo Atahualpa, que dio lugar a que yo viera las cosas de distinta manera, que entendiera que esta música no era solamente para cantarla o bailarla así nomás. He hablado con él de estas investigaciones, de estas maneras de reinterpretar su música. Cuando en el momento de mayor esplendor de los Huanca Hua, hacia el año ’60, se le acercaron a preguntarle qué opinaba del conjunto, dijo: “Y... si uno canta los otros le hacen burla”. Los medios se lo tomaron como una burla hacia nosotros, cuando realmente era una de las tantas bromas que hace el hombre del interior respecto de las cosas y la manera en que uno las ve. Así era el sentido del humor de Atahualpa: en otra ocasión le preguntaron qué le parecía Quilapayún, que era uno de los artistas emblemáticos de Chile, y dijo: “Bueno, un camión lleno de peronistas”, porque eran muchos los Quilapayún sobre el escenario. Era un sentido del humor que puede que se haya perdido un poco: la industria de la música ha hecho que algunas cosas se estandarizaran, y yo no sé si todavía quedará algo de ese rasgo humorístico de Atahualpa. No sé qué diría él hoy si viera alguno de los festivales que ocurren actualmente en Cosquín. No lo sé. Pero sé que con ese mismo sentido del humor, y esa capacidad para entender la manera en que la música pasa de un artista a otro y se transforma, nos dijo alguna vez: “Ustedes los Farías Gómez son los únicos capaces de ponerle mostaza a un asado y que no le cambie el gusto”.

Chango Farías Gómez se presenta los martes a las 21 en Velma Café, Gorriti 5520.

“Piedra y camino”

Letra y música: Atahualpa Yupanqui

Del cerro vengo bajando,
camino y piedra.
Traigo enredada en el alma, viday, *
una tristeza.
Me acusas de no quererte;
no digas eso.
Tal vez no comprendas nunca, viday,
por qué me alejo.
Es mi destino:
piedra y camino.
De un sueño lejano y bello, viday;
soy peregrino.
Por más que la dicha busco,
vivo penando
y cuando debo quedarme, viday;
me voy andando.
A veces soy como el río:
llego cantando
y sin que nadie lo sepa, viday;
me voy llorando.

* Viday: "mi vida" (en quechua la "y" significa mi, mío).

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