Dom 21.02.2010
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El sabor de la verdad

Un dramaturgo y director teatral elige su película favorita: Carlos Mathus y Un día muy especial, de Ettore Scola

› Por Carlos Mathus

Hay películas que me producen una sensación muy fuerte y muy difícil de definir, una angustia que me persigue mucho tiempo después de verlas. Son muy pocas: el cine me gusta mucho, pero rara vez me impresiona. Una de esas pocas películas, de las que más de cerca me ha tocado, es Una giornata particolare, de Ettore Scola. Y es que alguna vez tuve una relación muy especial con esa película.

Fue en los ‘80, cuando vivía en Brasil. Yo viví más de diez años en Brasil, y trabajé mucho allá. Y en un momento me pidieron que adaptara para el teatro esta película de Scola. Yo acepté sin haberla visto, y recién entonces fui a verla. Al salir del cine, me dio vergüenza haber aceptado: nunca iba a llegar a hacer algo tan bueno, tan emocionante, tan poderoso como eso que había hecho Scola con Mastroianni y Sophia Loren. Iba a tener que olvidar lo que Scola había puesto en mí, borrarlo para poder seguir adelante. No iba a ser fácil.

Lo más notable –que es lo que pasa siempre, creo– es que supe que era una gran película, pero no supe bien por qué. Algo me había pegado con fuerza. Toda esa historia social que se mueve detrás de los protagonistas, pero en especial la manera en que lo plantea Scola: no directa sino siempre por atrás, rodeándolos a ellos dos. Que en medio de las circunstancias enormes –es 1938, Hitler llegó a Roma a visitar a Mussolini y el pueblo salió a las calles a saludarlos– viven una historia simple. El encuentro entre ellos dos es de esas cosas que están por encima de uno, esas cosas que uno cree que está haciendo, pero en las que en realidad uno no toma ninguna decisión: son cosas que ya están decididas, para las que estamos destinados. Como si las cosas simplemente ocurrieran. En ese sentido, yo tenía por momentos la sensación de estar viendo un documental, algo verdadero. Eso es un logro de Scola, pero también de Mastroianni y Loren, que no parecen ser actores actuando, parecen estar viviéndolo de verdad; es increíble la vida que consiguen dar a sus protagonistas. A su vez, la narración, la cámara, jamás perturban nada de lo que está sucediendo: no es una representación, es la verdad misma. Mi madre era soprano, así que yo me crié desde bebé en el teatro, así que supe desde siempre la mentira que es el arte; pero con Una giornata particolare creí estar viendo la pura verdad.

A pesar de que el contexto es la guerra que está por venir, una situación dura y violenta, lo que uno recuerda de la película es su ternura, lo contrario, el contraste entre afuera y adentro. La emoción, la angustia de estos personajes que están muy solos, que están condenados desde un comienzo, porque el suyo es un amor que no puede existir, que está destinado a terminarse enseguida. La angustia es insoportable.

En aquel momento en que debí afrontar este trabajo en Brasil, me divertí todo lo que pude. Traduje y adapté la obra, que se estrenó en San Pablo en 1987 con dos excelentes actores: Gloria Menezes y Tarcisio Mieira. Fue un éxito, pero yo después ya no volví a ver la película. La emoción había sido demasiado fuerte, me tocaba mucho, y yo ya no quiero angustiarme cuando voy al cine. Lo que queda es el recuerdo de aquella emoción, que quizá provino de algo que yo estaba empezando a entender cuando la vi por primera vez, algo que tenía que ver con toda mi vida. Yo nací en 1940, así que en mi infancia el tema de la guerra estuvo siempre muy presente. Mi padre nos dejó y se fue de casa cuando yo era chico. Más tarde, yo supuse que mi padre había sido nazi. Nunca pude comprobarlo, y en casa no se hablaba de eso, pero son conjeturas que hice en base a cosas que encontré más tarde, a algunas fotos. En todo caso, es algo que no voy a saber con certeza jamás, es una historia que completé yo solo. Y sé que cuando vi Una giornata particolare esa historia empezaba a cerrarse. De golpe, frente a la película de Scola, sentí que toda mi vida se relacionaba con eso, con ese mundo que rodea a los protagonistas y entendí, antes desde la emoción que desde el intelecto, por qué aquello había sido tan terrible.

Es algo que proviene de muy adentro. Esa angustia que, como dije, es tan difícil de definir, pero que es lo que yo busco desde entonces transmitir, aunque sea un poco, en mis propias obras.

Autor de Lección de anatomía, entre otras obras, Carlos Mathus reestrena el próximo 27 de febrero su obra Galería en su propio teatro, el Empire, Hipólito Yrigoyen 1934.

Reservas al 4953-8254. Entradas: $ 30.

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