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Domingo, 8 de agosto de 2010

FAN › UN PINTOR ELIGE SU OBRA FAVORITA: MIGUEL ROTHSCHILD Y YA NO PUEDO VER MáS ARTE, DE TIMM ULRICHS

Ya no puedo ver más arte

 Por Miguel Rothschild

Luego de aceptar escribir sobre mi obra favorita me quedé pensando si realmente tengo alguna obra que elija por encima de otra. Muy pronto me di cuenta de que no podía decidirme por una en particular. En mi cabeza daba vueltas un conjunto heterogéneo, piezas provenientes de épocas distintas, obras que me conmueven por razones muy diferentes. Me decidí entonces a escribir acerca de un artista multifacético que marcó mi camino en el arte.

En el año 1975 el artista alemán Timm Ulrichs se paseaba por los pasillos de la feria de arte de Colonia con anteojos negros, bastón blanco, un brazalete de ciego y un cartel colgado del cuello con la inscripción: Ich kann keine Kunst mehr sehen (“Ya no puedo ver más arte”). Hace pocos meses mi Fan cumplió 70 años.

El mercado del arte le fue y le sigue siendo bastante ajeno y esto lamentablemente le cerró –por lo menos hasta este momento– el camino de la trascendencia internacional. Por este motivo imagino que su nombre es desconocido para muchos argentinos al igual que su obra maravillosa, desbordante de ideas, energía, humor e inteligencia.

Ya de muy joven, Ulrichs se propuso hacer de su vida un acontecimiento, una obra en sí misma, y con este fin abrió en 1961, a la edad de 21 años, en Hannover, Alemania, una oficina que denominó de “Arte total y banalismo”. Ulrichs es por propia definición un artista total, actitud que se puede ver desde dos perspectivas diferentes: por un lado, su obra se caracteriza por lo heterogéneo y variable; por otro lado, Ulrichs se nutre dentro de su proceso de creación, de una diversidad inagotable de fuentes de inspiración. El arte total es para él un proceso estético, reflexivo, de sensibilización respecto del mundo que lo rodea y al cual constantemente cuestiona.

“Arte es vida, vida es arte” es la consigna de su trabajo, así como lo fue también para otros artistas como Piero Manzoni y Alberto Greco en los años ‘60. Justamente la primera obra que conocí de Ulrichs se emparienta con la última realizada por Greco, donde –según cuenta la leyenda– poco antes de quitarse la vida se escribió la palabra “fin” en la palma de la mano. Ulrichs se hizo tatuar en 1970 “The end” en un párpado, de forma tal que sólo es posible leerlo cuando tiene los ojos cerrados.

Poco después de este primer contacto con su trabajo vi otra obra de 1968 llamada Ceci n’est pas une pipe de Magritte (“Esta no es la pipa de Magritte”). Este título está escrito en la parte interna de la tapa de una caja, en donde Ulrichs colocó una pipa-objeto, una copia de la pintada por René Magritte en su famosa serie La traición de la imagen (1928-29), icono del arte conceptual.

Este tipo de actitud, que incluye el poder jugar y reírse del mismo conceptualismo, es lo que me fascinó desde un comienzo. Ulrichs es un malabarista en el campo de las contradicciones y del absurdo.

Qué mejor manera entonces de terminar esta nota que traduciendo la frase que el artista talló en su lápida, anticipándose a su muerte: Denken Sie immer daran, mich zu vergessen! (“¡Acuérdense siempre de olvidarme!”) Timm Ulrichs * 31.3.1940.


Testimonio recogido por Mercedes Pombo

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