FAN › UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: RAMIRO GARCíA MORETE Y “MISS MISERY”, DE ELLIOTT SMITH
› Por Ramiro Garcia Morete
“Fingiré durante el día con alguna ayuda/ de Johnny Walker Etiqueta Roja.” El comienzo es implacable. La voz, ese bello y doliente susurro, ese aliento agridulce, acaricia a la par de un puñado de versos que azotan como una trompada al mentón. Instantáneamente, ingresa la batería y comienza el paseo, al igual que en el austero y ligeramente gracioso clip de la canción: allí nuestro antihéroe camina hacia delante, con su cabello sucio, un traje blanco con rosa en el ojal y un policía acechando, sin mirar jamás hacia atrás.
Y en “Miss Misery” –como en su magistral repertorio– es la mismísima pena la que persigue a Elliott Smith, uno de los compositores norteamericanos más brillantes e injustamente poco difundidos. Como a tantos ídolos míos, lo conocí ya muerto, lo cual no sería llamativo de no ser por cierta contemporaneidad: este tipo que cruza a los Beatles con Cobain y a Nick Drake con Big Star, falleció en el 2003. Al parecer, se trató de suicidio (tampoco es infrecuente en mi relicario): habría tomado la decisión de un modo tan dramático y conmovedor como clavarse dos puñaladas en el corazón.
Más allá de la teatral descripción y del aura maldita que lo envuelve, se trataba de un artista sutil y cuya pena era tan genuina y palpable que lo distingue de la abulia de otros cantautores. Pessoa escribió que el poeta “finge que es dolor, el dolor que en verdad siente”. Y allí reside el encanto de esta canción –que tiene una versión casera más cruda, con algunos versos modificados– donde la descripción desgarradora y por momentos ácida contrasta con el tono delicado y contenido de su voz. Emocionante pero sin estridencias. En esa lucha que requiere fingir para no derrumbarse, en esa distancia, en ese contraste entre versos inquietantes y el compás relajado, habita cierta entereza y dignidad que si bien no hacen de ésta la mejor canción de Smith, posiblemente sí la más lograda.
“Dos boletos partidos por la mitad y un montón de nada que hacer”, debe ser una de las mejores definiciones tácitas sobre una separación. Los viajes, las revistas, los planes: ruinas de dos contempladas por uno. “No te tengo conmigo, pero mantengo una buena actitud”, intenta convencer y convencerse. En algún lugar extravié una canción que abiertamente llamé “Señorita Miseria”, como una versión platense regida por esa idea de integridad en la miseria. En un fragmento decía algo así como “camino en ziz zag, pero voy parado/ y no es poca cosa en medio de un sismo/ nuestros problemas son casi los mismos:/ no sabés estar sola ni yo acompañado”. La guardé entonces, porque por suerte no me sentía abandonado.
No fui el único que erigió a Elliott como un faro. Hace unos años, cuando en La Plata no había lugares para tocar y algunos nos habíamos quedado sin banda, varios amigos (como mi hermana Laura Citarella) hacíamos conciertos acústicos. Y en la diversidad que hoy se manifiesta en Uf Caruf (sello en el que devinieron aquellas madrugadas en el glorioso CCC de la 42) había un factor común y era este pibe de Portland, adicto al crack, que creía que una camioneta de la disquera lo perseguía para robarle material (suena paranoico, pero conociendo las compañías, no es descabellado: hacen cosas peores), que creía que en el barrio los vecinos lo miraban mal, que acarició la masividad con la banda de sonido de Good Will Hunting.
Allí por 1998 le tocó subir, tembloroso y tímido, ridículamente envuelto en ese mismo traje blanco, al escenario de los Oscars. La versión endulzada por la íntima voz de Smith pero edulcorada por las cuerdas de la Academia contrastaba con la parafernalia montada nada menos que para Celine Dion y su portentosa canción de Titanic. No hace falta mencionar quién se llevó la estatuilla.
En alguna ocasión de mi vida, la tormenta se desató y fui yo quien fue mal visto por los vecinos, y quien fingió durante el día (with some help from Johnnie Walker Red), y aquella cancioncita mía que no era más que ejercicio de género cobró otro sentido. Durante ese período no pude ni escuchar a Elliott pero la imagen del video, caminando hacia delante, sin mirar atrás, me acompañó constantemente.
En un concierto tributo que supimos hacerle los chicos de Uf Caruf, elegí “Miss Misery”. Me pasa algo curioso con los temas en Fa o sus relativos menores: los canto perfectamente pero me cuesta tocarlos en la guitarra. Me trabo. Es una pena. Por eso es un vals que tarareo a solas, precisamente cuando camino... y llueve. Y nunca toco sin mi muñequera negra, tal como usaba Elliott: allí llevo a mis muertos y con ellos, seguramente bien recibido, él.
“Sé que preferirías/ verme marchar/ que tenerme que soportar/ en la forma que soy...
De todos modos, estamos en la misma vida.” Lamentablemente no estamos en la misma vida... ¿o sí? “Nunca te conoceré ahora, pero te amaré igual” rezaba otro de sus temas. Elliott se fue sin que lo conociéramos del todo, pero lo amamos profundamente. Sí, Señor Miseria: lo extrañamos. Aunque finjamos con o sin ayuda, mientras caminamos –cada día y como corresponde– con un par de puñales en el corazón.
Ramiro García Morete es cantante de Miro y Su Fabulosa Orquesta de Juguete (http://miroysufabulosaorques tadejuguete1.bandcamp.com/). La banda platense se presenta el 5 de mayo a las 22.30 en Guebara Bar (Humberto Primo 463). Recientemente editó un trabajo solista llamado El Olor de la Sangre (http://misterelolordelasangre .bandcamp.com/album/el-olor-de-la-sangre)
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