SALí
› Por Rodolfo Reich
La calidad y diversidad de la cocina coreana en Buenos Aires no es una sorpresa, pero el caso de Kyopo BA es distinto, único. Tanto, que va camino a convertirse en lugar de culto, de esos que circulan boca a boca definiendo comunidades culinarias. A cargo, está una pareja joven: él, Pablo, nieto de coreanos, es quien le dio la impronta asiática, lejana a toda ortodoxia. “Viví y trabajé en cocinas en Corea, Canadá, China”, dice, para explicar sus influencias.
Ubicado en pleno caos comercial de las avenidas Avellaneda y Nazca, Kyopo BA rota clientes a lo largo de la jornada: de mediodía, comerciantes, muchos de la amplia comunidad coreana de la zona; de noche, jóvenes con ganas de ampliar las fronteras de su paladar.
Con varias opciones en carta, elegir es arduo: cada plato suena tentador. Las Kimchi fries ($90), papas fritas cubiertas por cerdo deshilachado, kimchi salteado, queso, cebolla morada, crema de cilantro y lima y la famosa salsa picante Sriracha son perfectas junto a una cerveza. Hay hamburguesas como la Kyopo ($150), de carne vacuna –¡jugosa!– barbacoa coreana, kimchi slaw, mayonesa de ajo y ají, cilantro, en pan brioche; y sándwiches como el de entraña ($220), con misma barbacoa, salsa picante ahumada, ajo confitado, en pan tostado. Los tacos (tres unidades pequeñas) cuestan $100 y vienen con rellenos como el Dakgalbi (pollo marinado picante, batata horneada, masa de arroz frita, hojas de sésamo, sésamo tostado y Sriracha). Y, entre las carnes, brilla el Hibachi beef ($200), un bife de chorizo con salsa teriyaki, espinaca, fideos hibachi, huevo pocheado y sésamo tostado. Además, una hamburguesa y un taco vegetarianos, una versión de la sopa vietnamita Pho ($180) y el arroz Jeyuk Don ($170), con panceta marinada picante, verdeo, cebolla crocante, huevo frito y sésamo tostado. Buen café de Puerto Blest y postres a cargo de Lab Sucré (los dueños de ambos lugares son amigos).
En una Buenos Aires adepta al fenómeno de la copia y la repetición, sea de parripollos, hamburguesas gourmet o sushi, Kyopo BA escapa a la norma.
Kyopo BA queda en Dr. Juan Felipe Aranguren 3053. Teléfono: 4637-3465. Horario de atención: lunes a sábado, de 11.30 a 15; martes a sábados, de 18 al cierre.
El nombre deja bien claro que no se trata de un lugar pretencioso: La Choza de Gascón nació hace 12 años, ocupando un local con larga historia gastronómica (allí supo estar, entre otros, La Robla), con un objetivo simple: ser una clásica parrilla de barrio, sumando algunos platos de cocina y las pastas caseras del arquetípico combo porteño. Hoy, a más de un lustro desde la apertura, su fama trasciende aquellos inicios modestos, y no sólo logra convencer al vecino del barrio, sino que además convoca turistas extranjeros y de clientes de otros lados de la ciudad, todos seducidos por ese mix imbatible de cortes ricos y precios amables. El éxito no es casual: en materia de carnes, La Choza posee una calidad que sorprende: chinchulines dorados perfectos ($74), chorizo 100% cerdo y una sabrosa morcilla (ambos, $43), la provoleta al punto ($90) marcan la mejor antesala a los best sellers de la casa: la entraña entera ($195), el ojo de bife ($207), el matambrito de cerdo ($185), entre otros. Todo servido al punto pedido, en porciones generosas. El asado banderita ($195) figura entre lo más pedido, pero mejor es el de corte ancho, tierno y carnoso, o la colita de cuadril entera, para compartir, dos especialidades poco usuales en parrillas del estilo.
La carta incluye capítulo para aves (pollo deshuesado, brochettes, pallard de pechuga), pescados (salmón a la parrilla a $305), ensaladas y papas fritas ($66 la porción para compartir), platos como pastel de lomo al barro o un colado pollo al jengibre. Y las pastas, caserísimas: los fusilli al fierrito ($127) los hacen a mano, los tagliatelli de espinaca ($105) se cortan a cuchillo, con salsas como pesto al mortero ($55) o la algo vintage Caruso (crema, hongos, parmesano, demiglas, jamón y nuez moscada, $58). Postres al tono (necesario flan a $54, panqueque de manzana a $74) y breve pero correcta carta de vinos (varietales de Séptima a $144) culminan una propuesta que no falla. Muy buena carne, bien servida.
La Choza de Gascón queda en Gascón 1701. Teléfono: 4833-3334. Horario de atención: martes a domingos, de 20 al cierre; domingos también mediodía.
La esquina, moderna, vidriada, blanca, desentona con el barrio de Caballito, usualmente tradicional y conservador. Y no se trata sólo de estética: toda la propuesta de Lab Sucré sorprende, más allá de su ubicación: es, en palabras de sus creadores, una pastelería que fusiona culturas de Oriente y Occidente: la escuela francesa, la meticulosidad de Japón, el paladar de Argentina. “La pastelería local suele ser muy conservadora; de a poco empiezan a aparecer algunas ideas nuevas, similares a lo que pasa afuera”, dice Adrián, socio junto a su pareja Paola Chang de este lugar atípico. Un despojado local, con apenas cinco mesas y sillas de diseño, y una barra exhibidora donde, a modo de pequeñas obras de arte, se muestran los productos elaborados diariamente. La pastelería está a cargo de la propia Paola, quien estudió en Argentina, viajó y trabajó en Corea y se perfeccionó en Francia.
El lugar es tranquilo, silencioso: ideal para disfrutar un blend de café de Puerto Blest –marca que importa y tuesta sus propios granos especiales–, en un combo que suma un dulce a elección: el café puede venir con viennoiserie (croissant, pain au chocolat o roll de dulce de leche) a $55; con cuadrados, como el de chocolate belga, a $70; con cookies y petit fours (de masa sablé, de sésamo, de coco), a $75; con tostado o croissant con jamón y queso, a $80; y con un tostado especial de la casa, con chocolate, a $85.
Más allá de la cafetería, Lab Sucré es principalmente un take away, donde brillan como joyas golosas sus mini tortas rectangulares, piezas bellísimas y perfeccionistas (todas a $75, cinco por $330), sean de Café Noix, con biscuit de café, crema de café y frutos secos y ganache de chocolate con leche; la Kinder, con biscuit de dulce de leche, crema de chocolate, mousse de chocolate blanco y frutos secos; o la Matcha –la más pedida de la casa–, con biscuit de té verde, crocante de praliné y chocolate, crema de té verde y crema de chocolate. Hay más: los sabores varían a capricho y deseo de la pastelera.
En una esquina de barrio, Lab Sucré es una lograda apuesta de modernidad.
Lab Sucré queda en Av. Avellaneda 1930. Teléfono 5368-1814. Horario de atención: martes a viernes de 8 a 20; sábados y domingos de 10 a 20.
Fotos: Pablo Mehanna
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