SALí
› Por Sandra Martinez
Hay algo en la esquina de Charlone y Santos Dumont que remite a una fortaleza: una robustez austera de muros de ladrillos a la vista, sin ventanas. Algo, se siente, protegen esas paredes. Las únicas pistas son un par de afiches tipográficos. Uno de ellos enumera lo que hay dentro: librería, galería, terraza, cava. El otro explica el bello origen del nombre del lugar, Falena, una mariposa nocturna.
El interior cumple con lo prometido. Si los gruesos muros abrazan el exterior, adentro las paredes de vidrio inundan cada ambiente con luz natural. Las anfitrionas explican brevemente a los nuevos visitantes la distribución de la librería: un primer salón dedicado a los tomos de arte, en dos desniveles más íntimos, viajes y espiritualidad, otra sección para narrativa. De todas las formas posibles de organización, la elegida fue la geográfica, porque los libros, dicen, son una forma de viajar.
En el sótano, otros estantes, los de la cava, guardan una colección con etiquetas de vino elegidas con dedicación, evidenciando su propio hilo conductor. Entre varias marcas, hay botellas de Montechez, Matías Riccitelli Wines, Pulenta Estate, Bodegas CARO, los orgánicos de Costaflores, entre otras bodegas boutique, que arrancan desde $150. Pero lo mejor es pedir una copa ($70) y acomodarse a disfrutarla en la soleada terraza o en el patio, bajo la sombra verde de un gingko. En otoño, cuando el árbol se vista de amarillo, será hora de pasarse al living, con el hogar encendido.
Aunque Falena no es un bar, no faltan algunas delis para completar la experiencia, que varían según el día, desde una tablita de quesos y frutos secos a un pastel de jamón y aceitunas, pasando por algunas bruschettas (entre $60 y $100). También ofrecen café y té negro, con tostadas con mermelada casera o un budín de frutillas.
Probar vinos en medio de una lectura reflexiva o mientras se hojea un volumen ilustrado de los viajes de Marco Polo o se sigue un relato de Hawthorne con una taza de té en mano, todo se siente aquí como un retazo de paraíso.
Falena queda en Charlone 201. Teléfono: 4556-1640. Horario de atención: lunes a sábados de 12 a 20.
Kimberley Atlético Club está sobre Joaquín V. González, calle que separa Villa Devoto de Villa del Parque. Con más de cien años, es parte inamovible en la vida de los vecinos, aún en la de aquellos que no participan en las actividades. Las tardes de sábado el aire se llena con el jolgorio de decenas de voces apasionadas gritando goles a voz en cuello. Es una institución reconocida por sus logros en Baby Fútbol y Fúsal masculino y femenino, que tiene también una concurrida escuela de patinaje artístico. No es un club grande, apenas una cancha rodeada por unos pocos espacios funcionales, entre ellos el buffet, que hace unos pocos meses reabrió renovado y se convirtió –sorpresivamente–, en uno de los restaurantes más bonitos de la zona. Desde la entrada enrejada, pintada del celeste característico del Kimberley, se vislumbra un patio empedrado, con mesas con sombrillas y una galería techada que invitan a disfrutar las tardes soleadas y las noches de verano, vaso de vermut en mano (desde $60) y picada contundente para compartir (desde $290). En el salón de techos altos, reina una antigua heladera exhibidora de madera, coronada por detrás del mostrador con una gran estantería repleta de botellas y frascos de conservas. Las mesas se unen para dar lugar a festejos multitudinarios, porque en todo momento se respiran aires familiares. La carta tiene un tono acorde: los “clásicos del bodegón” son el fuerte, con infaltables milanesas de ternera ($105), supremas de pollo ($105), filete de merluza a la romana ($120) y vacío al horno con papas ($160), con la bondiola a la mostaza como moderada concesión a la modernidad ($170). Que entre las guarniciones incluyan un arroz blanco con manteca y parmesano suma puntos al irresistible toque hogareño. También ofrecen pastas tradicionales, con tres salsas como opción, entre ellas una buena bolognesa con carne picada a cuchillo. De postre, sale un flan casero con dulce y crema ($45), como para redondear el sabor a infancia y barrio que el Kimberley lleva en su alma.
Kimberley Atletic Club queda en Joaquín V. González 3238. Teléfono: 4502-9888. Horario de atención: martes a viernes de 18 a 24, sábados y domingos de 12 a 24.
La famosa pizzería La Guitarrita de Belgrano abrió una sucursal al paso en Palermo, pero con un secreto que se esconde detrás del festival de memorabilias futboleras que el pequeño local heredó como identidad impuesta por la casa matriz. Pasando las mesas altas donde los parroquianos comen sus porciones “de dorapa”, un portón camuflado se abre a un espacio completamente diferente: si La Guitarrita es un viaje al pasado y la nostalgia culinaria, La Calle (el bar que se oculta detrás) es 100% contemporáneo y urbano.
El galpón, que albergaba una fábrica textil, se convirtió en el salón, bordeado por una amplia barra sobre la que se lee en neón “Chau Ley Seca”, en referencia al espíritu speakeasy que inspira al lugar. Aunque sirven buenos vinos y cervezas, la propuesta es claramente coctelera, con tragos ideados por la bartender Mona Gallosi. La carta tiene un diseño simpático y original: el nombre de cada cóctel va acompañado por los ingredientes y, además, por un ícono para el tipo de vaso en que se sirve, una palabra para definir su estilo y un gráfico de barras que muestra la relación entre lo intenso, dulce, seco y cítrico de cada receta. Así, por ejemplo, quienes prefieran los tragos secos y cítricos pueden elegir el Brompton Square, con gin Apóstoles, Cinzano Dry, limón, bitter de cardamomo y hojas de salvia ($140), mientras que los dulceros seguramente elegirán un Carrer de Cabanés, con sidra, Aperol, bitter especiado y frutos rojos ($130). Para acompañar, por supuesto, las pizzas de la “tapadera”, especialmente su fugazzeta (desde $90 la chica de mozzarella).
La Calle también ofrece un “bottle service” para habitués, que les permite comprar una botella de la espirituosa preferida -desde un licor como Jägermeister hasta una malta como Glenmorangie- que se firma y se guarda para que el dueño la disfrute durante sus visitas (entre $900 y $2500). Una buena estrategia de fidelización, que sumada a la combi tuneada que oficia como cabina para un buen elenco rotativo de Dj’s, está convirtiendo a La Calle en un favorito del público joven.
La Calle queda en Niceto Vega 4942. Teléfono: 6189-4643. Horario de atención: domingos a jueves de 20 a 2; viernes y sábados de 20 a 4.
Fotos: Pablo Mehanna
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