Domingo, 17 de diciembre de 2006 | Hoy
SALí
¿Qué mejor que llegar a la Navidad con arbolito propio? Y nada de imposibles pinos con nieve simulada. Umé, un pequeño vivero viviente sobre la calle Honduras, ofrece un delicado invento ideal para renovar el espíritu navideño más alicaído. Hermosos arbolitos en tamaño miniatura. Atención: no son bonsais, aunque se le parecen. Pero tienen un detalle sorprendente: vienen plantados en una bola de musgo que cabe en la palma de una mano. Sí, tal como se oye, sin maceta ni nada. La técnica se llama kokedama y es completamente novedosa aun en Japón, de donde la trajeron Gabriela, Hide y Yuki (tía y sobrinas de ascendencia japonesa), las primeras en hacer este tipo de mini bonsais en la Argentina.
El resultado es una delicia total. El arbolito kokedama llega en múltiples variedades, pero los más navideños son los pequeños ciprés de limón. Fresquísimos y encantadores, vienen decorados con tzuru (grullas de papel) y semillas de árboles pintadas a mano. También hay hermosos ficus, papiros, una mimosa que cierra las hojas al tacto (ideales para los de espíritu navideño oscilante), una magnolia-árbol, y hasta una única y larga hoja de aspibisto (para inventar el deseo propio).
Los arbolitos kokedama no se van con los Reyes. Duran para siempre y son tan amables que se adaptan a la cantidad de tierra disponible. El cuidado no podría ser más sencillo: basta con sumergir la bola de musgo en un balde de agua o dejar agua en la base para que beba a gusto. Para acceder al árbol propio tampoco hay necesidad de embargarse. El más grande (y con todos los chiches) sale $ 110, pero hay divinos desde 40. Umé abrió hace cuatro meses y sus dueñas, detallistas al extremo, se especializan en volver mágico todo espacio reducido. Para que las Navidades terminen de ser soñadas arman jardines en miniatura en cáscaras de huevos, lamparitas o –lo más top– en vasos de tomar sake.
Busque en Umé su arbolito de Navidad y póngalo en su mesita de luz. Tan delicado y único como sus rituales.
Umé queda en Honduras 4169. Abre de lunes a sábados de 10 a 20, 4866-3410 www.umezono.com.ar
Adivina adivinador... Divide e integra. Oculta y deja ver. Seduce y se resiste. Invita a la imaginación. ¿Qué es? A dejar volar el ingenio para acertar esta encantadora adivinanza que encierra una rareza para tener en cuenta a la hora de elegir un regalo especial este 24 de diciembre.
Se trata de biombos de madera, hechos a mano, de distintos dibujos y formas geométricas. Difícil va a ser encontrar dos modelos iguales ya que son sólo piezas únicas, nada de producción industrial. Están pintados en acrílico o sintético y terminados con barniz o laca. Se pueden elegir en blanco y negro o color y además hay de diferentes texturas: calados, con formas, con piezas en relieve, rectangulares, de tres o cuatro hojas.
Biombos La intimidad es un proyecto que surgió un año y medio atrás de la mano de dos amigas y socias que estudiaron juntas Diseño Gráfico y Artes Visuales y desarrollaron su propio emprendimiento: el estudio Klaps (en polaco, cachetes). Además de fabricar biombos, por encargo y a medida a gusto de cada cliente, diseñan distintos objetos en resina poliéster.
La propuesta toma los biombos como objeto dentro de lo decorativo ya que juegan con un valor poético e intervienen en el espacio recreando la escena de lo cotidiano de manera lúdica. Tiene más peso el objeto por su condimento especial de placer y su condición ornamental que por su utilidad. Según las diseñadoras, “estos objetos entablan íntima relación con las personas y el espacio que habita, trascendiendo lo funcional y valorizando lo poético de la vida”.
Los biombos miden metro y medio aproximadamente y ochenta centímetros cada hoja. ¿El precio? Rondan los doscientos pesos. Por supuesto que es un regalo que inadvertido no pasará, a no ser que el árbol navideño sea del tamaño de un pino que toque las nubes. Va a ser difícil que pueda ubicarse junto al resto de las sorpresas. A usar la imaginación para esconderlo.
Pueden encargarse los biombos La intimidad escribiendo a [email protected]
Muñecos de tela, artesanales, cada uno un mundo. Miran tímidos o sonrientes con sus conmovedores ojos cosidos a mano. La primera es La Tita, cara redonda, pelo de lanas de colores, patas larguísimas de soga, vestido de jean, collar de corcho y hermosa sonrisa. La muñeca de siempre, única e irremplazable. Imposible no adorarla. ¿Y Las Mamansitas? Mamás de patas infinitas, pelo de flores que viene cada una con su bebé colgado, abotonado en abrazo gigante para hacer y deshacer. Y hasta un cancherísimo muñeco varón: Los Juanes, jeans y remera rayada de colores, pelo de lana marrón.
La autora es Isabela, una uruguaya pequeñita, de 29 años y parecida a sus muñecas. Hace un año llegó de San José con Marcos, biólogo y futuro doctorado de la UBA, y Octavio, su hijo de 5 años. Juntos empezaron a ir al Parque Rivadavia a vender lámparas de tela y un día Isabela llevó tres muñecas, que hacía desde siempre, jugando. “Volaron. Casi que las regalaba. Es que Las Titas son así, bien como uno”, explica ella.
Ahora Isabela se dedica sólo a los muñecos, trabaja a pedido y casi no da abasto. Sus muñecos tienen página propia: www.latita-arriba.com.ar. “Por La Tita, que fue la primera; pero también por eso de patear una latita en la calle, esa sensación de mantener la lata en alto.”
Allí está todo el desfile de modelos y también se pueden hacer los pedidos. Lo difícil es elegir. Entre Los resortes (patas y brazos enrollados espiralados listos para los saltos infinitos, en especial Desolita, un poquitín triste y las más entrañable de todas); Los ícaros, ángeles con patas de hilo sisal y alas de madera chamuscada (“Ondulando donde vida no”, lleva escrito); y un único ejemplar de Papayasonoel, una especie de Santa-clown, un poco desgarbado y venido a menos con sombrero de chapita.
Los muñecos no pasan de 15 pesos y no hay corazón que se les resista. Las patas más largas, los cuerpos más mullidos, los brazos más dispuestos al abrazo. Y con tirita para llenar de sonrisas el arbolito.
Para pedir su muñeca favorita buscar en www.latita-arriba.com.ar
¿Quién no fantaseó alguna vez con tener un estimulador o juguete erótico para disfrutar a solas o acompañado? Si acercarse hasta el negocio a comprarlo generaba algún tipo de inhibición, qué mejor que encargárselo por estos días a Papá Noel.
A fines del 2005 abrió Sophie Jones, tienda erótica donde el sexo y el erotismo son celebrados. La intimidad es el foco central y el placer, el objetivo último. Podría afirmarse que es el lugar por excelencia donde los protagonistas son los vibradores. Hay de todas formas y colores. Sirenita, delfín, orugón, celeste, turquesa, rojo, fucsia. Son todos de silicona, hipoalergénicos e higiénicos y se lavan simplemente con agua y jabón.
La lista de productos no termina acá. Hay balitas sumergibles (estimuladoras de clítoris que van variando la forma de vibrar a medida que pasan los segundos) ideales para la cartera. También está la simpática foquita, vibrador no apto para el agua con dos motores. La parte más pequeña vibra, es la carita de la foca y sirve para estimular el clítoris, mientras tanto la más grande gira y tiene un collar de perlas que también gira y hace más interesante la sensación interna. Ahora sí es el turno de presentar a la estrella de la tienda: el patito sado, vestido en corset de cuero, con su inocente cara de bonachón. Según la revista Cosmopolitan, fue el vibrador más vendido en Estados Unidos en el 2005. ¡No hay que intentar meterse el patito, no es para eso! Sólo es un estimulador de clítoris. Presionando la cola se prende, y para apagarlo se vuelve a apretar. Vibra la cola, la cabeza y el pico. Y es sumergible, ideal para bañadera.
Para completar el regalo pueden agregarse esposas con tachas, antifaz de leopardo, látigo dorado, aceite para el cuerpo con gusto a chocolate y el toque final: una guerrera lencería erótica. No hace falta ser vedette para llegar a su uso. Es sólo cuestión de dejar el pedido en el arbolito de esta Navidad. Eso sí, sin gemidos ni orgasmos previos.
Conseguí los productos en www.sophiejones.com.ar
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