Dom 21.03.2010
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SALí

a conocer corea en buenos aires

› Por Alfredo Jaramillo

Reliquias y explosión pop

Pasado y presente en el Centro Cultural Coreano

En el corazón consular de Recoleta, entre las avenidas del Libertador y Figueroa Alcorta, no todo es sensibilidad ruralista y concentración de la riqueza. También hay puertas a otras culturas que han elegido edificios próximos a sus embajadas para abrir centros culturales que invitan a viajar por las entrañas del país. El Centro Cultural Coreano abrió sus puertas en noviembre de 2006, y en su corta vida se ha ganado un lugar importante en el abanico de opciones entre quienes pululan por el ambiente artístico. Hace poco, sin más, se inauguró la muestra Munguau (“Tigre”, en coreano), organizada por el grupo del mismo nombre, que desde hace algunos años fomenta el intercambio y la realización de proyectos entre artistas coreanos y argentinos. El Centro funciona en una vieja casona de dos pisos cuyo recorrido ofrece al visitante distintas manifestaciones culturales del país asiático: desde una pantalla de plasma que transmite en vivo las telenovelas más populares de la televisión coreana (que hacen furor en China y en el resto del continente asiático, en un fenómeno de explosión pop sin precedentes conocido como “ola coreana” o “hallyu”) hasta reliquias antiguas, como coronas principescas manufacturadas en oro puro, frágiles cerámicas y viejas esculturas de arcilla. Gabriela Caballero, encargada de prensa del Centro, explica que de la mano de la “hallyu” muchos adolescentes argentinos se han sentido atraídos por las actividades del centro, que incluyen la proyección de películas del reconocido director independiente Park Chan Wook, y la enseñanza del hangul, el idioma que se habla en la península. Las inscripciones para el nivel inicial se cerraron porque la matrícula ya está completa, pero los autodidactas pueden acercarse a la biblioteca del centro y aprender por su cuenta mientras toman un té de ginseng, cortesía de la casa.

El Centro Cultural Coreano queda en Coronel Díaz 2884. Teléfonos:

4803-1572/3167. Web: www.centroculturalcoreano.org

De Seúl a casa

Todo lo necesario para preparar comida coreana en el Mercado de Banchan

Enclavado en las inmediaciones de ese ajetreado polo textil que es la calle Avellaneda, el Mercado de Banchan ofrece una variada y exquisita muestra de ingredientes a quienes deseen incursionar en el hágalo—usted—mismo de la cocina coreana. Claro que primero hace falta desacostumbrar la mirada y el idioma: en todos los rincones de esta zona multicultural de Floresta —donde circulan musulmanes, judíos ortodoxos y latinoamericanos— se habla y se lee casi con exclusividad el hangul, y los grandes carteles repletos de ideogramas se convierten en un mapa extraño y cautivante. En una de esas calles está el mercado, donde pueden encontrarse todos los elementos con los que los coreanos preparan el banchan, esos platitos típicos que se sirven en el país asiático. Desde el exquisito kimchi (repollo fermentado y condimentado) hasta un grumo especial (similar al pan rallado) que se utiliza para rebosar las verduras en el tempura. En las apretadas góndolas del mercado también puede encontrarse pescado desecado, salmón fresco —de extraordinaria calidad para preparar nigiri y otros platos cercanos al sushi—, algas tostadas y una vasta muestra de sopas instantáneas. Conforme al canon gastronómico coreano, se ofrece una amplia variedad de ramen, unos fideos enrulados que se acompañan con caldo de cerdo y verduras. En Corea, estos platos pueden comerse fríos, como en el caso de los fideos con sopa de pepinos. Quienes estén en busca de experiencias más atronadoras pueden pasar por la góndola de las bebidas, donde se encuentra soju (bebida alcohólica con base de arroz similar al sake) y jugos naturales de sabores poco tradicionales como la uva. Si no hablan coreano, pueden experimentar cómo es ser extranjero en la propia tierra.

El Mercado de Banchan queda en la calle Morón, entre Cuenca y San Nicolás (Floresta).

Dios hay un solo

Misa en dos idiomas en la Iglesia de los Mártires Coreanos.

A espaldas de la autopista 25 de Mayo, y a escasas dos cuadras de la imponente iglesia de la Medalla Milagrosa, se encuentra la Iglesia de los Mártires Coreanos, uno de los principales templos católicos de la colectividad en Argentina. El nombre conmemora a los más de 8000 víctimas de la persecución de los católicos coreanos durante los años 1839, 1846 y 1866, cuando el budismo y el confucionismo eran las religiones dominantes. Recién en 1984 la Iglesia coreana logró que Juan Pablo II reconociera 103 de esos 8000 mártires, razón por la cual el templo ubicado en el barrio de Parque Chacabuco los honra desde su fundación, en 1985. Veinte años antes, cuando comenzaron a llegar las primeras oleadas inmigratorias y la colectividad coreana aún no contaba con edificio propio para practicar su culto, las misas las daba un párroco argentino debajo de una carpa. “Realmente la necesitaban”, admite Juan Moon, miembro de la comunidad a la que asisten 700 personas por fin de semana. La misa se celebra en dos idiomas, y los pocos argentinos que acuden al servicio religioso se muestran predispuestos a recibir la palabra santa en pie de igualdad con los feligreses coreanos, pese a que algunas veces, como confiesa Juan, “hay inconvenientes por el idioma”. Para revertir el conflicto lingüístico, aunque también como una manifestación de integración a la comunidad, la Iglesia de los Mártires da clases de coreano de manera gratuita los sábados a la tarde, a las que asisten varios vecinos del barrio. Las misas se celebran miércoles por la mañana, y martes y jueves por la noche; los sábados a partir de las 17.30 y los domingos a las 9, 11 y 12.30. Si se elige ir el fin de semana, puede aprovecharse para comer un plato típico en un puesto ubicado en el patio.

La Iglesia de los Mártires Coreanos

queda en Thorne 1261.

Paladar coreano

Auténtica comida de la península en Sokjung

Mientras su marido navega en alta mar mirando un radar en busca de bancos de calamares, Susana (al menos así se presenta ante los visitantes argentinos) regentea uno de los mejores restaurantes de comida asiática de Buenos Aires. Sokjung, ubicado en una de las tantas poco iluminadas calles de Floresta, es un restaurante casi secreto para los comensales argentinos, que sólo llegan a través de un vínculo con alguien de la colectividad, o por los escasos datos que puedan aparecer en Internet si alguien busca coordenadas para degustar una típica comida coreana. En su amplio local de dos plantas, Sokjung ofrece una muestra sin mediaciones de cómo y qué se come en Corea. Cada mesa tiene en su centro un gran disco de hierro combado hacia arriba; debajo, hay una hornalla que se enciende apenas toman lugar los comensales, que calienta el disco para que los mozos preparen el bulgogi, o carne asada (en este caso matambre, entraña, ojo de bife y panceta) que irán perdiendo la grasa durante la cena, y que se acompañan con arroz (bap) y diferentes opciones de banchan: kimchi (repollo o lechuga akusai fermentada y condimentada), salsas que incluyen ingredientes como la soja y el sésamo, platillos de tofu y verduras varias, sazonadas para que el paladar despierte de su letargo. Las botellas de soju (“el sake coreano”, como le dicen en Sokjung) no deben faltar en la mesa para realzar el efecto potente y excéntrico de sabores que nada tienen que ver con la estereotipada delicadeza del sushi: los coreanos comen mucho, sin prejuicios, y —sobre todo— muy picante. En Sokjung se puede comer de noche a un precio fijo de $50 por persona (donde el mozo abastecerá los cortes de carne sin cesar), mientras que al mediodía cada plato tiene un costo de $25. Se almuerza y se cena temprano, igual que en Corea.

Sokjung queda en Felipe Vallese 3209. Abre de martes a domingo de 12 a 14.30 y de 18 a 22. Teléfono: 4612-1385.

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