SALí
› Por Ignacio Navarro
Las FIAB: variedad de alimentos frescos y buenos precios.
De martes a sábado, rotando sus ubicaciones cada día, las doce caravanas que integran el sistema de Ferias Itinerantes de Abastecimiento Barrial (FIAB) proveen un buen surtido de productos frescos y a bajo precio. Los vagones estacionan sobre el cordón de la vereda y por disposición municipal todos llevan la bandera amarilla y negra, y el Haciendo Buenos Aires. Pero se trata de un emprendimiento que antecede a la actual gestión. Como reconocen los mismos feriantes, el proyecto fue reactivado durante el mandato de Aníbal Ibarra en 2002.
“Yo vi Zeitgeist”. Estampado en una calcomanía, sobre el lomo de una balanza mecánica blanca, el slogan recuerda en David, el panadero de la feria, a sus ancestros factureros de larga tradición anarquista. Dice que su Falcon de seis cilindros nunca lo deja esperando, que todas las mañanas arrastra su vagón a los puntos asignados a vender los panificados artesanales que fueron cocinados, la noche anterior, en el horno de leña de la panadería de su suegro, en Pompeya. El acuerdo de precios establecido entre el gobierno de la Ciudad y los feriantes permite encontrar a $10 la docena de facturas y $6 el kilo de pan.
Se llama Lucio y trabaja en la carnicería. Llegó de Bolivia hace cuatro años, trabajó un tiempo en la construcción y ahora, relojeando de costado un mostrador repleto de carnes inmóviles, dice muy serio: “Este es un trabajo mucho más estable”. El punto en contra es que no tiene asado, pero se pueden adquirir lindas piezas a buen valor: el kilo de bondiola a $35 o a $8 el kilo de pollo.
A pesar de estar atendido por cinco personas, se forma una extensa cola de señoras, amas de casa y buscadoras de precio que reciben, de los verduleros, piropos y bolsas llenas de fruta y hortaliza a muy buen precio. Tomate redondo a $4 el kilo, durazno a $8, zapallito a $5 los 2 kilos, son algunas de las ofertas que justifican la demora. El perejil, como siempre, va de regalo.
Las ubicaciones de las Ferias Itinerantes de Abastecimiento Barrial pueden consultarse en la página del Gobierno de la Ciudad: www.buenosaires.gov.ar
Alma Zen: retro, vintage y actual.
La moda es algo que nace muerto, y las ferias de ropa americana acostumbran a ponerlo en evidencia. En este almacén se pueden adquirir prendas usadas que recuerdan mucho a los diseños “nuevos” que se exhiben, al mismo tiempo y a sólo una cuadra, en las vidrieras del Shopping Abasto.
La historia comienza con una película: Broken Flowers, de Jim Jarmusch. Cecilia, inspirada en una de las protagonistas del film, comenzó a ofrecer un servicio que consistía en poner un poco de orden en los placares ajenos. Luego de que algunas clientas retribuyeran su esfuerzo con pagos en ropa, decidió armar una feria americana para convertir esos saldos en dinero. La primera función fue un éxito enorme, tanto que la feria está instalada de forma permanente desde hace cuatro años.
Ahora es normal que muchos actores, productores y vestuaristas del circuito teatral –producciones, en general, más bien pequeñas— busquen asesoramiento y vestuario en esta feria llena de vestidos de época y ropas extravagantes. A su vez, jóvenes y no tan, prendidos a la ola vintage, se acercan en busca de artículos que, como dice Cecilia, “son únicos”. Unicos en sentido casi estricto, porque sería muy difícil encontrar el paradero de sus hermanos de fábrica. En otros casos se trata de piezas hechas a medida: como un vestido de lentejuelas azul y blanco ($500), que brilla como nuevo, pero es precioso por lo antiguo. Una campera de cuero marrón oscuro, con cuello y tiro hasta debajo de la cintura, muy fachera, y sale $300, la mitad de lo que podría costar nueva.
“Comprás algo en el shopping, caminás un par de cuadras y te encontrás con que otra persona tiene puesto lo mismo que vos. Eso acá no te va a pasar”, señala Cecilia con entusiasmo. Destaca que la mayoría de los clientes entran a buscar prendas viejas que, paradójicamente, los distingan de los modelos nuevos que se ofrecen en las grandes tiendas. Algunos profesores de diseño de indumentaria recomiendan a sus alumnos visitar Alma Zen para realizar trabajos de campo o rastrear materiales y diseños que se dejaron de fabricar hace tiempo.
La feria Alma Zen está en Anchorena 660. Teléfono: 15 5724 5846 Web: feriaalmazen.com.ar
Feria de variedades en Parque Lezama
Pelucas, guantes mágicos, collares de fantasía, carteras, mates, martillos, almohadas, jeans, vajilla, tangas de animal print, una remera con los rostros de Sacco y Vanzetti. La consigna es vender lo que sea. Al igual que Centenario o Los Andes, Parque Lezama también tiene su propia feria de variedades todos los fines de semana y feriados. Cientos de techos de lona, verdes y azules, bordean el terreno del parque y dibujan un paseo comercial gris y taciturno: feriantes con cara de hundidos, inmóviles, sentados en sus reposeras de playa, aguardan vender lo imposible. Y lo imposible sucede con frecuencia.
Sobre el margen del terreno, enfrentado a la ex fábrica de bizcochos Canale y vigilado por las bóvedas azules de la Iglesia Ortodoxa Rusa, una larga hilera de puestos conforma la feria, un lugar en donde los protagonistas son los bajos precios de los artículos, la gran variedad de objetos en apariencia inservibles y la extravagancia de muchos de ellos. También se trata de un paseo pintoresco en donde conviven turistas rubios y modernos —que siguieron caminando por calle Defensa desde San Telmo y fueron a dar a la plaza, y no paran de sacarles fotos a las estatuas— con hinchas de Boca Juniors en cuero —que cruzan el parque para llegar a la cancha, gritando y agitando cartones de vino tinto en sus manos—. En el medio la feria, y los feriantes, que no disimulan su aburrimiento ni quitan la vista de los objetos que ofrecen. Jorge lustra sus chuchillos con paciencia. Hay nuevos, usados y restaurados por él. Los más caros cuestan $90 y son de acero alemán, pero por $30 se puede conseguir un buen filo usado por otros. Cerca de allí, un pony de madera, con pelaje y montura, se ofrece por $200. Un poco más adelante, una edición española de Veinte mil leguas de viaje submarino a $20. Locales especializados en cinturones de cuero, otros abocados a fundas y cargadores de celular. Un local de remeras, negras o blancas, todas estampadas, en donde el hit sigue siendo el Che Guevara, pero, según dice quien las vende, el Nestornauta le viene pisando los talones.
La Feria de Parque Lezama, en avenida Brasil al 200. Fines de semana y feriados. De 10 a 22.
Espacio Latorre: mobiliario antiguo, pero restaurado.
Todos merecen una segunda oportunidad. Hasta el más viejo o roto de los muebles que se amontonan en el fondo del local puede terminar en las ágiles manos de Mario y Mercedes, que se dedican a desenterrar formas nuevas en la madera vieja. El resultado final son artefactos que mantienen las proporciones y el estilo de su época, pero adaptadas a las necesidades decorativas del interesado.
Como las iglesias, que obtienen su valor sagrado gracias a huesos o reliquias que descansan en sus cimientos, los muebles antiguos, luego de ser restaurados, se ven como nuevos pero custodian en silencio un ser más lejano, un embrión. En contraste con la fría funcionalidad del objeto virgen e industrial, las antigüedades reservan para sí la presencia íntima de las generaciones pasadas, y son buscados por su valor de autenticidad, su valor de estar fundados en algo que no es el presente.
Mario y Mercedes abrieron Espacio Latorre en un galpón, ex taller mecánico, que está enfrentado al Mercado de Pulgas de Colegiales. Algunos de los muebles que mejor se destacan en el conjunto son las sillas de estilo retapizadas a $800, o un espejo francés de medio punto, nuevo y alto como una persona a 5 mil; una mesa de campo, petisa pero de generosa superficie y patinada a $900. Mercedes, cansada del regateo de precios, dice que los valores son razonables, y se indigna al comprobar que quienes más regatean son los que más billetes cuentan a la hora de pagar. Mario, su marido, se encarga de clasificar y refaccionar el mobiliario y ella de pintar, lustrar, dar terminación y vender.
Viejas cómodas de la época de los abuelos, mesas de luz curtidas por el tiempo, aparadores coloniales gigantes; víctimas de una materialidad fantasmal, duermen esperando ser arrancados del pasado y convertidos en mobiliario moderno, en busca de una segunda oportunidad.
Espacio Latorre está en avenida Alvarez Thomas 64. Teléfono: 15 61 52 35 30 (Mercedes) Web: espaciolatorre.mercadoshops.com.ar
Fotos: Pablo Mehanna
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