SALí
Mercado San Telmo: carnes, verduras y objetos
Por Martin Auzmendi
“Si yo te cuento lo que tendría que contar...”, dice Marlene, haciendo un silencio al final de su frase y dando vuelta la cara, misteriosa. El lugar es una mezcla de los viejos mercados a los que los vecinos van a hacer las compras diarias y también un refugio de antigüedades, souvenirs y objetos dedicados a los paseantes del barrio. Así, el San Telmo turístico y el San Telmo popular conviven, se entrelazan, se enredan en los pasillos de este enorme edificio construido en 1897.
El mercado es testimonio de una ciudad que buscaba emular las tendencias modernas europeas, instalando nuevos materiales y nuevas construcciones. El edificio es obra del arquitecto Juan Antonio Buschiazzo, que ideó una construcción con base de pilares de acero, techo vidriado y pisos de mármol, una combinación que le da un aire imponente y acogedor. Como lugar de compras diarias, el lugar se mantiene con un par de buenas verdulerías, pollería, carnicería y una pescadería, lo justo y necesario para los vecinos, aunque han ganado terreno locales en los que se pueden encontrar ropa usada, sombreros, cafeteras o fiambreras antiguas, teléfonos con disco, postales, herramientas de cocina o copas antiguas. No todos venden lo mismo: Eliana por ejemplo se especializa en copas, tazas, vasos y vajilla antigua, con piezas de colección en muchos casos a precios muy buenos. “Yo me muevo con gente del barrio”, afirma, aunque hay extranjeros que van cada tanto a buscar piezas especiales.
El Mercado San Telmo vivió muchos años a la sombra del Mercado de Dorrego, el centro turístico del barrio. “Costó mucho tiempo lograr que entren acá”, agrega Eliana. La mayoría de los locales abre de jueves a domingos, como pasa con el Café del Mercado, buen lugar para una comida al paso. Hay sandwiches, pizzas, milanesas y platos del día. Los canelones son parte del mito del que hablan los habitués. Hay también nuevos locales, como La juguetería de Tati, en la que Adrián Cellone instaló su pasión: el coleccionismo de juguetes antiguos. Hay muñecas de más de 100 años y muñecos de E.T., un juego de caballos de carrera de los años ‘50 prohibido décadas después, robots, muñecas Marilú o los proyectores Cine Graf, como los que el mismo Adrián utilizaba para proyectar cintas a sus amigos de San Justo. “Argentina fue potencia mundial en la producción de juguetes entre los años ‘40 y ‘60”, cuenta. A sus juguetes de lata y también a las estructuras de metal que sostienen el edificio se les ven las marcas del tiempo. Eso es parte del misterio. Eso es parte del encanto.
El Mercado San Telmo queda entre las calles Defensa, Bolívar, Estados Unidos y Carlos Calvo. Horario de atención: todos los días de 8.30 a 20.30.
Mercado del Progreso, ciento por ciento tradición
Por M. A.
¿Cómo sería la vida de un mercado entre el siglo XIX y XX, en su época más floreciente y popular? ¿Cómo serían esos años en que eran el centro de compras de los barrios? La gente cambió; los hábitos también; pero desde 1889, el Mercado del Progreso conserva su espíritu. Cientos de personas entran y salen por las puertas que abren a la altura de la estación Primera Junta de la vieja línea de subte A, el antiguo camino de las caravanas que unían Buenos Aires con el Alto Perú. Ninguno parece tener apuro, ninguno está desesperado por comprar miles de cosas.
“Bien es poco, bien anda cualquiera”, dice Jorge Fernández, presidente de la sociedad que maneja el mercado, una agrupación de más de 90 accionistas, muchos de los cuales tienen por sus acciones propiedad de los locales. Jorge cuenta que tiene su local desde 1958, aunque “a eso sumale los diez años que trabajé antes hasta comprármelo”. Con un lápiz negro en el bolsillo (“es mejor que cualquier calculadora”), habla con pasión sobre cómo los verduleros seleccionan la radicheta, el pollero se mantiene al frente del mostrador desde hace más de 60 años y el que vende lenguas, lechones o milanesas de peceto se preocupa por tener siempre la cantidad que su cliente le pida. “Acá hay ya cinco generaciones trabajando; el trabajo se hereda. Hay un techo para todos, y para todos es una forma de vida”, dice Jorge, mientras su hijo atiende en el mostrador. El gran pilar compartido del mito es la calidad. Lechones y embutidos de cerdo en uno, corderos en otro, las mollejas en El Rey, empanadas recién horneadas, costillares, milanesas, la pescadería o los que venden quesos y fiambres; cada puesto tiene su expertise. “Que cada uno se dedique a una especialidad nos hizo mejor a todos”, dice uno de los vendedores que prefiere no decir su nombre, porque “no importa tanto”. Pablo Alvarez está al frente de unos de los locales desde hace más de 30 años y asegura que “la calidad de lo que ofrecemos, la preparación y el servicio” son los únicos secretos. “Te voy a repetir una frase que digo siempre: el mercado no es caro, es bueno”, dice Claudio Miguel, junto a Claudio Estela al frente de Los Claudios.
Lejos de los supermercados donde la gente apila productos, en el Mercado del Progreso los que compran andan livianos, con apenas una bolsa para cargar la compra diaria, para llevar aquello que se elige con cuidado. Por último, la relación en el mostrador es clave: cada cliente es escuchado a conciencia y sin apuro. Porque afuera el tiempo es veloz. Pero este Progreso está al margen de la manecillas del reloj.
El Mercado del Progreso queda en la intersección de Av. Rivadavia y Av. Del Barco Centenera. Horario de atención: lunes a sábados de 8 a 13 y de 17 a 20.30.
Por Marisa Bono
Tiene fama, y bien ganada, de feria cara, exclusiva. Marcas como Valenti, fruterías con productos exóticos durante todas las estaciones y una carnicería súper premium contribuyeron con este boca en boca que ahuyenta a muchos que cuidan el bolsillo. Pero hay que decir que, últimamente, mientras muchos lugares fueron aumentando sus precios, no pasó lo mismo en esta feria, y las diferencias que antes eran de hasta un cincuenta por ciento ahora no son tan notables. Incluso, en muchos casos, se emparejaron con los precios de mercado, de lugares buenos, claro está.
Ubicada dentro de la Plaza Noruega –en terrenos donados por José Hernández, quien tenía aquí una casona por el año 1875, y por eso la cooperativa que administra la feria tiene el nombre del autor del Martín Fierro–, a tan sólo una cuadra de las avenidas Cabildo y Juramento, es frecuentada mayormente por señoras y señores del barrio de Belgrano, así como chefs aficionados que llegan con sus changuitos o estacionan su auto en el parking del lugar, gratuito para los clientes. Todos vienen en busca de frutas, verduras, carnes, achuras, productos de granja, pescados, quesos y fiambres.
El tiempo pasa y esta feria acusa los años. De los treinta puestos que supo tener el Mercado de Juramento, como se lo suele llamar, hoy sobreviven dieciocho. De ellos destaca El Rosarino, la carnicería top, siempre con cola y listas eternas de pedidos (como muchos puestos, tiene delivery). Aquí, Ernesto ofrece todo tipo de cortes de carne, pero además preparaciones especiales como hamburguesas caseras, brochettes, albóndigas y carnes adobadas y rellenas. En las granjas se consiguen conejo y algunas otras carnes más exóticas. Y en la Achicoria Caprichosa siempre tientan los papines andinos, los tomates cherries amarillos, gran variedad de hongos frescos, de chiles y de hierbas frescas siempre difíciles de conseguir, como la menta o la salvia. En las fruterías, el maracuyá, el mango, la papaya, el limón sutil y los frutos rojos se consiguen tan fácilmente como la manzana o la pera. Y la calidad de la fruta suele ser para destacar.
Como corresponde, el sector de los pescados y mariscos huele a mar, y sólo ofrece productos fresquísimos. Y en las fiambrerías, se puede pasar horas eligiendo entre la infinita oferta de quesos y fiambres, tanto locales como los exclusivos importados.
Así es que vale la pena la excursión por el barrio, recorrer los puestos, tentarse y comparar precios. Es verdad que la fama tiene su asidero y que en algunos (sólo en algunos) casos ciertos productos estarán un poco más caros que por afuera de esta preciada manzana. Pero también es verdad que, según lo que se busque, la diferencia de calidad merece la inversión.
La Feria Modelo de Belgrano queda en la intersección de Ciudad de la Paz y Juramento. Horario de atención: lunes a viernes de 8 a 13 y de 17 a 20.30. Sábados de 8 a 13.
Fotos: Pablo Mehanna
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