Dom 08.07.2012
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SALí

A comer a esquinas emblemáticas

› Por Rodolfo Reich

Pampa y la vía

Cabaña Villegas, con casa nueva

La historia circula por Internet: en 1857 se inauguró el antiguo Hipódromo Nacional, ubicado entre las actuales avenidas Del Libertador, Udaondo, Lugones y Monroe. Una zona marginal, por fuera del circuito urbano, de difícil acceso para los burreros desperdigados por toda la ciudad. Por esto, la Compañía de Tranvías Anglo Argentina inauguró un pequeño tranvía, de recorrido austero, cuya función era transportar a los apostadores al hipódromo. Ese tranvía culminaba su servicio en las Barrancas de Belgrano. Todavía hoy se encuentra bajo el asfalto de esas calles parte de aquellas vías. De esta anécdota viene el lapidario “quedé en Pampa y la vía”, referencia a perder todo en las carreras, salvo el pasaje de vuelta del tranvía. Un sinónimo de quedarse sin nada. Sin dinero, sin ideas, incluso sin amor. Parte del habla popular, la frase atravesó los años, y en la década de 1950 quedó grabada a fuego en el tango “Bien bohemio”, popularizado por Julio Sosa.

Más de ciento cuenta años después, la fisonomía porteña es otra. Hoy Barrancas de Belgrano sería un barrio más cajetilla que conventillero, con el Barrio Chino como nota discordante. Es en esta nueva ciudad donde hace apenas unos meses Cabaña Villegas abrió su segunda sucursal. A metros de Pampa y la vía, esquina que además arrastra larga tradición en parrillas (por años funcionó allí uno de los asadores más convocantes de la ciudad, con entrada para autos y largas colas los fines de semana).

Cabaña Villegas nació en 2009, en Puerto Madero, en el otro extremo de Buenos Aires. Su apuesta fue exitosa: un ambiente amplio, entre lo moderno y lo elegante, con ricas carnes a un precio justo. Esto, en el barrio con el metro cuadrado más alto de la ciudad, fue muy bien recibido. Y el éxito obtenido incentivó a duplicar la apuesta.

El fuerte de Cabaña Villegas es la parrilla. El nombre no es azaroso. Los dueños tienen cabaña propia, es decir, no hay intermediarios entre el campo y las brasas. Así, aseguran, las carnes provienen de vacas alimentadas con pasto (en lugar del cada vez más común feedlot), lo que promete más sabor y cortes más saludables.

Un camino posible es empezar con una empanada frita de carne ($14), especialidad de la casa, suave y crocante. Seguir con la tabla de achuras (chinchulín, chorizo, morcilla y riñoncitos, $80). Y terminar en un ojo de bife pedido bien jugoso ($67). Otro camino: mollejas de corazón ($78), provoleta Aza (cubierta con berenjenas al escabeche, $44) y un kilogramo de tira de asado del medio para compartir ($119). Y así se mutiplican las opciones, desde el popular vacío ($59) a la bondiola ($57) pasando por la carne de estilo Kobe (bife de chorizo de 370 gramos a $340). Todo bien servido, todo muy sabroso. Carta de vinos de grandes nombres, mesa de ensaladas por apenas $25 y un conveniente menú infantil a $55 redondean la apuesta.

Si quedarse en Pampa y la vía es quedarse en Cabaña Villegas, la opción es muy buena.

Cabaña Villegas queda en La Pampa 1549. Horario de atención: todos los días, mediodía y noche. Teléfono: 780-3079/4782-0467.


San Juan y Boedo

El Nuevo Rayo, con 50 años de historia

Ninguna otra esquina de Buenos Aires tiene tanto recuerdo tanguero como la de San Juan y Boedo. Por esas calles sobrevuela el eco de nombres emblemáticos. Por supuesto, Homero Manzi. Pero también Osvaldo Pugliese y Cátulo Castillo, por solo empezar una lista que jamás acabaría. Como certificado de garantía, allí está el emblemático bar donde se dice que Manzi escribió “Sur”. El mismo bar que, tras varios cambios de nombre (e incluso haber cerrado entre los años 1999 y 2000), hoy se llama Esquina Homero Manzi y muestra las gigantografías firmadas por Hermenegildo Sábat y los fileteados de Luis Ors. La propuesta gastronómica de este lugar es tradicional, y sólo cobra sentido para quienes quieran ir a una cena show, con su típico espectáculo tanguero. En cambio, para vivir el barrio de manera más íntima, resulta mejor alejarse apenas unos metros, y entrar en El nuevo rayo, un pequeño boliche especializado en cocina casera.

“La habilitación es de 1960, pero el lugar abrió en los años ’50”, cuenta Fabián, hoy a cargo del lugar. Y continúa: “El primer dueño se llamaba López Santini, luego ya empezó mi familia, con Oscar Navarrete a cargo. Y si te fijás bien, muchos de los que vienen son verdaderos tangueros, habitués que nos eligen a diario”.

El nuevo rayo es ese estilo de restaurante de los que ya casi no quedan en Buenos Aires. No tiene pretensiones de bodegón, sino apenas de comedor. Un lugar que abre todos los días del año (“abrimos en Navidad, en Año Nuevo”), desde las siete de la mañana hasta la noche tardía. Café a la mañana con medialunas, y luego, en los horarios pico, platos clásicos y omnipresentes. Ñoquis caseros con estofado, ravioles de verdura con tuco, tapa de nalga con papas, milanesa completa, ternerita guisada, churrasco a la plancha con guarnición. En fechas patrias, como el próximo 9 de julio, aseguran locro criollo. Esos sabores que acompañan al porteño medio desde que nació, y que ya son parte de un imaginario hogareño popular.

Esta suma de platos sabrosos y cálidos, con precios bajos y posibles (nada supera los $35, y una comida completa para dos ronda los $100) hacen que El nuevo rayo suela estar repleto, mediodía y noche. Los días de partido, una pantalla de TV apuesta el fútbol para todos y entre la clientela conviven hombres solitarios con familias completas, vinos López con cerveza, y sifones de vidrio con whisky nacional. Todo, siempre, en un clima ruidoso y alegre.

No hay trucos, no hay escenografías, no hay dobles intenciones. Tan sólo comida para saciar el hambre y, tal vez, por lo bajo, entonar un dos por cuatro.

El Nuevo Rayo queda en Av. San Juan 3561. Horario de atención: todos los días de 7 a 1. Teléfono: 4931-6475 / 4957-1146.


Santa Fe y Callao

Aires Criollos, con las brasas encendidas

Zona compleja si las hay. El cruce de las avenidas Santa Fe y Callao tiene muchos significados. Por un lado marca el límite psicológico de la Recoleta. Psicológico ya que el barrio sigue hasta la Avenida Córdoba, algo que pocos parecen recordar. A esto se suma ser, ya desde los años ’80, uno de los márgenes de la movida gay porteña, que recorre Av. Santa Fe, desde Coronel Díaz hasta Callao, pasando por Pueyrredón. Y estar a tan sólo cien metros de la mítica Bond Street, donde se juntan tatuadores, skaters, emos y punks, entre más tribus urbanas que aportan su juventud y energía.

Una fauna variopinta que deambula entre comercios de ropa, bazares, librerías y kioscos. Por allí, las propuestas gastronómicas apuestan en su mayoría a los almuerzos ejecutivos, a base de locales del tipo pizza café con minutas no muy recomendables, algún que otro restaurante barrial y un par de parrillas.

Aires Criollos es, justamente, una de las dos parrillas que rodean a esta esquina. Está a treinta metros de la intersección, y haciendo poco ruido logra muchas nueces. Por dentro su salón muestra toques de diseño autóctonos, en honor y coherencia con su nombre. Así, incluye cuadros de caballos y gauchos además de riendas y más objetos criollos. Al fondo, una moderna parrilla a la vista confirma el uso de las brasas para las cocciones.

La carta es obvia: están las carnes que deben estar, con una sola sorpresa: la alta calidad de algunos cortes. Los chinchulines, siempre difíciles de pedir en las parrillas de barrio, aquí salen crocantes y sabrosos, con la grasa justa para derretirse en la boca. El ojo de bife de 400 gramos mide unos cinco centímetros de alto, y a pedido sale bien jugoso, con los bordes crocantes y sellados. Estos dos platos alcanzan para que la visita a Aires Criollos sea placentera. Pero, claro, hay más. Provoleta especial con rúcula, tomates secos y cebolla morada ($47), picaña entera ($148), asado de tira en corte banderita, del centro, en porción de 750 gramos ($160). Y como especialidad, cortes de cordero: costillitas a $99 y chinchulines a $89, además de algunas minutas y platos de cocina. De la mayoría de los cortes se puede pedir media porción, si bien no siempre el descuento ofrecido lo hace conveniente.

Buena atención clásica de camareros de moño negro y camisa blanca, vinos de las principales bodegas del país y postres simples y efectivos (panqueque de manzana a $27, torta de manzana tibia con crema a $31).

Afuera podrá pasar de todo: cacerolas, amores gay, cogotudos y punks. Pero dentro de Aires Criollos la vida transcurre sin sobresaltos, entre chinchulines y ojos de bife.

Aires Criollos queda en Av. Santa Fe 1773. Horario de atención: todos los días de 12 a 1. Teléfono: 4811-3766.


Fotos: Pablo Mehanna

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