SALí
› Por Rodolfo Reich
Vita, Eco Deli Market
Una nota de color se distingue entre el gris de la histórica manzana del Cabildo. Ubicado entre los apabullantes edificios que quitan el sol a Hipólito Yrigoyen, Vita es un pequeño oasis para revitalizar el cuerpo y la energía. Algo que logra, por un lado, con una decoración cálida y artística, que invita a conectarse con otros escenarios posibles, propuestos desde los mapas estampados en las mesas, los cuadros de colores, las notas musicales sobre una pared y los acordes de algún reggae que aflojan el estrés. Por el otro, con un menú ciento por ciento vegetariano, ideal para continuar la jornada con la energía en alto y el paladar satisfecho, a través de recetas elaboradas por el chef vegetariano (y sueco) Martin Hallin, y su equipo: el chef Juan Roldán y el maestro pastelero Agustin Biondi. La especialidad del mediodía son las ensaladas, que incluyen verduras crudas y cocidas, con distintos cereales y legumbres, como la Viva (mix de verdes, brotes de mung y lentejas, zanahoria rallada, palta y semillas de sésamo, $30). Otras opciones incluyen calabaza, berenjenas horneadas o tofu al wok. Todas se acompañan de un aderezo casero a elección, sea mayonesa de zanahoria, hummus o pasta de berenjena, entre otros. Vita cubre buena parte del abanico vegetariano con opciones calientes de sabor mediterráneo (fideos caprese, $30), chino (wok, $30), el plato Hindú ($33) y un guiso de lentejas para no perder el toque local, que seduce a los extranjeros en su pausa en la caminata de Recoleta a San Telmo. La oferta se completa con tartas, pizzas, sandwiches y las hamburguesas de soja orgánica, arroz yamaní y lentejas. Para beber, licuados de fruta con leches vegetales ($22), jugos y aguas de frutas naturales, preparadas con agua filtrada dos veces y azúcar orgánica, en versiones de jengibre con naranja, manzana con canela, pomelada y uva orgánica ($12). Aunque no es estrictamente vegano, Vita sigue el concepto hipocrático “que tu comida sea tu medicina”, y así es posible encontrar propuestas para quienes llevan una dieta de alimentos crudos (la mentada raw food). De hecho, muchas tentaciones de la pastelería se realizan sin cocción, haciendo masas y cremas de frutas secas con aceite de origen vegetal, que se solidifica en frío. En el costado de las infusiones, Vita ofrece café orgánico, que puede cortarse con leche de almendras (maniáticos del espresso, abstenerse) y tés varios, con la posibilidad de endulzar con azúcar orgánica, miel de caña o stevia. Un almacén natural con productos naturales, integrales y orgánicos completa el amigable local, un retazo colorido y saludable en el patchwork gastronómico del ardiente centro porteño.
Vita queda en Hipólito Yrigoyen 583. Horario de atención: lunes a viernes de 8 a 20.
Bandol, de barrio y con onda
Se trata de una de esas esquinas de Buenos Aires que sorprenden, y que con su aspecto apacible, sus árboles de pino y sus veredas al sol desentonan con la trillada idea de la ciudad imposible, ruidosa y superpoblada. De eso se trata Bandol: un refugio barrial que convoca vecinos y visitantes a lo largo de todo el día. Para esto, el lugar cuenta con distintas propuestas a medida que avanzan las agujas del reloj. De mañana, el deck exterior de madera invita a aprovechar los múltiples desayunos leyendo el diario mientras el sol se filtra por las hojas de los árboles (el desayuno Rey –$55– trae café o infusión, jugo de naranja recién exprimida, medialunas, tostadas, mermelada, manteca o queso crema, huevos revueltos con panceta, fiambres y panes saborizados). Al mediodía surgen los menúes ejecutivos (principal, bebida, postre y café por $54), con platos como ravioles de ricota o bife de costilla, aunque tal vez la mejor idea sea optar por los sandwiches (Bondiola –$46– en pan de campo con lechuga, tomate y papas francesas) y las ensaladas (Salmón ahumado –$66– con alcaparras, olivas verdes, croûte de pan de centeno y mix de hojas verdes). De tarde, es tiempo de jugos y licuados junto a la repostería casera (cookies danesas de chocolate, pasas de uva y almendras, strudel de manzana, brownies y muffins). Pero es a la noche cuando Bandol muda de ropas y levanta la apuesta. Al caer el sol, se encienden las velas, el ambiente se torna inclusive más tranquilo, íntimo y romántico, y la cocina sube de jerarquía. Vale la pena mencionar que Bandol debe su nombre a una comuna en el sur de Francia, en honor a la abuela francesa de Javier Otaola, quien junto a su padre Francisco es dueño e ideólogo de este restaurante. Así, los sabores propuestos coquetean con toda la zona del Mediterráneo, sin nunca olvidar las peculiaridades del paladar porteño. Todo esto se condensa en entradas como la genial tortilla española con chorizo colorado tandilense (contundente, $52) y las gambas al ajillo ($78), y platos principales como la bondiola braseada ($87), la pesca del día a la plancha ($72) o pastas caseras como los taglioni neri (amasados con tinta de calamar, $39), que quedan muy bien con una salsa cremosa de langostinos ($30). Bandol está lejos de la pretensión impostada tan común en los polos gastronómicos, y tampoco cae en el facilismo de la cantina o restaurante de minutas que abunda en Buenos Aires. Así, transita su propio camino, como muy buen representante de lo que debería ser un restaurante barrial con onda.
Bandol queda en Comodoro Rivadavia 1696. Teléfono: 4704-6342. Horario de atención: lunes a sábados de 8 a 24; domingos de 8 a 20.
Coya, en pleno microcentro
De que la cocina peruana creció en Buenos Aires no hay dudas. Pero ese crecimiento no fue parejo: en la gran mayoría de los casos, la apuesta pasó por cierta sofisticación de la tradición andina, traducida en ambientes modernos, actitud cool y precios cada vez más altos. Era hora de volver a las fuentes. Así lo hace Coya, abierto hace unos pocos meses en pleno microcentro porteño. Un restaurante de estética simple y pulcra, tamaño amplio y menú extenso, capaz de llenarse al mediodía con menúes de precios irrisorios ($35 con bebida), mientras que de noche muestra su costado más tranquilo y apacible. En Coya todo es peruano: desde la gran imagen de Machu Picchu en una de las paredes a los camareros que conocen los platos a conciencia; desde los cocineros provenientes de distintas zonas de Perú al dueño, Arturo, quien inmigró a la Argentina hace ya doce años, y que hoy cumple su sueño de restaurante propio. La carta es un verdadero manual technicolor de cocina tradicional: decenas de platos que representan la diversidad de una de las cocinas más complejas y festejadas del planeta. Están todos los nombres que deben estar: papas a la huancaína, anticuchos y causa de pollo (todos $30), chicharrón de cerdo ($55), tacu tacu con seco de cordero ($60), pollo broaster ($100, entero, $65 medio), además de los consabidos ceviches (clásico a $70, de la casa a $120), tiradito en crema de ají amarillo ($80) y jalea de pescados y mariscos ($100). También hay espacio para el chaufa (platos chinos en clave peruana) como los tallarines salteados ($45), además de varias sopas (parihuela, sudado de mero) y algunas festejadas especialidades (pulpo al olivo a $70, choros a la chalaca a $55). Lo mencionado es apenas un esbozo: la lista sigue y sigue, con más ejemplos contundentes y generosos, dificultando la elección. Tal vez por eso muchos primerizos prefieren comenzar con los piqueos del chef, que entre $130 y $160 ofrecen cuatro mini raciones de platos que satisfacen a dos personas de muy buen comer. El marino, por ejemplo, trae chicharrón de calamares, ceviche de lenguado, arroz con mariscos y causa de camarones. La carta de vinos es breve, con precios muy amigables (un Santa Julia Chardonnay a $45), aunque lo mejor será ir por el lado del delicioso Pisco Sour ($20, preparado en licuadora con pisco peruano). La cocina de Perú es hoy la vedette que brilla entre las gastronomías del mundo. Y mucho lo debe a estos platos, que conforman su base y su ideología. Coya recupera así sus orígenes y tradición, sin más pretensiones que la de dar de comer rico, abundante y a buen precio.
Coya queda en Tucumán 874. Teléfono 4393-1709 / 4393-1712. Horario de atención: todos los días de 12 a 24.
Fotos: Catalina Bartolome
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