Dom 10.11.2013
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SALí

A comer con cócteles

› Por Rodolfo Reich

El toque exótico

En 1999, con el fin de una década y una época, abrió sus puertas Green Bamboo, uno de los primeros restaurantes en traer los exóticos sabores del sudeste asiático. En un principio, la cocina fue comandada por las esposas de los diplomáticos vietnamitas instalados en la embajada local, quienes transmitieron la filosofía de los platos orientales a los siguientes cocineros. Pero, más allá de este detalle telúrico, jamás pretendió ser un lugar étnico tradicional; en cambio, siempre apostó por la modernidad, expresada por un ambiente romántico e íntimo y por una preciosa barra dedicada a los cócteles.

Catorce años más tarde, la cocina sigue fiel a los sabores de Vietnam, sostenidos por la aromática salsa de pescado, el cilantro, la lima y el jengibre, parte del ABC de la cocina de país asiático, junto con el lemongrass, el mango, la leche de coco y más elementos indispensables. La carta es amplia, con mucho para elegir. Entre las entradas, hay clásicos como los Nem Song ($69), veraniegos rolls de papel de arroz rellenos de fideos de arroz, langostinos, huevo, maní y cerdo. O el menos conocido Banh Beo ($67), láminas de pasta de arroz cubiertas por langostinos, echalote frito y porotos mung. De los principales, se destaca la tradicional sopa Pho Bo (suculento caldo con fideos de arroz, carne de vaca y hierbas, un clásico callejero de Vietnam, a $114), pero también el Món Ca Ri ($149), un salteado de pescado y mariscos sobre curry picante de leche de coco, especias, hierbas, tomates y mango, acompañado de arroz. Una novedad son los “platos combinados” ($102), que reproducen la manera en que se come en los mercados callejeros vietnamitas. Se elige una base (arroz, fideos mung, entre otras), suma una proteína (como un cerdo braseado en cinco especias), y eso llega en un generoso bowl suficiente para una comida completa.

La cocina del sudeste asiático es intensa y perfumada. Para acompañarla es ideal optar por cerveza refrescante o, mejor aún, los cócteles del lugar (entre $55 y $60). De un Green Bamboo (gin, limón, jengibre y menta) a un Mei Fuwa (Campari, sake, vodka y pomelo) pasando por un frutado Locomotion (espumante, Absolut Raspberry, maracuyá y arándanos).

Tras casi una década y media en pie, Green Bamboo sigue seduciendo con su propuesta: platos de Vietnam en un ambiente precioso, junto a una coctelería moderna. Un lugar para noches especiales.

Green Bamboo queda en Costa Rica 5802. Teléfono: 4775-7050. Horario de atención: todos los días de 20.30 al cierre.


Para todos y todas

La palabra clave es inclusivo. Así podría definirse a Será de dios, el bar abierto hace tres años en uno de los bordes del San Telmo turístico. “La idea es que todos encuentren lo que buscan. Si querés tomar una cerveza o un fernet, lo tenés. Pero si querés un single malt como un The Macallan, también te lo vamos a saber servir”, explica el fundador, y dueño Ignacio Costansi.

Será de dios está ubicado en una vieja casona de barrio, con ventanas que dan a la calle. Dentro, las paredes rústicas de ladrillo a la vista contrastan con una gran barra de madera repleta de botellas de alta calidad. Uno de los ambientes está grafiteado con la firma del artista callejero Zear y, al fondo, un pizarrón da cuenta del amable happy hour de la casa (18 a 22), a precios imbatibles.

Detrás de la barra, desde hace dos meses, está Ariel “El Samurai” Zeitune, uno de esos personajes míticos de la fauna porteña. Su historial comenzó hace más de veinte años en Cap Manuel, para luego recorrer varios de los iconos de los ’90 y ’00, entre ellos Filo, Memorabilia, 5ta Avenida, El Living, Sula, 878 y Jasper. Con esta vasta experiencia a cuestas, y una pasión infinita por el servicio y la buena bebida, Zeitune logró convertirse en un maestro de la alta coctelería. En Será de dios sobresale con su camisa elegante, a veces inclusive saco y moño, entre el resto del servicio, que viste remera y lleva tatuajes en los brazos.

Para beber, la carta ofrece clásicos como el Mint Julep (bourbon, menta, almíbar, $60) o el Tom Collins (gin, soda, limón, almíbar, $35) que conviven con los populares caipirinha ($40) y Mojito. Pero lo mejor es pedirle a Zeitune que arme un trago de su autoría, por fuera de la carta, como el delicioso Hespimelo (Pineral, vodka, Hesperidina y jugo de pomelo) o el Negroni Evolution, que lleva gin, Cinzano Rosso, Campari, Jägermeister y vodka de pomelo.

La cocina abreva en los clásicos de bar, un mix que incluye ricas pizzas (provolone, $38), empanadas caseras y algunos extras como los pinchos de pollo y panceta ($40, con papas fritas). Cada día, además, suman una opción como “la de la abuela”, un plato de comida casera que reproduce los sabores simples y contundentes de la cocina hogareña. Desde guisos varios hasta un pastel de papa pasando por una sabrosa bondiola braseada. Una cocina que, en línea con la filosofía del bar, no deja a nadie fuera.

Será de dios queda en México 355. Teléfono: 4331-1086. Horario de atención: martes a viernes de 18 al cierre. Sábados de 21 al cierre.


La excepción a la regla

Guido Sosto conoce muy bien su barrio y a su clientela. Ya en 1981 se instaló al lado del Zoo porteño, abriendo el famoso Guido’s Bar, el restaurante que dividió aguas y generó polémicas por su política de carecer de menú y servir en cambio los platos al modo de una gran comilona caprichosa. Muchos amaron la propuesta; otros tantos la odiaron. Por suerte, para unos y para otros, hace ya cuatro años abrió Guido Restaurant, un local ubicado sobre el coqueto boulevar Cerviño, en una casona reciclada de 1890, con una propuesta de cocina anclada en la más férrea tradición italiana.

Por dentro, Guido Restaurant toma la estética de esas cantinas prototípicas del Little Italy neoyorquino: un espacio familiar que muestra sus paredes cubiertas de fotos de actores y actrices del cine italiano y hollywoodense. Fellini, Marilyn y Sinatra conviven allí en absoluta armonía. El lugar suma una requerida terraza al aire libre, ideal para fumadores.

La carta (que pronto estará cambiando para recibir los calores del verano) muestra un respeto a ultranza por la calidad del producto. Allí está la consabida pasta seca, como los spaghetti a la “tawil”, con oliva, ajo, pesto y brócoli ($75), y también la casera con ejemplos como los ravioles rellenos de calabaza con toque de limón, salteados con aceite de oliva y hierbas ($79). También hay variedad de risottos ($95) y, una especialidad de la casa, la parrillada de frutos de mar y pescado para compartir entre tres personas a $270 (sale sólo viernes y sábados).

Para beber, la tradición exige vino; por eso, Guido Restaurant cuenta con una cava de 400 botellas. Pero, más allá del lugar común, este restaurante sorprende con una muy buena barra comandada por Rodrigo Soto, un premiado bartender peruano que juega con los aperitivos italianos para crear mezclas de autor como el Morte in Venezia, que lleva Campari, pomelo, limón, prosecco y gotas de Angostura Orange; o el Sofía Sour, con Cynar, Cinzano, Hesperidina y jugo de lima. Dos aperitivos perfectos para comenzar la noche, pero también para acompañar el resto de la cena.

Es casi imposible encontrar en Buenos Aires un buen restaurante italiano que tenga a su vez una buena barra dedicada a la coctelería. Y ahí está Guido Restaurant, como excepción que confirma la regla.

Guido Restaurant queda en Cerviño 3943. Teléfono: 4802-1262. Horario de atención: martes a domingo de 19.30 al cierre.


Fotos: Pablo Mehanna

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