NAVEGá
› Por Mariana Enriquez
No hay mucha información sobre Miwa Yanagi. Apenas se sabe que es nativa de Kobe, vive en Kyoto, y expone su celebrado trabajo fotográfico desde 1993. Ahora que tiene un incipiente pero sólido reconocimiento internacional, sigue convencida de que su trabajo debe hablar por ella.
Y su nuevo proyecto, que además de encontrarse online se puede bajar en imágenes de alta resolución, es una verdadera y delicada belleza. Yanagi reunió a un grupo de jóvenes, y les pidió que se imaginaran a sí mismas ancianas, en el año 2051. A partir de esos retratos hablados, idealizados, fotografió a verdaderas mujeres de más de 70 años, todas muy hermosas, acompañadas por los textos (retocados) que obtuvo de las jóvenes. Y las llamó Mis abuelas porque, dice, “todas son mis abuelas ideales, y las mujeres que quiero ser. Y las celebro”. Allí está Yuka, entonces, con el cabello teñido de rabioso colorado, a toda velocidad por una autopista montada en un sidecar, al lado de un atractivo joven japonés, el pelo al viento y la sonrisa extática. “Pensaba que me iba a dedicar a descansar”, dice el texto, “pero en cambio estoy más activa que nunca”. Hay fotos más misteriosas, como un grupo de ancianas sentadas, sin ninguna actividad aparente, u otra acompañada de su esposo, que dice unas enigmáticas palabras sobre la tos. A cada una se accede cliqueando sobre una estrella, y el texto, en original japonés, está traducido al inglés. Para más trabajos de Yanagi, basta visitar su sitio oficial en www.yanagimiwa.net
www.yanagimiwa.net/My/e/index.html
Las hay reales y de cómic, en óleos y acuarelas, clásicas y modernas. Pero todas son mujeres que se desean, se aman, se gustan, y que están juntas en imágenes de todos los tiempos, sin apenas texto que acompañe, para estimular la imaginación. La colección —enorme, ecléctica, sorprendente— se renueva muy seguido; y los ínfimos textos adjuntos se pueden traducir al español y al inglés (el sitio es originalmente francés). Y no sólo ofrece imágenes: en la barra de enlaces al costado se puede linkear a textos sobre homosexualidad femenina, baños turcos, historia del lesbianismo en Oriente, Occidente y apariciones del amor entre mujeres en la Biblia; y también a sitios de artistas lesbianas, películas de temática gay femenina, o directoras de films eróticos. Las imágenes pueden verse de corrido y en orden cronológico, como si se tratara de un blog, pero para comodidad están clasificadas en una peculiar taxonomía: caricias, besos, abandonos, amistades, bailarinas, exploraciones, idilios bucólicos, ilusiones, antiguas. Y allí se acumulan, por ejemplo, tapas de libros eróticos-sensacionalistas de los primeros años sesenta. O dibujos de estilo fantasía heroica, y fotos eróticas de las primeras dos décadas del siglo XX. Por supuesto, hay ilustraciones japoneses, desde antiguas hasta el actual hentai yuri (personajes lésbicos de manga y animé en imágenes explícitas). Y es posible subir fotos propias, claro, aunque pasan por un filtro de calidad. Para pasarse horas, descubriendo.
La misteriosa chica voluptuosa de flequillo imponente y larga melena negra. La mujer que se convirtió en símbolo de época, la chica pin-up más importante de la historia, y eso que nunca trabajó con un fotógrafo competente. Nadie posó jamás como Bettie Page, y el mito acrecienta ese encanto, juguetón pero algo peligroso. Todos esos flequillos que se ven por la calle hoy los inventó ella. Y ni siquiera lo supo: Bettie, después de varios divorcios, una vida bastante a la deriva que incluso la llevó a Haití en los años ’50, se convirtió en una mujer famosa y enseguida desapareció. Durante treinta años nadie supo de ella. Hasta que en los ’80 una oleada de nostalgia y reconocimiento obligó a su búsqueda, y apareció en Florida, con familia propia, devota cristiana, y completamente ignorante de que su imagen había sido fantasía durante años, y más tarde ícono pop. Nunca dio una sola entrevista. Ahora tiene 86 años. En su sitio oficial se pueden encontrar todas sus fotos de Bettie, que no son tantas. Además, para los fans acérrimos, hay una amplia colección —a la venta— de libros y videos, posters, calendarios, además de artículos sobre Bettie, amplia biografía incluida. Las fotos, eso sí, están en baja resolución. Es posible conseguirlas en mejor calidad allí mismo, pero hay que suscribirse en Para uso personal (a pesar de que piden datos, siempre son gratuitas). Vale la pena renunciar a un poco de privacidad para tener una gran, gran foto de Bettie, con su corpiño negro y sus ojos sonrientes.
No se llama Dita Von Teese, pero no revelaremos su verdadero nombre aquí, porque no tiene sentido destruir la ilusión que tan sabiamente ha construido esta mujer de 34 años nacida en Michigan. Stripper desde los 19, entrenada en danza clásica y diseño de indumentaria, siempre estuvo obsesionada por el glamour de los años ’30 y ’40. Cuando decidió recrearlo, a mediados de los ’90, se convirtió en la mejor, la más deseada, la dama que, ella sola, creó el revival del burlesque, ese género de teatro popular que mezcla comedia, acrobacia, sátira, performance y erotismo. Dita diseña sus corsets, su lencería, sus medias, a veces sus vestidos. No tiene estilista: cree que nadie sabe más que ella sobre la imagen vintage erótica que busca, y tiene razón. Pálida y de cabello negro tenebroso, en sus shows baila dentro de una jaula, se retuerce dentro de un corazón de filigrana que exhibe su cuerpo exquisito. “El compromiso que tiene con su arte es obsesivo”, escribía sobre ella la revista Flaunt.
El sitio oficial de Dita Von Teese es el más antiguo que tiene una modelo en la web (desde 1992). Astuta para los negocios, la versión gratis contiene algunas hermosas fotos, artículos y una completa sección acerca de sus shows, pero por la suma de 20 dólares al mes se tiene acceso a 15.000 fotos exclusivas, su diario personal y hasta el e-mail personal de la diosa oscura. Que, eso sí, es una mujer casada: intercambió anillos con Marilyn Manson, en el castillo irlandés de Gottfried Helnwein, y ofició de ministro Alejandro Jorodwsky.
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