Había una vez un año (2000), un álbum poco memorable (Whoa, Nelly!) y una canción que su cantante/autora definió como un “himno de libertad”, al son del —remanido— “Soy como un pájaro, sólo vuelo lejos”, “Soy como un pájaro, sólo vuelo lejos...”. Pues, puede que aquel tema de Nelly Furtado no vuelva a levantar altura, pero sin duda será tarareado por quienes experimenten Birdly, la instalación que da cuerpo al eterno deseo de volar. Como si el humano fuera un milano real, dicho sea de paso; al menos, así lo detalla el grupo investigador de la Zurich University of the Arts, en Suiza, detrás del mentado proyecto científico/artístico. Grupo que, utilizando un casco de realidad virtual Oculus Rift —entre otras bondades tecnológicas—, desarrolló un simulador memorable.

“A diferencia de los simuladores de vuelo habituales, aquí no se controla una máquina: se encarna a un pájaro. Para evocar dicha sensación, nos basamos principalmente en el acoplamiento sensorial-motor. Así, el participante controla la situación con sus manos y brazos, que se correlacionan directamente con las alas y plumas primarias del ave en cuestión, cuestión que se muestra físicamente a través de movimientos, balanceo y oscilación vertical”, detallan los mentores de un proyecto que apuesta a la experiencia total en primera persona. Razón por la cual, además del escenario virtual, adicionan viento y sonidos en altura, oscilantes acorde al sitio que la persona/ave sobrevuele, y la velocidad y altitud que adquiera. ¡Una pasada!, diría un ibérico. Aunque bajaría el entusiasmo al enterarse que solo existe un prototipo que Max Rheiner, Fabian Troxler, Thomas Tobler, Vladimir Jankijevic y Thomas Erdin, sus creadores, pasean en ferias tecnológicas. De momento, ninguna chance de llevarla al living de casa.