El japonés Hayao Miyazaki, maestro de la animación y fundador de Studio Ghibli que despachó al mundo joyitas como Mi vecino Totoro, La princesa Mononoke o El viaje de Chihiro, ha vuelto a las andanzas. No precisamente a las cinematográficas, fiel a su anuncio de retiro voluntario. Su última aventura involucra otro de sus grandes amores: la naturaleza, la ecología, el conservacionismo, temas presentes en todas sus obras. No por nada, el hombre ya había declarado tiempo atrás que “las relaciones humanas no son lo único interesante; todos los elementos del mundo encierran belleza: el paisaje, el clima, el tiempo, la luz, la vegetación, el agua, el viento… Supongo que la clave de nuestra obra es el esfuerzo por incluir esos elementos en la mayor medida posible”. Pues, sin duda, su última obra los incluirá primordialmente, en tanto se trata de una reserva natural especialmente pensada para niños… y para Totoro.

Convirtiendo en espacio protegido a un bosque de 10 mil m2 en Kumejima, una de las más bellas islas de Okinawa, el “santuario de Miyazaki” costará 300 millones de yenes, que –según informan fuentes varias– el propio director aportará de su bolsillo, comprometido además a donar el parque a un comité del distrito que lo administrará sin fines de lucro. Se estima que la construcción comenzará el año próximo, con inauguración prevista para 2018, y que las instalaciones incluirán alojamiento para 30 personas, una biblioteca y el propio parque natural, diseñado (por una firma local, usando materiales locales, considerando la opinión de los vecinos) para estimular la interacción total de jovencitos con el entorno verde. Finalmente, El bosque donde el viento regresa –tal será el nombre del lugar– no hace sino dar forma concreta a lo que Hayao declarase en 2008: “En lugar de buscar modos de estimular la demanda interna mediante la construcción de puentes o carreteras, debemos ofrecer un ambiente adecuado para nuestras futuras generaciones, porque lo niños son la mejor inversión de Japón”. Amén.