VALE DECIR
Aunque no dispongan de los mismos poderes que Jesucristo superstar, capaz de resucitar Lázaros, las Hermanas del Valle tienen un as sanador bajo la manga: marihuana. Mucha marihuana, plantada por ellas mismas en el garaje de su “abadía” –una casa de tres habitaciones, en California, Estados Unidos–. Yerba que luego utilizan para crear ungüentos y tónicos artesanales que curan migrañas, resaca, dolores de oído, reacciones alérgicas, entre otros asuntos ¡Ave María Santísima, sin cannabis –se presume– concebida! ¿Dónde ha ido a parar la religión? Pues, a ningún sitio, visto y considerando que estas monjitas, que visten hábito, no están afiliadas a ningún credo y solo responden a cierto dogma: asistir a los enfermos con productos derivados del faso y, en el ínterin, evitar que la legislación local cierre su negocio. En todo caso, entonces, una pequeña hermandad terapéutica con tres hermanas “ordenadas” que entienden por lectura de Biblia, responder emails y pedidos por redes. “Queremos que haya mujeres en cada ciudad vendiendo nuestra medicina”, sueñan en voz alta, y continúan con su negocio de un año vía Etsy. Pues, para reivindicar la labor de las espirituales señoras y su lucha por la no-penalización del cultivo, dos fotógrafos norteamericanos se adentraron en tierra sacra para retratar su día a día. “Están haciendo mercadería increíble con cannabidiol y se han vuelto populares en todo el mundo”, resumen Shaughn Crawford y John DuBois, los susodichos, sobre el trío de señoras. El resultado sobrevuela, con correspondiente cortina de humo.
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