Hasbro –firma dedicada a juegos y juguetes– y Araca Group –productora de Broadway, involucrada en exitosas puestas como Disgraced, Wicked, The Book of Mormon– han decidido aliarse para tomar el mundillo de los musicales por asalto, amén de crear la obra menos esperada de la historia de las tablas. Se trata de Monopoly, the Musical, pieza inspirada en el popular juego de mesa de bienes y raíces, primera propuesta de una sociedad que aspira ampliar oferta teatral en un futuro (¿con versiones teatrales de Pictionary, El juego de la vida o Trivial Pursuit? Las posibilidades afortunadamente son finitas). “Solo puedo decirles que no será un musical sobre gente reunida alrededor de una mesa jugando al Monopoly”, adelantó Matthew Rego, CEO de Araca; sumando, además, que “es realmente emocionante crear una historia que explore este mundillo, del mismo modo en que se ha hecho con el film Lego”.

A juzgar por la materia prima, empero, hay quienes ya intuyen que, de tomar un giro hiperrealista, la obra durará más de 4 horas, y solo una de las personas del grupo espectador –sean familiares o amigos– realmente lo disfrutará. Para el resto, flor de tedio, que bien podría materializarse en 2 actos, con posibles escenas del tipo: “¿Casualidad o Arca Comunal?”, “Nunca logro ser el banquero”, “Yendo a caminar por el Paseo Tablado”, “¿Dónde están los 25 billetes por servicios prestados?” o –momento de máxima tensión–. “¡Al calabozo!”, entre otras posibilidades.

Sin guionistas, compositores o intérpretes anunciados, se estima que la pieza verá las candilejas recién en tres o cuatro años. Y aunque no faltan los esperanzados que ruegan que el argumento gire en torno al verdadero, y distorsionado, origen del juego (creado bajo el nombre Landlord’s Game con fines didácticos, en 1903, por una mujer de izquierdas, Elizabeth Magie, que buscaba denunciar los peligros de la monopolización) difícilmente la dama, a quien le fuera robada la lúdica idea, sea siquiera mencionada. Por lo demás, solo subyace una dudita: de hacer el eventual salto a calle Corrientes, ¿mudará de nombre a El Estanciero?