VALE DECIR
Perdidos
en Tokio
No lo trajo una cigüeña de Tokio ni surgió de un repollo
comprado en el Barrio Chino: nació con típicos rasgos occidentales
y se crió en una típica familia de Lanús. Sin embargo,
las fotos que presentan sus proyectos lo muestran cual simpático chino
sonriente. El rasgo se repite en toda su obra: pequeños seres redondeadoas
y de colores brillantes con ojos indefectiblemente rasgados. Casi como Pokemones,
pero chinos. Un producto aparentemente más cercano a la imaginería
fantástica de una pujante industria taiwanesa que a lo que se suele entender
como “obra artística”. Pero sus angelitos de colmillos, un
poco más salidos de lo que recomendaría cualquier religión,
vuelan alto en el cielo local.
Bercic fue uno de los 30 artistas seleccionados –entre 458 candidatos
del país– para participar del Programa de Talleres para las Artes
Visuales del Centro Cultural Rojas de la UBA, que dirige Guillermo Kuitca. Bajo
su estrella concluyó su serie más arriesgada: Un mundo feliz,
una versión del Via Crucis donde las 14 estaciones de Jesús hacia
al Calvario son recreadas por esos mismos muñecos regordetes y achinados,
empotrados sobre fondos floreados, platos de chop-suey o publicidades de calzoncillos.
Un par de redondeles amarillos sobre unas manos regordetas bastan para imaginar
las estacas, y el blooper de un gordito de cabeza al piso (con cruz y todo)
repetido por tres sobra para vivir las tres caídas. Un conjunto acaso
más onírico que las dos horas y media que invierte Mel Gibson
en atravesar el camino del espanto. ¿Y todo por qué? Porque Bercic
decidió mirar la escena con... ojos chinos. Algo así como Perdidos
en Tokio, pero al revés. “Me gustaba pensarme como un oriental
que trata de entender Occidente. Uno puede mirar una crucifixión con
mucho relajo cuando en realidad se trata de una persona que está siendo
torturada”, dice.
Las virgencitas del dolor y los angelotes negros (a veces devenidos en cajitas
musicales lisérgicas) suelen venir acompañados por ideogramas
chinos. ¿Conjuros imposibles? ¿Consejos para armonizar el living?
¿Los últimos informes de la Bolsa de Tokio? Difícil de
saber: “No sé qué dicen. Supongo que cuando alguien me los
traduzca, va a pasar otra cosa”, dice y no parece muy ansioso de descubrirlo.
Bercic fue premiado por la Fundación Federico Klemm, el Multiespacio
Pabellón IV y por la UBA. Ahora, un subsidio del Fondo Nacional de las
Artes le permitirá realizar un nuevo proyecto: “Juguetes a medida”.
Hará un casting de chicos, elegirá uno, tendrá entrevistas
y le regalará un juguete hecho exclusivamente para él.
Hasta el 4 de julio, el Centro Cultural Recoleta exhibe su última obra:
El ángel caído, una pequeña instalación de angelitos
blancos y uno, el más vanidoso, caído de cabeza al piso.
Los
Dead Menems
¿Cuál puede llegar a ser el destino de un grupo llamado Dead Menems?
A Jello Biafra (líder de los californianos Dead Kennedys) una patota
de seudopunkitos le propinó, hace casi una década, una golpiza.
Pero para los Dead Menems la situación es muy diferente. Autodenominados
como “Trillizos de leche”, Lemoncello, No Future y D Fault son las
3 cabezas de esta nueva bestia pop: pop porque hacen cumbia, la música
más popular de la Argentina; y bestias porque, como ellos mismos reconocen,
“en el conservatorio estaríamos en el jardín de infantes”.
Sin embargo, su improvisada y desprolija mezcla de cumbia y rap, y sus insólitas
influencias (desde Adrián y los Dados Negros hasta Adriano Celentano,
pasando por Lía Crucet, Alcides y los Beastie Boys, aunque lo que uno
de ellos afirma extasiado el otro lo niega al instante con asco) han ido madurando
durante los últimos diez años. Quizá por eso es que el
caos de su música confluye en un delirio sorprendente, guarango e insolente.
Pero también autocrítico e inteligente. “Dead Menems es
un nombre punk. Hay cierto homenaje a los Dead Kennedys, una banda que nos gusta
a los tres. Y como creemos que la cumbia es lo más punk que hay acá,
Dead Menems es un nombre provocativo, que no te olvidás más y
que, obviamente, no es menemista.” El nombre ya de por sí va a
dar que hablar, pero el trío no se agota en ese chiste. Con su sonido
súper low-fi y su afición por la cumbia (de la que defienden sobre
todo su “ritmo irresistible”) son un interesante exponente de la
cumbia blanca que hace poco se nucleó en el Festicumex. Los Dead Menems,
aunque todavía son un chiste para pocos, están más allá
de una moda efímera: “Somos chicos bien que hacemos cumbia mal”,
filosofa Lemoncello, el cantante. “A mí no me gusta la cumbia”,
se distancia de sus compañeros D Fault. “Hacemos cumbia para que
no nos maten por chetos”, resume No Future. Lo más probable es
que sus hits instantáneos (Mono style, Rebelde way, Tortillera, Talibán
del amor, Ganador, y esto recién empieza) nos hagan matar... pero de
risa.
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