Domingo, 7 de abril de 2002 | Hoy
VALE DECIR
argentina.com: para acabar con todos los problemas
La bestial crisis argentina volvió a poner al país en el mapa, pero no sería más que un mapa virtual. O eso parece, a juzgar por el editorial del número de marzo de la revista Forbes, titulado: Bill Gates podría salvar a Buenos Aires. Tras una breve introducción acerca de la devaluación, la licuación de los depósitos y la destrucción de la credibilidad del sistema financiero, el editor William Baldwin se despacha con una apreciación poco sutil: En un abrir y cerrar de ojos, han devuelto a su economía a la Edad de Piedra, tras lo cual se pregunta: ¿Cómo puede una economía funcionar sin un medio de cambio?. Comentarios soslayables comparados con lo que le sigue: Baldwin indica que, dado que nada de lo que haga o diga el gobierno acerca del dinero tendrá ninguna credibilidad, la salvación deberá provenir del exterior; y podría llegar en la forma de software. La propuesta incluye un programa de Microsoft bautizado Passport (todavía en desarrollo), que apunta a fortalecer el comercio electrónico. E ilustra un hipotético futuro para la Argentina asentado sobre el uso de tamaña maravilla virtual: Imaginen a dos peones en las pampas (sic), propone Baldwin; uno quiere comprarle una oveja a otro. Le paga transmitiendo una señal de su Palmtop a un banco en Zurich, el cual luego transfiere la propiedad de 10 gramos de oro al otro tipo, quien también tiene una Palm. No importa si el país está gobernado por peronistas o por generales. No hay nada que pueden apropiarse (sic). Para cerrar su bucólico ejemplo (que completa incorporando a un taxista en la historia), aclara que la idea no es del todo fantasiosa, y que en Melbourne, Florida, ya existe una firma (E-gold Ltd) que utiliza un sistema parecido basado en el patrón oro, cuyo único y pequeño problema de credibilidad se debería a que está domiciliada en un paraíso fiscal en el Caribe. Para culminar, aclara que el programa de Microsoft podría volverse confiable antes de que la Argentina termine su sucesión de presidentes interinos. Al menos al entusiasta Baldwin todavía no se le ocurrió sugerir, en plan de soluciones virtuales, que la próxima misión del Fondo venga presidida por un Pac Man.
Tu cara entre mis nalgas
Los paladines de la ciencia no descansan: tras largas jornadas de riguroso confinamiento en los laboratorios más secretos del Primer Mundo, un selecto grupo de investigadores ha conseguido crear 74 suaves y entrecortados metros de venganza personal. La empresa canadiense (con base en Ontario) Rowanlea Grove Entertainment no reparó en gastos a la hora de desarrollar los X-Wipes, rollos de papel higiénico personalizados mediante la impresión hoja por hoja de un rostro a pedido del usuario. Pero los genios de Rowanlea, no contentos con haber integrado la defecación al mundo del arte, ofrecen también la opción de personalizar pañuelos, bolsas de basura y esponjas. Es de esperar que tan revolucionario invento llegue eventualmente hasta estas pampas, donde ya es posible imaginarse nuevos y muy variados métodos de escrache político.
Devórame otra vez
Si a los chicos se los ha llegado a atragantar con habanitos de chocolate como sustitutos del tabaco prohibido, bien podría Hannibal Lecter hacer el intento de dejar su vicio más conocido probando alguno de los bombones diseñados por el artista norteamericano Stephen J. Shanabrook. Se trata de piezas de chocolate que reproducen pedazos de cuerpo humano y que el tal Shanabrook ha creado, según cuenta él mismo, usando cadáveres reales como molde. Para lo cual se vio en la obligación de violar la ley más de una vez y en varios lugares del mundo: la primera vez que se coló en una morgue para tomar muestras en yeso, residía en Moscú, y allí moldeó sus primeras cicatrices, orejas y demás. Todo sea en nombre del arte: volvería a hacerlo tiempo más tarde en su país, haciendo esta vez sus chocolates con formas de heridas de bala y marcas corporales de accidentes motociclísticos y ferroviarios. Autodeclarado católico, Shanabrook aseguraque la inspiración provino del ritual de la comunión, la ingesta del cuerpo de Cristo. Por motivaciones religiosas o de otro tipo, es probable que haya más de un interesado en tan originales bombones, sólo que, con la excusa de que le llevó cuatro años hacerlos, Shanabrook ha decidido que el precio a pagar por comerse una caja de dulces pedazos de cuerpos humanos oscilará entre los 300 y 900 dólares. Es decir, un ojo de la cara.
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