VALE DECIR
Un muchacho inglés, fanático del fútbol, acaba de sacar un seguro de salud por un millón de libras (más de un millón y medio de dólares; unos 5 millones de pesos de acá) para quedar “cubierto” en caso de sufrir un trauma severo si el Reino Unido queda eliminado demasiado temprano de la Copa del Mundo. El tipo que se tomó lo de la “fiebre mundialista” tan a pecho se llama Paul Hucker, y pagó 100 libras (más impuestos) por el World Cup All Risks Insurance (Seguro de la Copa Mundial para Todo Riesgo) a través de britishinsurance.com. Cuando llegue el momento en que Inglaterra quede efectivamente afuera de Alemania 2006, la compañía aseguradora dispondrá de cuatro comentadores de deportes que evaluarán si la salida puede o no considerarse prematura. Hucker deberá entonces proveer evidencia médica de que ha sufrido un trauma mental serio como resultado del fracaso para obtener sus siete cifras. Aunque el contrato de seguro tiene, como siempre, su letra chica, y ahí figura la eventualidad contra la cual British Insurance no provee cobertura: que el seleccionado inglés quede afuera de la Copa como consecuencia directa de “daños en los metatarsos” de los jugadores. A pesar de la advertencia, Hucker insiste: “La presión de la Copa del Mundo no recae solamente en los jugadores y los directores técnicos. Creo que muchos fans estamos bajo mucha presión y sufrimos por la performance británica. Los penales son muy difíciles y quiero estar cubierto contra la posibilidad de daño psicológico”. Agregó sin embargo, que a pesar de la posibilidad de llevarse un millón de libras, piensa alentar a su país: “Me siento patriota y optimista. Tener un trauma y una depresión es algo que no quiero”.
En Buenos Aires acaba de abrirse la primera sala Imax para ver cine en 3D, de las que hay poco más de doscientas en todo el mundo, y quienes quieran experimentarlo pueden hacerlo en el ex Showcase de Vicente López, sobre la Panamericana. Mientras tanto, en Tokio, el público fue sometido hace poco a otra experiencia de cinefilia límite: la de oler las películas. Y el film con el que se decidió hacer la prueba piloto no fue uno de bajo perfil, precisamente, sino El nuevo mundo, la historia de Pocahontas según Terrence Malick y protagonizada por Colin Farrell. La idea del cine con olor es vieja (en otras épocas se llegó a experimentar con tarjetas aromáticas para “raspar”), pero esto es, básicamente, un nuevo servicio, lanzado al mercado por la compañía NTT Communications, que en este caso ha conseguido sincronizar siete esencias distintas: durante una escena romántica entre el inglés John Smith (Farrell) y Pocahontas (la nativa que lo salva de su ejecución), puede sentirse en el ambiente un aroma floral, con mezcla de pimientos y romero. Para un momento de alegría, se dispuso una combinación de cítricos. Mientras que una escena de ira viene aromatizada por hierbas con un toque de eucalipto. Los olores provienen de unas máquinas dispuestas debajo de los asientos en las filas traseras de dos de las salas, que generan las diferentes fragancias regulando las mezclas de aceites almacenadas en ellas. Las posibilidades para el cine de acción son ilimitadas: ¿a qué olerán los héroes tras una de esas jornadas intensas de rescates y saltos y explosiones? Y buenas –o malas– noticias para los que prefieren quedarse en casa viendo videos o DVDs: por magros 600 dólares, pronto se pondrán a la venta equipos hogareños del sistema “olorama”. Y si alguien se tira un cuesco, que le eche la culpa al aparato.
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