VALE DECIR
Los
fiambres son eternos
Si los diamantes son los mejores amigos
de una chica, según cantaba Marilyn, nada mejor para una chica que unos
cuantos parientes muertos. O al menos eso podría sugerir LifeGem, un
novedoso servicio para los que opinan que los cementerios son tierra desperdiciada
y que el jarrón con las cenizas del abuelo en el living suele ser un
detalle de mal gusto. ¿Que qué es LifeGem? Aunque pretenda imprimirle
algo de delicadeza al asunto, no es otra cosa que una empresa que fabrica diamantes
con los cadáveres de “los seres queridos”. Se trata de diamantes
para usar en anillos, collares o relojes –por ejemplo– tan verdaderos
como cualquier diamante verdadero pero realizados a partir de una fuente de
carbón bien específica. Y su misión es funcionar, según
se indica en el sitio oficial lifegem.com, a modo de “homenaje a las irrepetibles
y maravillosas vidas de estas personas amadas. Es más que un lugar de
recuerdo para visitar los fines de semana, es una manera de abrazar al ser amado
día a día. LifeGem constituye un testimonio al alcance de la mano
de una vida única... Para siempre”. Se asegura también que
cada cristal es inspeccionado y certificado “por reconocidos expertos mundiales
en el Laboratorio Europeo de Gemología en Nueva York” y viene con
“garantía de por vida contra todo tipo de defectos”, sin dejar
de recordar que “en LifeGem comprendemos que el luto es un viaje muy personal”
y que, mediante este servicio, “usted puede tener la esencia de su ser
querido a su lado cada vez que así lo quiera”. Y darle nuevos significados
a aquello de “las joyas de la abuela”.
Ganarse
el cielo con cheque o con tarjeta
Primero alguien se declaró propietario
de una porción de la luna. Después, tal como se lo comentó
en esta página oportunamente, salieron a la venta el muñeco del
hombre invisible (que era invisible de verdad) y nos quisieron vender hasta
el aire de la “silla con aire”. Así que tenía que pasar
y finalmente pasó: ahora nos quieren vender el cielo. Una compañía
californiana, la Ticket to Heaven Inc. acaba de lanzar su servicio de pasajes
al paraíso: la papeleta es enviada a la casa del cliente con su nombre
impreso, un certificado de autenticidad y una tarjeta testimonial del tamaño
de una billetera, todo por un precio por el que el sufrido porteño de
hoy llegaría a Santa Teresita: 15 dólares más 4.95 de costos
de envío y unos 7 más por la entrega (dentro de territorio norteamericano).
“No se requiere compromiso de fe”, aclara la compañía,
a la vez que se desliga de toda responsabilidad por que el cliente llegue efectivamente
al cielo y no garantiza la existencia de un paraíso ni su aspecto ni
duración. Y por supuesto que no: los emprendimientos comerciales del
Señor son misteriosos.
Dialéctica
navideña
¿Buen Papá Noel contra Mal
Papá Noel? ¿Adoradores de Santa contra Demonizadores de Santa?
En un rincón, los defensores del espíritu de las fiestas de fin
de año, un montón de tipos disfrazados del gordo barbudo y que
en Alemania han decidido tomar por asalto un parque de diversiones para marcar
un record mundial de no se entiende muy bien qué (pero que hasta ahora
lleva a la cabeza la cifra de 465 papá noeles todos juntos). Enfrente,
Eckahard Bieger, el cura de la Orden Jesuita de Frankfurt (es decir, también
germano) que ha lanzado su campaña a favor de la creación de “Zonas
Libres de San Nicolás”. En su cruzada para demostrarle a la gente
que las navidades no tienen nada que ver con la campaña comercial en
la que habría devenido todo el asunto, ya lleva vendidos unos 5000 autoadhesivos
a 50 centavos cada uno. Es decir, la secuela de Un cuento de Navidad que Dickens
nunca escribió.
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