Dom 15.12.2002
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VALE DECIR

Vale decir

Los fiambres son eternos
Si los diamantes son los mejores amigos de una chica, según cantaba Marilyn, nada mejor para una chica que unos cuantos parientes muertos. O al menos eso podría sugerir LifeGem, un novedoso servicio para los que opinan que los cementerios son tierra desperdiciada y que el jarrón con las cenizas del abuelo en el living suele ser un detalle de mal gusto. ¿Que qué es LifeGem? Aunque pretenda imprimirle algo de delicadeza al asunto, no es otra cosa que una empresa que fabrica diamantes con los cadáveres de “los seres queridos”. Se trata de diamantes para usar en anillos, collares o relojes –por ejemplo– tan verdaderos como cualquier diamante verdadero pero realizados a partir de una fuente de carbón bien específica. Y su misión es funcionar, según se indica en el sitio oficial lifegem.com, a modo de “homenaje a las irrepetibles y maravillosas vidas de estas personas amadas. Es más que un lugar de recuerdo para visitar los fines de semana, es una manera de abrazar al ser amado día a día. LifeGem constituye un testimonio al alcance de la mano de una vida única... Para siempre”. Se asegura también que cada cristal es inspeccionado y certificado “por reconocidos expertos mundiales en el Laboratorio Europeo de Gemología en Nueva York” y viene con “garantía de por vida contra todo tipo de defectos”, sin dejar de recordar que “en LifeGem comprendemos que el luto es un viaje muy personal” y que, mediante este servicio, “usted puede tener la esencia de su ser querido a su lado cada vez que así lo quiera”. Y darle nuevos significados a aquello de “las joyas de la abuela”.

Ganarse el cielo con cheque o con tarjeta
Primero alguien se declaró propietario de una porción de la luna. Después, tal como se lo comentó en esta página oportunamente, salieron a la venta el muñeco del hombre invisible (que era invisible de verdad) y nos quisieron vender hasta el aire de la “silla con aire”. Así que tenía que pasar y finalmente pasó: ahora nos quieren vender el cielo. Una compañía californiana, la Ticket to Heaven Inc. acaba de lanzar su servicio de pasajes al paraíso: la papeleta es enviada a la casa del cliente con su nombre impreso, un certificado de autenticidad y una tarjeta testimonial del tamaño de una billetera, todo por un precio por el que el sufrido porteño de hoy llegaría a Santa Teresita: 15 dólares más 4.95 de costos de envío y unos 7 más por la entrega (dentro de territorio norteamericano). “No se requiere compromiso de fe”, aclara la compañía, a la vez que se desliga de toda responsabilidad por que el cliente llegue efectivamente al cielo y no garantiza la existencia de un paraíso ni su aspecto ni duración. Y por supuesto que no: los emprendimientos comerciales del Señor son misteriosos.

Dialéctica navideña
¿Buen Papá Noel contra Mal Papá Noel? ¿Adoradores de Santa contra Demonizadores de Santa? En un rincón, los defensores del espíritu de las fiestas de fin de año, un montón de tipos disfrazados del gordo barbudo y que en Alemania han decidido tomar por asalto un parque de diversiones para marcar un record mundial de no se entiende muy bien qué (pero que hasta ahora lleva a la cabeza la cifra de 465 papá noeles todos juntos). Enfrente, Eckahard Bieger, el cura de la Orden Jesuita de Frankfurt (es decir, también germano) que ha lanzado su campaña a favor de la creación de “Zonas Libres de San Nicolás”. En su cruzada para demostrarle a la gente que las navidades no tienen nada que ver con la campaña comercial en la que habría devenido todo el asunto, ya lleva vendidos unos 5000 autoadhesivos a 50 centavos cada uno. Es decir, la secuela de Un cuento de Navidad que Dickens nunca escribió.

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