Domingo, 22 de diciembre de 2002 | Hoy
VALE DECIR
Cara
de culo conoce a cara de perro
La televisión mundial está a punto de conocer un nuevo concepto
en materia de reality shows: el Channel 4 británico planea un programa
en el cual los participantes se untarán los traseros con comida para
perros y luego estimularán a los otros competidores los canes
para que les pasen la lengua por sus partes saborizadas y aromatizadas. El programa
también tendrá otras atracciones que prometen convertirlo en la
más original de las cruzas entre Fort Boyarde, Gran
Hermano y Telematch: se tratará de pruebas tales como
ver quién aguanta más tiempo mirando el culo de un perro sin pestañear.
En el episodio piloto, que ya fue grabado, los concursantes debían tratar
de aplastar todas las salchichas posibles sobre una mesa mientras un tipo en
la misma habitación se hacía un piercing en el pene. El productor
ejecutivo del show, Phil Gilheany, ha defendido todas y cada una de sus ideas,
llegando a declarar que se trata de una forma de diversión bastante
inocente: hay muchas cosas extrañas, algunos desafíos un tanto
raros, pero con un poco de suerte será un programa bastante ingenioso.
El Talibus
A pesar de la media sonrisa boba con que el presidente norteamericano ilustra
las páginas de los diarios, el mundo parece haber perdido el sentido
del humor. Y un incidente ocurrido esta semana viene a corroborarlo. La cosa
es así: Robert Mickens, conductor de un micro de la línea Greyhound,
tomó una ruta equivocada en su camino a Nueva York, y, para tranquilizar
a los pasajeros que comenzaban a inquietarse, dijo, en broma, que los estaba
llevando con los talibanes, no se preocupen. No se informó
quiénes fueron los buchones del caso, pero sí que fueron varios
los que llamaron a la policía desde sus celulares, después de
lo cual una docena de patrulleros fue enviada tras el colectivo. Mickens, por
supuesto, terminó arrestado. El resultado: echado de Greyhound, condenado
a oblar más de 400 dólares de multa y perdido en el largo y sinuoso
camino a la Corte de Nueva Jersey. Lo que se dice otra victoria de la lucha
contra el terrorismo.
La
guerra bacteriológica
No está claro si se trata de un golpe promocional de los fabricantes
de desodorantes y colonias o esta vez sí un auténtico
trascendido de esos que, de manera supuestamente involuntaria, nos da de desayunar
a diario la administración Bush. Pero todo suena muy serio esta vez:
el Pentágono ha solicitado a un grupo de científicos que construya
una máquina que pueda identificar a la gente por su olor, y ya se le
habrían asignado, de largada, más de 2 millones de dólares
al proyecto. La agencia de Investigación de Proyectos Avanzados para
Defensa (¿?) augura un 2003 lleno de noticias al respecto, y vaticina
que, si el proyecto se pone a prueba satisfactoriamente en un plazo de no más
de dos años y medio, el primer prototipo estará listo hacia el
año 2008. La idea sobre la que se apoya todo el proyecto postula que
todos los seres humanos están genéticamente programados para producir
un olor tan único y personal como las huellas digitales, cosa que ya
ha sido probada en el orín de roedores. Ésta no es la primera
vez que la Darpa (tal el horrendo nombre de la unidad a cargo de todo el asunto)
se aboca a este tipo de proyectos de olfato artificial: el programa
Dogs Nose (Nariz de Perro) trabajó anteriormente en el diseño
de sensores para detectar minas de TNT enterradas sin arriesgar la vida de los
sabuesos del Tío Sam. A todo esto, Steve Aftergood, de la Federación
de Científicos Norteamericanos un grupúsculo de Washington
que ha hecho circular la noticia ha salido a advertir públicamente
que un detector de las características propuestas, si alguna vez llegara
a ser construido, vería su desempeño complicado por la mezcla
de millones y millones de aromas que la gente exudapermanentemente. Sería
como tratar de identificar unas huellas digitales a través de un par
de guantes, ejemplificó.
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