VALE DECIR
El estudio de abogados Lloyd Platt & Company, de Londres, ofrece algo muy especial para estas navidades: un cupón que vale por una hora de consulta legal sobre divorcios.
“Las fiestas traen mucha tensión a las parejas”, cuenta Vanessa Lloyd Platt, socia de la firma, al diario The Telegraph. “Siempre hemos visto un incremento en la gente que nos consulta en el mes de enero.”
Los que compran los cupones son maridos, esposas, amantes. Algunos lo regalan para sugerirles a amigos o parientes que deberían pensar en un divorcio.
Dave Percival, que organiza la Semana Nacional del Matrimonio, critica al estudio legal por lucrar con el dolor ajeno. “Cualquiera que esté pensando en comprar este cupón, gastaría mejor su dinero ofreciéndoles a las parejas que fueran a terapia.”
El Reino Unido tiene una de las tasas de divorcio más altas del mundo: casi la mitad de los casamientos terminan antes de que la muerte los separe.
A algunos medios les gusta hablar de un victimario clásico: de clase baja, de tez oscura, con una sed de sangre insaciable e inexplicable. Sin embargo, ¿quién se ocupa de los otros victimarios, los corporativos? Aquellos que tienen dinero, saco y corbata, con los que nadie se mete.
“Hagan algo con Speedy, anda realmente para el ogt (sic)”, se pudo leer en www.speedy.com.ar el viernes 11 de diciembre, a media mañana. “A ver si ahora me escuchan y me solucionan el problema”, decía el texto sobre fondo negro, reemplazando al contenido normal del sitio.
La comunidad de tecnología redusers.com entrevistó a los supuestos autores de la protesta, que responden a los dudosos seudónimos de “Gangsta Killa” y “sLi”. Cuentan que la aventura no les llevó varios días, simplemente encontraron un error de seguridad y se aprovecharon de ello para hacerse oír. “No veo interesante en este momento de mi vida seguir haciendo ciberpiquetes”, fue el comentario del joven revolucionario. “Pero si la oportunidad se regala y estamos en el baile, vamos a seguir bailando.”
La protesta no duró mucho, a las pocas horas alguien de Speedy se hizo cargo y las cosas volvieron a la normalidad. Arreglar el sitio web, después de todo, puede ser más rápido que arreglarles los problemas a los usuarios.
Sabe Alá que a Estados Unidos le encanta meter sus soldaditos por todos lados. Para los lugares en donde no se puede enviar tropas, ya sea por el riesgo que implica para los soldados o porque es políticamente insostenible, el ejército gringo usa “drones”, aviones controlados a distancia.
No se trata de pequeños modelos para llevar a la plaza un día de sol: el Predator, uno de los más modernos, mide ocho metros de largo, tiene una envergadura de quince metros y una autonomía de casi cuatro mil kilómetros.
Según el Wall Street Journal, los “drones” se están utilizando en Irak para tareas de reconocimiento: ubicar y monitorear grupos de “insurgentes” en medio del inhóspito territorio iraquí. Es el resultado de años y años de investigación, de millones y millones de dólares de tecnología.
La comunicación de los “drones” no está codificada. El gobierno norteamericano conoce esta falla desde Bosnia, desde 1990, pero nunca se preocupó por corregirla: el Pentágono da por sentado que nadie sería capaz de aprovecharse de ello. Además, si los videos estuvieran codificados, sería más difícil compartirlos con las fuerzas aliadas y encima los aviones saldrían más caros.
Pero resulta que los iraquíes, con un programa llamado SkyGrabber, que se consigue en internet por treinta dólares, se las arreglaron para interceptar las comunicaciones de los “drones”. Esto se descubrió el año pasado, al confiscar la laptop de un combatiente shiíta: tenía montones de videos arrebatados a los avioncitos.
“Encontramos prueba de que las transmisiones de video están siendo pirateadas y compartidas entre grupos extremistas”, declaró un oficial del ejército. “Esta tecnología ya es parte de su arsenal.”
Actualmente la Fuerza Aérea estadounidense está encargando unos modelos nuevos llamados Reaper, que cuestan entre diez y doce millones de dólares cada uno: van a comprar 375 unidades. Sin embargo, la gente que sabe dice que son igual de fáciles de interceptar que los Predator. Da igual, ¿a quién le interesa ganar la guerra? Lo que importa es vender avioncitos.
Lily Sussman, una chica norteamericana de familia judía, llegó a Israel procedente de Egipto. En la aduana de Taba, el único lugar para pasar de un país al otro, las autoridades se dedicaron a hacerle preguntas durante más de dos horas. Querían saber de dónde venía y hacia dónde se dirigía. Si tenía novio, y de tenerlo, si era árabe, palestino o egipcio. También le hicieron preguntas sobre las festividades judías, que ella no pudo responder correctamente a pesar de su ascendencia.
Quizá fue esto último lo que disparó las sospechas de los guardias. Le indicaron que dejara su equipaje y saliera a tomar aire, a disfrutar de la vista del Mar Rojo, porque el papeleo todavía daba para largo.
Lily cuenta en su blog, lilysussman.wordpress.com, que de pronto anunciaron por los altavoces que habrían tiros, porque se tenían que encargar de un equipaje sospechoso.
A los pocos minutos el jefe de turno se acercó a la turista para comunicarle que se habían visto obligados a pegarle tres tiros a su laptop MacBook. La pobre chica estalló en lágrimas al pensar en todo el trabajo y todas las fotos que había perdido, pero quiso la suerte (o la eficacia del ejército israelí) que le pifiaran al disco rígido y al menos recuperó los datos.
El sitio de Lily arde de comentarios: por un lado están los que se quejan de la paranoia, del sospechar de todo y de todos; por otro lado los que dicen que Israel es un estado civilizado en medio de la jungla, y que por lo tanto se ven obligados a tomar esas medidas extremas.
Quizá sea mejor volar una laptop a balazos que arriesgar un incidente terrorista. Lo cierto es que a la ferocidad de las aduanas norteamericanas y europeas, ahora se suma la persecuta de la aduana de Israel: al final lo mejor es no salir de Latinoamérica y listo.
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