VALE DECIR
”Iba a ser una foto muy dramática”, contó Rimma Golovko justificando cómo se le cayó el celular dentro de la jaula de los cocodrilos mientras trataba de sacar una foto de las fauces abiertas de Gena, un macho de 14 años.
Los empleados no quisieron creerle cuando fue a decirles lo que había pasado. “Entonces el teléfono empezó a sonar, dentro del estómago de Gena, y ahí le creímos”, declaró Alexandra, una empleada del zoológico.
En el acuario de la ciudad de Dnipropetrovsk, donde vive Gena, cuentan que su comportamiento ha cambiado: no come, apenas se mueve, no juega con sus compañeros cocodrilos a pesar de que es el líder del grupo.
Los doctores trataron de estimular su apetito ofreciéndole faisanes vivos; el truco era que los animalitos habían sido inyectados con vitaminas y laxantes.
Gena llegó a matar uno de los faisanes pero no se lo comió, así que el próximo paso será hacerle una radiografía para ver dónde está atrancado el celular. Una operación es el último recurso ya que resulta peligrosa para el cocodrilo y para los cirujanos, explica el veterinario Oleksandr Shushlenko. “Todo depende de dónde se halle el cuerpo extraño”, explica el veterinario a la periodista María Danilova de la agencia AP. “No tenemos mucha experiencia con animales tan grandes.”
Rimma Golovko no tiene esperanzas de recuperar su teléfono pero sí querría la tarjeta SIM, ya que allí están sus fotos y sus contactos. Si la vida fuera justa, como mínimo ella tendría que ser la que operara al pobre Gena, pero ¿quién dijo que la vida es justa?
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