VALE DECIR
La treintañera Nadine Schweigert, de Fargo, Dakota del Norte, se casó el mes pasado y, al parecer, el evento fue soñado: emperifollada en un coqueto vestido de satén azul, con un ramo de rosas blancas en la mano, un pastel de bodas acorde con la ocasión y 45 invitados, la norteamericana dio el “sí” y hubo festejo. El único que no asistió al lugar fue el novio; no porque faltara, escapase o hubiese pergeñado un plantón. Sencillamente porque Nadine se casó con ella misma.
Los votos fueron memorables: “Yo, Nadine, prometo disfrutar, vivir mi propia vida y disfrutar esta historia de amor conmigo misma”, proclamó la muchacha de 32 años, previo a ponerse un anillo y lanzar besos al aire y a los presentes (a falta de una media naranja). Después de la ceremonia, se embarcó rumbo a su luna de miel en Nueva Orléans. Sola, por supuesto.
Cuenta la historia que, después de tres hijos y un divorcio, Schweigert pasó un tiempo buscando alguien que la hiciera feliz. También hizo terapia para ganar seguridad y sentirse bien en su propia piel. Al parecer, dio resultado: después que un amigo le preguntara “¿Por qué necesitás de alguien más para estar bien? Casate con vos misma”, la mujer entendió quién era el verdadero amor de su vida.
Aunque uno de sus hijos y varios amigos desalentaran su elección, ella siguió adelante con los preparativos y, meses más tarde, logró convencer a toda su familia de asistir al evento. “Estoy muy orgullosa de haberlo hecho”, cuenta y asegura que es una persona “única e increíble”. “No entro en ningún molde y espero que la gente lo acepte. Aunque, si no lo hacen, no importa realmente”, asegura sobre su casamiento que, de más está decir, fue simbólico y secular. ¿Habrá firmado un prenupcial? Ojalá. Su esposa parece un poco inestable.
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