VALE DECIR
› Por Joe Henry
Cuando me siento a escribir esto, Levon Helm aún no se ha ido, pero tampoco está completamente aquí, entre los vivos. Tal como lo entendemos de parte de su familia, se encuentra ahora suspendido en la puerta entre este mundo y el próximo... respirando el aire de los mortales en breves e intermitentes aspiraciones, pero con sus ojos mirando hacia las cerradas cortinas de su tiempo. Para muchos de los que tristemente absorbemos la noticia como escuchando el ruido del primer zapato contra el piso y preparándonos para el otro, ha asumido el titilante lugar de un recuerdo; el de aquellos que han danzado vivos ante nuestras luces altas, dibujando sombras que se mueven como ríos oscuros y antiguos, señalando camino arriba desde tan lejos detrás nuestro que deberá por siempre, de aquí en adelante, situarse al frente en el camino como un presagio de lo que está por venir.
Levon entró en mi vida cuando era lo suficientemente joven como para no tener noción de que mi puerta necesitaba un guardián; así que danzó dentro y fui completamente vulnerable a su estridente y poderosa alquimia, y me cambió. Como un niño empujado hacia el servicio religioso cuando su edad se cuenta aún con un solo dígito, siempre miré entregado hacia Levon Helm como el sabio de mi iglesia... un diácono que recitaba nuestro gospel; que se mecía y cantaba al tiempo gracias a la gloriosa iluminación de su poesía salvaje y elástica. De la misma manera en que su gran amigo y a veces jefe Bob Dylan unió los puntos entre Jimmy Reed, Arthur Rimbaud y Muhammad Ali, Levon dibujó una segunda línea que incluía a Howlin’ Wolf, la hermana Rosetta Tharpe, y Hank Williams, todos bailando frente a la misma fiesta fúnebre en New Orleans.
Mientras espero la noticia de lo inevitable —mientras todos la esperamos— descubro que no hay nada que puedo hacer salvo esperar. Y cuando lo hago, me conmuevo... moviéndome —como está implícito— del verbo pasado a la acción en el presente; liberando mi mente al instintivo movimiento de mis rodillas y hombros, al tiempo que recuerdo cuánta de nuestra verdadera inteligencia reside en el hemisferio sur de nuestros cuerpos.
Sí, todo lo que podemos hacer hoy es escuchar y movernos. Pero eso fue siempre todo lo que Levon Helm alguna vez nos pidió a cualquiera de nosotros.
Levon Helm fue el legendario baterista —y a veces cantante— del grupo The Band, y la noticia de su muerte víctima del cáncer llegó recién el jueves pasado. Pero su familia anunció que había entrado en un coma terminal varios días antes, por lo que el mundo de la música norteamericana estuvo esperando la mala nueva durante ese intervalo. Este texto lo subió a su blog (joehenrylovesyoumadly.com) el músico y productor Joe Henry, dos días antes del final.
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