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Domingo, 22 de julio de 2012

VALE DECIR

Juegos de mente

El médico forense Mark E. Shelly, de 41 años, tuvo una pésima idea. O varias. Mientras trasladaba el cerebro de un ex infante de marina (enfrascado en formol) del hospital naval de Camp Lejeune, en Carolina del Norte, hacia el Centro Médico Naval de Portsmouth, en Virginia, decidió parar en su casa de Virginia Beach y mostrarle el órgano a su familia. No conforme con ello, se dejó llevar por el entusiasmo y permitió que sus hijos sacasen el cerebro del frasco y jugasen con él... mientras su señora les sacaba fotos.

Tras recibir una denuncia anónima, la historia salió al ruedo y complicó la vida del doctor. No sólo recibió una multa de 2500 dólares; también fue despedido de su trabajo en la oficina forense del estado. Y porque la estupidez trae cola, la Marina tomaría medidas disciplinarias en su contra, aunque aún no se sabe cuáles serán.

En una carta a la Junta de Medicina, Shelly reconoció que sus acciones fueron fruto de un “juicio extremadamente pobre” y admitió que no tuvo en cuenta cómo impactarían sobre la familia del fallecido, aclarando que en ningún momento quiso ser irrespetuoso con el sargento muerto. Y aunque el toqueteo de los menores no afectó el órgano ni impidió que un neuropatólogo hiciese, luego, su diagnóstico, la fama del doctor quedó en el estrado. Será cuestión de que alguien le hable de ética médica. O le compre juguetes para sus hijos.

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