VALE DECIR
“¿No es el lenguaje la respuesta al celo contenido?”, cuestiona –al momento de teorizar sobre pornografía– el escritor Amir Hamed. Si la pregunta no es en el plano simbólico, la respuesta es poco convincente. Al menos para la enfermera estadounidense Kim Ramsey, de 44 años, quien –por mucho que enunciara su condición– no ha podido detenerla. Su problema es, sencillamente, el placer. O, en honor a la exactitud, el exceso de placer. Es que la oriunda de New Jersey ha sido diagnosticada con una enfermedad conocida como Desorden de Excitación Genital Persistente, que la obliga a convivir con más de cien orgasmos al día.
“Mientras la mayoría de las mujeres se preguntan cómo tener un orgasmo, yo me pregunto cómo detener los míos”, ofrece la mujer cuyo mal habría empezado a gestarse en 2001, cuando cayó por las escaleras de su casa. Según los médicos especialistas, aquel golpe habría ocasionado un quiste espinal en el punto donde se origina la sensación de culminación placentera que, para colmo de males, ahora hace peligrar su vida. Ocurre que, frente a tanta excitación y dolor, su corazón podría traicionarla; los doctores temen que no resista tantas “emociones fuertes”.
La primera manifestación de su padecimiento, relata Ramsey, fue en 2008, cuando se vinculó íntimamente con una pareja y, a raíz del encuentro, tuvo orgasmos constantes durante... ¡4 días! “Pensé que me estaba volviendo loca”, recuerda para The Sun la trabajadora de la salud. Desde entonces, cualquier movimiento de pelvis –por ínfimo que sea– puede desencadenar otra ola incontrolable. “Una vez traté de detenerla sentándome sobre una bolsa de arvejas congeladas”, explica la inconsolable Kim, cuya condición afecta sus deberes diarios. Es que el traqueteo del tren, caminar para atender a un enfermo o hacer tareas domésticas puede disparar en ella un inesperado (e indeseado) orgasmo.
Mientras muchos toman para el chiste la enfermedad –por ahora incurable– de la enfermera, otros se compadecen. La doctora Pam Spurr, experta en relaciones, por ejemplo, asegura que el Desorden de Excitación Genital Persistente no es motivo de risas. “Los que la padecen encuentran que es difícil hablar sobre ella por miedo a que la gente se ría o piense que son maniáticos sexuales”, asegura la mujer.
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