Aquel slogan que sentenciaba “Pasa en la ficción, pasa en la vida real” bien podría ser la frase promocional de La Bella Durmiente, una exposición artística que –desde el 22 de agosto hasta hoy, domingo 9 de septiembre– se presentó en la galería central del Museo Nacional de Arte de Ucrania, en Kiev. Inspirado en la versión de Charles Perrault sobre el tradicional cuento de hadas europeo, el artista canadiense-ucraniano Taras Polataiko ofreció una versión lo suficientemente literal de la historia como para levantar polvareda.

Ocurre que, tras seleccionar voluntarias jóvenes y bonitas, el hombre no las maldijo para que durmieran durante 100 años, pero sí las dispuso sobre camas elevadas del museo para que se recostasen, cerrasen los ojos dos horas al día y, vestidas de blanco, se quedasen inmóviles a la espera del príncipe azul (siendo el príncipe azul, cualquier asistente mayor de 18 años interesado en participar de la muestra y besar a las muchachas tras firmar un contrato legal que reza: “Si beso a la Bella y abre los ojos, acepto casarme con ella”).

Las durmientes también tuvieron que comprometerse a la posibilidad del amor de cuento y ponerle el gancho a otro contrato que decía: “Si abro los ojos mientras me besan, me comprometo a casarme con el besador”. Y a “comer perdices y vivir eternamente felices” contractualmente obligados. Según informó un comunicado oficial de la galería, la interpretación moderna de Polataiko tiene su atractivo porque “la tensión de la performance yace en la seducción y el miedo al desenlace”. “El espectador tendrá que pensar dos veces antes de besar a la belleza y la belleza tendrá que decidir si el último momento ha llegado o no”, agregaron las autoridades. ¿Hubo, hasta el momento, algún happy ending? Ningún caballero con capa y espada lo ha reportado.