VALE DECIR
Cualquier hijo del vecino sabrá que cuando el gato se lame, lo hace para estar pulcro y radiante y, lengua áspera mediante, eliminar pelo muerto y parásitos. Lo que le será más difícil de comprender es por qué lo hace Lisa, una mujer de 43 años de Detroit, Michigan, que no puede pasar más de dos horas sin comer la cabellera de su mascota. Sea del piso, del sillón, del peine o directamente del felino –su método preferido–, la norteamericana asegura haber ingerido más de 3200 bolas de pelo desde que su peculiar adicción comenzó. Ojo, no se lamenta: asegura que su snack favorito es “tan suave como el algodón de azúcar”.
El caso –que será emitido por la señal TLC en el programa My Strange Addiction el próximo miércoles 13 en Estados Unidos– ha despertado la curiosidad de más de un profesional, como la del doctor Andre Fedida, un gastroenterólogo de Newark que no trata a Lisa, pero que ha declarado a The Huffington Post que “probablemente” la señora sufra de tricobezoar gastroduodenal: una masa de pelo en el tracto digestivo que los más inspirados denominan Síndrome de Rapunzel.
“No es un padecimiento muy común, pero sí es un síndrome que suele asociarse a desórdenes psiquiátricos o enfermedades en desarrollo”, dijo el especialista. Aguda revelación. ¿A quién se le hubiera ocurrido que lamer a un gato más de una docena de veces al día podía ser el indicio de un trastorno mental? Un título en psiquiatría bien ganado, doc.
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