“Una onza de cocaína puede costar alrededor de 1300 dólares en las calles de Miami. O costar una pena de tres años de prisión obligatoria en la corte criminal. O puede ayudar a una niña de cuarto grado a ganar el primer premio en la feria de ciencias de la preparatoria Coral Gables”, explica un periodista del Miami Herald. Lo dice en serio. La semana pasada, el proyecto “Perros detectores de drogas” de la niña Emma Bartelt fue el más laureado en la Feria de la Ciencia de Primarias del condado Miami-Dade. La competencia era dura: otros pequeños ofrecían demostrar cuánto dura una batería o cómo hacer plástico de leche.

La galardonada Emma no podría haberlo logrado sin la ayuda de la Oficina Antinarcóticos de la policía local, que la proveyó de tres perros entrenados y 28 gramos de la adictiva droga. ¿Todo sea por amor a la ciencia? Así parece. “El propósito de esta investigación científica es demostrar qué perro encuentra más rápido cocaína [sic] usando su sentido del olfato”, escribió la señorita de 10 años en el resumen del experimento.

Para llevarlo a cabo, necesitó ayuda de su padre, el detective Douglas Bartelt, el detective William Pedraja y la sargento Samantha Machado, quienes le proporcionaron los perros: Roger, un springer spaniel; Levi, un golden retriever, y Franky, un retirado labrador chocolate. También le dieron cocaína, lo que –al parecer– no está específicamente prohibido por las reglas de la competencia, según explicó un portavoz del distrito de Ciencias.

“Fue un poco mi idea, porque quería ver cómo era el trabajo de mi papá”, argumentó la muchachita de punta en blanco el pasado sábado, mientras lucía la cinta azul de primer premio. Según la madre de Emma, Michelle Bartelt, el experimento se llevó a cabo bajo supervisión constante y su hija nunca tocó la sustancia. “Mi marido manejó las drogas”, ofreció la orgullosa señora y agregó: “Es siempre muy meticuloso acerca de cómo lidiar con ellas”. Lo que se dice padres responsables.