VALE DECIR
“¿Es posible estar a la moda usando una prótesis?”, se pregunta el Huffington Post francés, y, sin repetir y sin soplar, responde con un categórico “sí”, atribuyendo la posibilidad a Scott Summit, un diseñador industrial que, en miras de la tiranía estilística de las patas artificiales, creó la firma Bespoke Innovation, en San Francisco, Estados Unidos. Hechas a medida, con coloridas opciones y la posibilidad de que el interesado cree el propio modelo, el transformador producto es apenas una funda o casco que cubre coquetamente el miembro reemplazante.
Entre 4 y 6 mil dólares cuesta, sin embargo, la chance fashion pensada por Summit en sociedad con Kenneth Trauner, un cirujano ortopédico que salió al mercado en 2009 y, desde entonces, recibe miles de encargos. El procedimiento, por su parte, es de lo más sencillo: se escanea la prótesis para dar con la forma ideal, se seleccionan dibujos, diseños, materiales y, vía impresión 3D, casco de 180 gramos listo para disfrutar.
Lo que se dice: un producto digno de la Gabrielle de Rosanna Arquette en el clásico de Cronenberg Crash que, acorde con su propia declaración de objetivos, “responde a cada cuerpo, gusto y estilo”. “En las personas no existe una talla única, somos conscientes de ello. Por eso creamos productos que permitan a nuestros clientes personalizar su pierna artificial”, refuerza la empresa. Una monada que, además, fue uno de los temas más debatidos en redes sociales el pasado mes, con imágenes vistas por alrededor de 200.000 personas en apenas ocho horas en la web Reddit.
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