VALE DECIR
Gracias a otro inesperado giro de las circunstancias tecnológicas, ahora los tiburones tuitean. A no confundirse: no es que sus aletas hayan sido entrenadas en las bondades del microblogging y, de la noche a la mañana (o de la marea baja a la alta, según prefiera la especie), conozcan el alfabeto, las oraciones y el poder de síntesis en 160 caracteres o menos. Ni Tritón ni Aquaman los han preparado para tan gratuitas tareas, preocupados sí por el nado, la comida y otros avatares de subsistencia diaria. La empresa es –como no podía ser de otra manera– humana, más específicamente de las autoridades australianas.
Y es que, impacientes por proteger a los bañistas de su costa occidental (donde se han registrado al menos seis muertes en los últimos años por culpa de los escualos), científicos han inyectado transmisores especiales (chips electrónicos) en más de 320 ejemplares, varios de ellos tiburones blancos de gran tamaño. Así, cada vez que la aparatología detecte que uno de los bichos de mar se acerca a aguas poco profundas, es decir, a menos de un kilómetro de la costa, se dispara un mensaje a través de su propia cuenta de Twitter, alertando la presencia animal. Y con data adicional: qué tipo de depredador es, su tamaño, distancias aproximadas.
¿La única inquietud? Que la info provista por redes sociales ayude a malintencionados pescadores a encontrar fácilmente a su presa marina. Pero, ¿quién sabe? Quizá los tiburones se las ingenien para tuitear un mensaje de auxilio, un SOS en idioma escualo. ¿Algún traductor en la sala?
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