Ha de estar mareado el noctámbulo Batman de tanto bailar con el diablo bajo la pálida luz de la luna, entre pingüinos, guasones y adivinanzas. De allí que, con el saludable fin de darle merecido descanso, el fotógrafo francés Rémi Nöel lo haya llevado a vacacionar a los sombríos —aunque encantadores— parajes texanos, alejándolo ¡por fin! de la estresante Ciudad Gótica. Histórico momento que el artista europeo reunió en la serie Lonely Batman, con solitarias imágenes en blanco y negro que, como buen fanático de Jack Kerouac, Edward Hopper y Robert Frank, permiten recorrer la Norteamérica profunda desde la (supuesta) mirada del (pequeño) enmascarado. “Es un muñeco que le robé a mi hijo cuando limpiaba su habitación y al que llevo conmigo en cada viaje para sentirme menos solitario”, explicó Nöel. Y sentirse más protegido, de seguro. Aunque, hay que decirlo: a esta versión trotamundos del álter ego de Bruno Díaz pareciera gustarle más la contemplación que los puños. Con todo, algo es certero: a ambos Batman —original y figurilla— les sienta mejor la desolación que las playas caribeñas.